Pasaje Clave: Lucas 15:11.

Cien ovejas, diez monedas, si todo hubiera terminado ahí, hubiéramos sentido que faltaba algo. Jesús nos va acercando paulatinamente a esta historia, su parábola más conocida. Nos guía de la mano hacia un desenlace que bien podría tener fuegos artificiales de fondo y una banda sonora apoteósica. Un momento de pausa y silencio dramático antes de seguir, debemos reflexionar acerca de todo lo anterior.
Sería genial que Jesús también nos contara la explicación de las historias, la aplicación práctica.
Un buen final de sermón. Nuestra mente pragmática nos lo demanda.
¿Qué quería decir todo lo anterior?
Pero nuestro Señor no acostumbraba a explicar demasiado, sólo sugería, invitaba, y dejaba abiertos los finales para que participásemos de ellos. Usaba más el lenguaje poético que la teología sistemática. Aprendamos.
Termina la pausa, Jesús respira, y entonces también dijo ¡Otra parábola! ¿Para qué? Los fariseos, los escribas, los pecadores, los publicanos… Todos podían sentirse identificados con alguno de los personajes, algunos ya habían comprendido mucho más acerca de su identidad y posición frente a Dios, y habían conocido de manera más profunda cómo Jesús, cómo Dios, ve las cosas.
¿Es necesaria la última parábola? sí. Y de nuevo contará lo mismo, (más o menos) pero en este caso lo que se pierde es realmente lo que está perdido. Los hijos. Y sin más esperas nos presenta los personajes que aparecerán tras el telón comenzando por el protagonista, como en las dos historias anteriores: un hombre.
Y sí, no será el que más líneas de la historia ocupe, pero sin duda su fi gura opacará la de todos los demás.
Sus palabras, entereza y decisiones respecto a los otros protagonistas marcarán el ritmo de la historia y su voz determinará el final.
¿Cómo es este hombre? Aún no lo sabemos, pero tenía dos hijos; por lo tanto era un padre. Y eso es todo lo que importa.
¿A qué se dedicaba? No nos lo dice. ¿Dónde vivía? ¿Cuál es Su Nombre? (…)

¿Para qué quieres saberlo? Lo importante en esta historia es que no actuará como alguien que tiene un oficio, o que es de un lugar concreto, o que tiene costumbres y tradiciones que respetar. Actuará en todo momento como Padre.
Y es que Dios tiene aspectos increíbles en su Ser. Él es mucho más de lo que mi mente puede abarcar, su eternidad es demasiado para mí y jamás podré conocer todo lo que atañe a su Persona. Pero para nosotros lo importante es que Él es un padre, el Padre. Y actuará como tal. Es a ese Padre al que Jesús vino a mostrar. Dios, el trascendente, es mucho más, nadie lo ha visto jamás pero se nos revela sobretodo, como padre.
Este hombre en la parábola pondrá por encima su paternidad antes que su posición dentro del pueblo, o su respetable honorabilidad, o su señorío en la hacienda. Solo será el padre. Que tiene hijos, dos. Cada uno con una forma propia de ser y con su cuota de protagonismo en la historia. Dos tipos de personas representadas en dos hijos, uno mayor que el otro, con sus particularidades, pero hijos al fin y al cabo.
Ahora el porcentaje sí es crítico, el cincuenta por ciento. Hay mucho en juego. No por el número.
Estamos hablando de hijos. Cuando hablamos de un hijo los porcentajes ya no importan. Aún así, el padre tendrá que esforzarse por salvar el cien por cien de los suyos. Al principio parecerá solo un actor secundario, se mantendrá en un segundo plano, a la sombra, pero mientras avanza la historia, el padre va adquiriendo más protagonismo, marcará el ritmo y los momentos cruciales. Suyas serán las decisiones que nos sorprendan y las reflexiones más profundas.
Esperaremos sus reacciones frente a los hechos de sus hijos, y eso nos hablará de cómo reacciona Dios ante nosotros. Se humillará a sí mismo, en los dos casos.
Porque la historia es de dos hijos, dos tipos de personas, como las que estaban escuchando las parábolas de la boca de Jesús: hijos menores perdidos e hijos mayores que creen que están en casa pero que siguen lejos del corazón de Papá.

PARA VOLAR

1. ¿Qué características tiene la paternidad de Dios para ti?
2. ¿Cómo ve la gente a Dios? ¿Cómo lo ves tú?
¿Qué imágenes o metáforas se usan para describirlo?
3. ¿Es importante para nuestro desarrollo espiritual conocer a Dios como Padre? ¿Por qué? ¿En qué influye?

Extracto del libro «Perdido»

Por Alex Sampedro

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