El joven Samuel servía a Jehová

Es un joven que está al servicio del Señor, entregado por completo a los intereses del Reino. Es un joven con deseos de estar ahí, muy cerca de la presencia de Dios. Todavía quedan muchos como él. Samuel entendía este principio: «no hay adoración sin servicio». Jesús lo expresó mejor: «Al Señor tu Dios adorarás y solo a él servirás» (Mt. 410). Es un principio fundamental, se sirve a Dios y de esa manera se le adora. Dios se manifiesta en medio de las alabanzas de su pueblo, en medio de la adoración de su gente. Es cuando lo adoramos que podemos escuchar mejor su voz.

La persona que pasa constantemente buscando cómo agradar a Dios en su vida diaria, tendrá menos dificultad de diferenciar la voz del Señor de aquellas «otras voces»  —la voz de mi propio corazón que tiende generalmente a llevarme por caminos erróneos y por supuesto la voz del enemigo que se esforzará por confundirme. Tengo un amigo que cuando me llamaba de vez en cuando por teléfono para charlar, al contestarle me era difícil reconocer su voz de inmediato.

Casi siempre le preguntaba quién era. La situación cambió hasta que nos hicimos compañeros de trabajo. Verlo y conversar con él todos los días dio como resultado que ahora reconozco su voz cuando la escucho por teléfono. Samuel no reconoció la voz del Señor porque no la conocía, no sabía cómo hablaba, pero igual servía y Dios le habló.

El punto es que Dios siempre habla y los que estén más cerca de él serán los que mejor lo escuchen. Pero que escuchen no asegura que hagan lo que él dice, tampoco asegura que ellos sepan que era Jesús el que estaba hablando. Pero, de que lo escuchan, lo escuchan, por estar más cerca de él. Felipe le pide a Jesús:

«Muéstranos al Padre y nos basta»; tenía frente a él no solo la voz sino a Jesús mismo; y aún así no lo había conocido. Jesús le responde: «Tanto tiempo he estado delante de ti y no me has conocido».

Juan 10:3-5 cita la parábola del buen pastor: «El portero le abre la puerta, y las ovejas oyen su voz. Llama por nombre a las ovejas y las saca del redil. Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas lo siguen porque conocen su voz. Pero a un desconocido jamás lo siguen; más bien, huyen de él porque no reconocen voces extrañas.

Las ovejas reconocen la voz de su pastor, porque pertenecen a su redil y en él lo sirven a él (proveen lana); y al estar en constante contacto con él, han aprendido a reconocer su voz. Por eso solo responden a ella y no a voces extrañas. Dios les habla para dirigir sus vidas, pero a las que son suyas —a sus siervas y siervos.

Sirve, adora y entonces podrás decir al Señor: ¡Habla, que tu siervo escucha!

Extracto de ¡Habla que tu siervo escucha!

Por Marco Vega


MAS INFO

¡HABLA QUE TU SIERVO ESCUCHA! (PARTE 2)

¡HABLA QUE TU SIERVO ESCUCHA! (PARTE 3)

Para más novedades síguenos en Facebook (click en el enlace): DESAFIO JOVEN

 

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí