Pasaje clave: Números 33 al 36.

¡No aflojes! Estas por llegar al final del libro de Números.

En el capitulo 33 vas a encontrar una detallada descripción de todo el viaje del pueblo de Israel, desde su salida de Ramsés (en Egipto) hasta su última parada junto al Jordán en los campos de Moab.
Después de 40 años de dar vueltas en el desierto por la incredulidad y rebeldía de la mayoría, ahora están a un paso de cruzar el Jordán y entrar en Canaán, la tierra prometida.
Pero antes de cruzar, Dios les recuerda una vez más qué es lo primero que ellos tendrán que hacer en Canaán.
¿Cuál sería su primer “tarea” en la tierra prometida? (33:51-53).
¿Cómo se repartirían la tierra entre las tribus? (33:54).
¿Qué les sucedería si no echaban a los habitantes de aquel lugar? (33:55-56).

En el capitulo 34 Dios les señala claramente los límites de la tierra que poseerían, pero…
¿Qué nuevas indicaciones les da? (34:16-18, 29).

¿Te das cuenta? Dios no deja ningún detalle librado al azar. Dios no improvisa.
No se deja llevar por la emoción  del momento.
Antes de que tomen posesión Él les detalla con toda precisión los lugares que ocuparían y quienes serian las personas que repartirían la tierra para cada tribu y familia. Dios no podía permitir que surgieran revueltas internas o pleitos por la posesión de la tierra. Y además, semejante tarea y responsabilidad no podía quedar en manos de cualquier “bien intencionado”, tenía que ser realizado por un liderazgo capaz, obediente a Dios y decidido a que sus deseos se cumplan plenamente.

En el capitulo 35 continúan las indicaciones de Dios para una perfecta organización de las cosas.
¿Qué lugares ocuparían los levitas y cuántas serían sus ciudades? (35: 2-4, 6-7).
¿Cómo escogerían las ciudades para los levitas? (35:8).
¿Para qué servirían las ciudades de refugio? (35:9 al 13).
¿A quiénes se los consideraría culpables por asesinato (homicidas) y qué castigos recibirían? (35:16 al 21).
¿Quiénes quedarían libres de algún asesinato y por qué? (35:22 al 25).

Finalmente, en el capitulo 36, se establece una nueva disposición para las hijas mujeres que heredan de sus padres tierras y posesiones.
El problema era este: si ellas se casaban con hombres de otras tribus su herencia pasaría a pertenecer a esa nueva tribu (a la tribu de su esposo); entonces para que esto no suceda…
¿Qué se les mandó hacer a las herederas mujeres para que todo quede “en familia”? (36: 6 al 12).

Los evangélicos latinoamericanos en general solemos ser bastante  desorganizados cuando hacemos las cosas (ojo, no todos).
O hacemos todo a las apuradas o improvisamos en el momento según lo mejor que se nos ocurra. Al actuar de ésta manera mostramos el poco interés que tenemos y contagiamos a los demás con ese mismo desinterés.
Somos desorganizados con nuestro tiempo, con nuestras pertenencias, con nuestro dinero, con nuestro ministerio, porque más de una vez improvisamos y nos movemos por impulsos en lugar de esforzarnos por escuchar al Espíritu Santo, planificar de acuerdo a su dirección, practicar y ensayar al máximo. Y esto es muy serio porque nuestro ministerio está consagrado a Dios y Él merece la excelencia de parte nuestra y no las sobras ni los restos de nuestras ganas.
Muchos “le huyen” a la planificación porque piensan que se lo priva al Espíritu Santo de obrar. Sin embargo, si contamos con la aprobación de Dios y con la dirección del Espíritu, planificar nuestro ministerio, energías, tiempo y recursos, será la mejor opción para alcanzar la excelencia.

Estos cuatro capítulos que acabas de leer nos animan a imitar a un Dios organizado, que se anticipa a las posibles consecuencias y planifica para obtener los mejores resultados. Un Dios de excelencia en todas las cosas.

Extracto del libro «Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes: Números-Deuteronomio»

Por Edgardo Tosoni

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