Pablo retoma la enseñanza del libro de Génesis cuando dice: «Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y los dos llegarán a ser un solo cuerpo» (Ef 5.31).

En el acto sexual, vemos a dos personas tratando de convertirse en uno. Por eso, la Biblia afirma: llegarán a ser un solo cuerpo. Esta realidad de dos que se convierten en uno, que se expresa de manera dramática y muy vívida en un acto sexual, alcanza su plenitud cuando es la expresión de una unidad más profunda, cuando expresa una unidad emocional.

El gran desafío de la vida en pareja es construir esa unidad emocional. Cuando era soltero, pensaba como yo, sentía como yo y decidía como yo. Cuando mi esposa era soltera, pensaba como ella, sentía como ella y decidía como ella. Cuando nos casamos, tomamos la decisión de dejar de ser yo y dejar de ser ella para ser nosotros. Esto significa que de ahora en adelante lo importante no es lo que yo necesito, sino lo que nosotros necesitamos; no es lo que yo quiero, sino lo que nosotros queremos. Por lo tanto, la sexualidad es una oportunidad que Dios nos da para replantear nuestra identidad.

Ahora bien, ¿de dónde nace el impulso que lleva a dos personas a desear convertirse en una? Si recordamos la creación de la primera pareja —Adán y Eva—, recordaremos que Eva fue creada de una costilla de Adán. Esto significa que originalmente la humanidad estaba formada por uno solo (Adán). De ese uno, Dios los convirtió en dos: Adán y Eva. Pero esos dos claman por volver a la unidad original de donde fueron creados. Esta hermosa explicación del origen y la finalidad de la sexualidad humana sólo la vas a encontrar en la Biblia.

El misterio de la sexualidad apunta a revelarnos la clase de relación que Dios anhela tener con los seres humanos. Muchas veces, en las páginas de la Biblia se toma el amor de un hombre por una mujer para ilustrar el amor de Dios por los seres humanos. El pacto de Dios con su pueblo se asemeja a un compromiso matrimonial. La iglesia es descrita como una esposa. El dolor causado por la infidelidad representa el dolor que Dios experimenta cuando su pueblo adora a otros dioses.

Siempre he pensado que la manera en que vivimos nuestra sexualidad nos aleja o nos acerca a Dios. Muchas personas no quieren entrar en una relación viva con Jesucristo porque no están dispuestas a abandonar prácticas sexuales moralmente incorrectas. Pero la sexualidad puede volverse una profunda experiencia de adoración que nos acerque aún más a Dios. Cuando un cristiano experimenta placer sexual al mantener relaciones con su esposa, ese placer se vuelve doxológico. Cuánto placer habrá experimentado Dios cuando creó a los seres humanos. Por ello, lo más parecido que los seres humanos podemos hacer para asemejarnos a Dios como creador de vida, es desarrollar y profundizar la unidad y el compromiso del matrimonio. En este contexto, Dios bendice con placer la experiencia del placer.

Extracto del libro «Una Bendición Llamada Sexo»

Por Alex Chiang

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