Nosotros, como adultos, podemos saber qué aconsejarle a un adolescente que ya está sexualmente activo para animarle a esperar. Pero, ¿cómo compartiría un adolescente con otro sus experiencias para hacerlo esperar? El siguiente escrito nos per­mite ver cómo un adolescente comparte sus experiencias con otro.

Mi amigo, espe­ro que esto te evite a ti más daño físico y espiritual. La primera experiencia que tuve fueron besos apasiona­dos con mi primera novia. Eso me llevó a mayores proble­mas. Primero, todo lo que yo podía pensar acerca de nuestra próxima cita era no sólo verla, sino también be­sarla y sentir su cuerpo junto al mío. Otro problema, ya que yo era muy joven, es que fui muy posesivo con ella. Esto me produjo grandes celos y mucho dolor cuando rom­pimos. Además, yo estaba pensando más en ella que en Dios.

En mis siguientes experiencias con chicas experimenté siempre el fuerte deseo de «ir más allá». Entonces hubo un montón de frustraciones y de temores por ambos la­dos. Siempre delante de mí estaba el pensamiento de la chica y de su cuerpo, y cuan agradable la sentía cuando estaba junto a mí, cuan suave era su cuerpo, cuan lindos sus pechos, y cómo me sentía yo lleno de un insaciable deseo por su cuerpo. Yo me estaba alejando cada vez más del Señor, y no me importaba, porque tenía estos nuevos sentimientos que eran avasalladores.

Tuve mi primera experiencia sexual con una chica que amaba realmente. Hasta había compartido el evangelio con ella. Habíamos practicado el sexo oral, y una cantidad de besos y caricias. Finalmente, en el año nuevo de 1981 fuimos juntos a la cama y nos hicimos el amor. Fue una experiencia terrible. Para mí era la primera vez y para ella también. Y lo que pensé entonces fue la primera tra­gedia de mi vida. El condón que había usado se había ro­to. Ahora eso puede sonar como tonto, pero entonces no lo fue. Ella y yo tuvimos tanto miedo de que ella quedara embarazada, que los dos lloramos y lloramos. Finalmen­te hice lo único que podía hacer, y esto era llorar delante del Señor pidiendo perdón y liberación de nuestro peca­do. Bien, el Señor probó ser fiel, pero yo no.

Rompí mi relación con ella sobre la base de que no es­taba en condiciones para casarme todavía. ¿A quién esta­ba yo engañando? Yo estaba más que deseoso de rela­cionarme físicamente otra vez con una mujer, pero no en la forma que Dios ha determinado, y creado sólo para el matrimonio. Esto la aturdió a ella mucho. Lo peor de to­do es que yo me había portado canallescamente para con Dios. Había compartido con ella el evangelio de amor, y le había dicho que la amaba. Pero yo había echado a perder todo lo que había dicho y hecho. La razón de todo era que yo ya le había tomado el gusto al sexo, y quería más. Yo sabía que a causa del testimonio que le había da­do no podía estar más con ella y no podíamos casarnos.

¿Puedes tú ver que una vez que empiezas a tener rela­ciones sexuales ya no puedes parar? Todo lo que deseas es más, más y más.

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “Lo Que Deseo Que Mis Padres Sepan Acerca de mi Sexualidad”

Por Josh McDowell

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