El primer mito consiste en pensar que es posible mantener relaciones sexuales sin involucrarse emocionalmente con esa persona. Este divorcio entre el cuerpo y el corazón es más factible en los varones que en las mujeres. Es muy difícil para una mujer entregar su cuerpo a alguien que primero no ha conquistado su corazón. Un hombre, en cambio, puede, con mayor facilidad, tener relaciones sexuales con alguien que no ama. Parte de la explicación al problema de la violación sexual como un delito básicamente masculino, se encontraría aquí.
Muchos son muy buenos para tocar el cuerpo, pero son incapaces de tocar el corazón. El sexo es el arte de tocar el corazón. Muchos manosean; no acarician.

El apóstol Pablo afirma categóricamente que el amor es la atmósfera en la cual la sexualidad debe ser vivida. Por eso dice: Esposos, amen a sus esposas (vs.25). Más adelante, vuelve a recalcar lo mismo: Así mismo el esposo debe amar a su esposa como a su propio cuerpo (vs.28). Y luego insiste al decir: En todo caso, cada uno de ustedes ame también a su esposa… (vs.33).

Para el apóstol Pablo, la sexualidad alcanza su plenitud en el contexto de un hombre y una mujer que se aman.
El sexo fue diseñado como una manera de decir te amo, como una forma de decir cuán importante y valioso es alguien para nosotros. El reduccionismo de la sexualidad a la genitalidad es exacerbada por la dura realidad en la que tienen que vivir los jóvenes en América Latina.

Muchos jóvenes están descubriendo su sexualidad pero totalmente separada de la afectividad. Por lo tanto, el sexo deja de ser una manera de decir te amo para convertirse en una forma desesperada de encontrar un poco de placer en una sociedad en crisis. De esa manera, nos convertimos en mendigos de placer, suplicando un poco de placer por aquí y por allá.

Cuando divorciamos el sexo del amor, reducimos al otro a un objeto de placer. El sexo sin amor cosifica al otro; deja de ser persona para convertirse en cosa. Por lo tanto, el amor dignifica el sexo al tratar al otro como persona. Sustraído del contexto del amor, el sexo se reduce a un placer vacío y sin sentido.

Extracto del libro “Una Bendición Llamada Sexo”

Por Alex Chiang

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