Los jóvenes no sólo piensan que uno puede tener relaciones sexuales sin involucrarse emocionalmente, sino también sin necesidad de un compromiso a largo plazo llamado matrimonio. Les parece absurdo y hasta retrógrada la idea de que para tener relaciones sexuales hay que casarse. En cierta medida, yo les doy la razón a los jóvenes que piensan así. Creo que es una reacción ante los discursos reduccionistas que sobre el matrimonio han imperado en las iglesias cristianas, tanto católica como evangélicas. El matrimonio es presentado como una especie de licencia para tener sexo sin culpa. Se dice que el sexo fuera del matrimonio es pecado; pero el sexo dentro del matrimonio está bien.

Esta enseñanza acerca del matrimonio no es del todo acertada. No toda relación sexual dentro del matrimonio es correcta. Supongamos que un hombre llega a casa borracho y obliga a su esposa a mantener relaciones sexuales con él. Nos encontramos frente a una violación, y es censurable por más que ocurra dentro del matrimonio.

La pastoral sobre sexualidad entre solteros también ha respondido a esta visión reduccionista del matrimonio. Si un joven soltero le confesaba a un pastor que ya no podía abstenerse sexualmente, el consejo era que se casara para que no pecara. Nuevamente, el matrimonio aparece como una licencia para tener sexo sin culpa. Pero la experiencia nos ha enseñado que nadie debe casarse por no tener dominio propio sobre su sexualidad. Porque, si no se aprende a decir no a la masturbación, a la pornografía o a la fornicación cuando se es soltero, menos se va a decir no a la infidelidad y el adulterio cuando se esté casado.

El matrimonio es, pues, mucho más que una licencia para tener sexo sin culpa. El matrimonio es la expresión visible y pública de un hombre y una mujer que han decidido compartir la totalidad de sus vidas hasta que la muerte los separe. La sexualidad, según el apóstol, no sólo debe ser vivida en el contexto del amor sino también en el contexto del matrimonio.

¿Por qué el matrimonio es el ámbito natural para el ejercicio de la sexualidad?

Hay muchas razones. Una de ellas es que la sexualidad nunca da sus mejores frutos al principio, sino siempre al final. La sexualidad no fue hecha para un día ni para una noche ni para un mes ni para un año, sino para crecer y madurar en un proyecto a largo plazo en el tiempo.

Cuántas parejas con varios años de casados experimentan hoy niveles más altos de placer sexual que la primera noche de su luna de miel. Esto es así porque la sexualidad te da lo mejor siempre al final y nunca al principio. En la medida en que la confianza y la entrega mutua crece y madura, los niveles de placer se incrementan. En la medida en que vamos conociendo nuestro cuerpo y el cuerpo de nuestra esposa, podemos experimentar sensaciones placenteras más profundas y prolongadas.

Ésta es una de las razones para que las relaciones sexuales deban ser vividas dentro de un proyecto a largo plazo llamado matrimonio. Al crear Dios el matrimonio, lo hace con la intención de bendecirnos. Ése es el espacio por excelencia donde nuestra sexualidad puede crecer y madurar.

Extracto del libro “Una Bendición Llamada Sexo”

Por Alex Chiang

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