Esta íntima conexión entre sexualidad y matrimonio no es popular en medio de la cultura juvenil; es uno de los aspectos de la ética cristiana más cuestionado y criticado.
¿Por qué la Biblia afirma una y otra vez a lo largo de todas sus páginas que el matrimonio es el ámbito por excelencia en que las relaciones sexuales deben crecer y madurar? Aunque hay varias maneras de responder a esta pregunta, quisiera enfatizar sólo una de ellas.

Hazte la siguiente pregunta: ¿Qué significa ser joven y vivir con sabiduría? Vivir con sabiduría la juventud implica vivir de tal manera que cuando llegues a anciano tengas buenas cosas que contar. ¿De qué vive un anciano? De sus recuerdos. ¿Cuál quieres tú que sea el recuerdo de tu primera relación sexual? Al hacer esta pregunta, inmediatamente nos dividimos en dos grupos: los que tienen un recuerdo y los que no lo tienen.
Piensa que eres anciano y de repente tu nietecita adolescente te pregunta: “Abuelito, cuéntame, ¿cómo fue tu primera vez?”. ¿Sería algo que valdría la pena contar? O, por el contrario, ¿algo que no querríamos recordar y menos aún narrar?

¿Cómo será el recuerdo de tu primera relación sexual? ¿Será el de haberla tenido en el asiento posterior de un viejo automóvil, en un hotel sin estrellas o en el frío sofá de la casa preocupado porque tus padres o los de ella no te descubrieran?
Creo que la única razón por la cual mi esposa y yo no tuvimos relaciones sexuales antes de casarnos fue porque los dos éramos cristianos y queríamos con todo nuestro corazón ser consecuentes con nuestros principios.

Atravesamos momentos difíciles. Cuando uno ama, quiere tocar a la persona que ama. Había momentos en que deseábamos tener una relación sexual plena. El diálogo franco y abierto, así como la ayuda de un matrimonio amigo fueron claves para mantener nuestras expresiones de afecto dentro de los límites que nuestra conciencia nos permitía. Pero, al mirar atrás y recordar todos los sentimientos que viví ese viernes por la noche cuando por primera vez nos amamos, afirmo sin lugar a dudas: ¡Valió la pena esperar!

SEXO, CULPA Y VERGUENZA

El gran psicoanalista Freud soñaba con un día en que hombres y mujeres puedan mantener relaciones sexuales sin experimentar culpa ni vergüenza. Pero no hay peor sexo que el que hacemos a espaldas de las personas que amamos, el sexo que tenemos que ocultar y esconder, o el sexo en la oscuridad y clandestinidad. Esta clase de relaciones sexuales genera mucha culpa y vergüenza en una pareja.

EL MEJOR SEXO DEL MUNDO

Por eso, el sueño de Freud se hace realidad en la vida de Adán y Eva. El último versículo del capítulo 2 de Génesis declara: «el hombre y la mujer estaban desnudos, pero ninguno de los dos sentía vergüenza» (Gn.2.25).
Presta atención a las palabras finales: “ninguno de los dos sentía vergüenza”.
Éste fue el resultado del matrimonio llevado a cabo en el versículo anterior. El propósito de Dios para el matrimonio es vivir nuestra sexualidad sin ningún tipo de sentimientos de culpa ni vergüenza.
El mejor sexo del mundo, el único capaz de liberarnos de la culpa y la vergüenza, es el sexo que se realiza con la bendición de Dios y de nuestros padres, con el conocimiento y consentimiento de todas las personas que amamos y apreciamos, el que vivimos sin temor a ser descubiertos, el que se realiza a plena luz.

Extracto del libro “Una Bendición Llamada Sexo”

Por Alex Chiang

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