«No os conforméis a este mundo» (Ro.12.2)

Dios nos llama a ser diferentes. ¿Diferentes a qué? El texto de Romanos deja claro que debemos ser diferentes a nuestra sociedad. Según la versión de la Biblia que utilicemos, dirá que no nos conformemos «a este mundo» o «a este siglo», aunque el verdadero sentido es no conformarse a la sociedad en la que te ha tocado vivir.

No somos solo llamados a ser diferentes en nuestra iglesia, sino que somos especialmente motivados a ser diferentes al mundo que nos rodea. En tu vida diaria, según Dios, no puedes ser igual que el resto. En una sociedad que se mueve por modas, presiones y el «qué dirán» Dios nos llama a tener unas señas de identidad propias como cristianos, como sus seguido­res. No debemos ceder en nuestros principios, y mis principios (y espero que los tuyos si has aceptado a Cristo como tu Salvador) son el cristianismo. El reto es «atreverse a ser diferente». Ahora vendrán las mu­chas excusas que se suelen oír: es que la sociedad de hoy día no es como la de antes, es que los jóvenes de hoy no son iguales, es que ahora es mucho más difícil, es que nuestro mundo es diferente, es único…

Estoy seguro de que tienes una pandilla de amigos. Voy a plantearte una serie de cuestiones. Sé sincero con­tigo mismo porque a mí no me tienes que demostrar nada, pero espero que quieras demostrárselo a Dios. Medita y piensa con tranquilidad las preguntas: ¿Has hecho alguna vez algo que sabías que estaba mal, para ganarte la aprobación de tus amigos? ¿Alguna vez te has sentido inducido a hacer algo que iba en contra de tus principios? ¿Te influyen los comentarios de los demás? ¿Se han burlado alguna vez tus amigos de ti? ¿Vale la pena conservar tus principios? ¿Te has senti­do culpable en alguna ocasión por renunciar a ellos? ¿Has mentido alguna vez para ganarte la aprobación de alguien? Podría hacer una lista interminable. Existen muchas preguntas al respecto pero también muchas respuestas por parte de Dios. Intentaremos en este capítulo pensar en estas ideas y en algunas soluciones.

No hay cosa que más aterre a un joven que sentirse solo. Todos deseamos tener amigos; la amistad es un valor precioso. Dios mismo habla de ella en multitud de ocasiones cuando nos dice: «En todo tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia» (Prov. 17.17). También nos recuerda: «El que cubre la falta busca amistad; mas el que la divulga, aparta al amigo» (Prov. 17.9). Sentirse rechazado es angus­tioso, pero no debemos caer en el error de conseguir amistades al precio que sea.

No paran de surgir continuamente en la prensa y en revistas artículos sobre los jóvenes y adolescentes. Algunos tratan de denominar a las diferentes gene­raciones (generación x, generación net, generación mtv, generación postmoderna…). Los adultos intentan explicar a los jóvenes. Los ven diferentes. Lo cierto es que a todas las generaciones juveniles les ocurre lo mismo, por eso la respuesta de Dios sigue siendo válida para todos. Toda generación juvenil alardea de libertad, del «todo vale» o del «vive como quieras», de ser originales, únicos y diferentes. Presumen de vestir diferente, de tener y escuchar su propia música, inclu­so de cortarse el pelo o tatuarse «porque somos dife­rentes». Tienen su propio lenguaje, su propia forma de comunicarse, etc. En fin, que todo joven piensa que está en la generación más original, la única y la más incomprendida de la historia. Pero resulta que eso mismo creen todas las generaciones de jóvenes (así que de original tiene poco).

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