Pasaje Clave: Lucas 15:4.
Jesús empieza con una pregunta retórica y capta toda nuestra atención…
Lo mejor es apelar directamente a los oyentes y hacerles partícipes de la historia con una pregunta retórica, hablando de experiencias y sentimientos compartidos alrededor de un tema. Solo Dios mismo podría explicar sus secretos de maneras sencillas, comparándose, por ejemplo, con un pastor que teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas no…
Un momento. No vayamos tan rápido.
¿Dios pierde cosas? ¿O se pierden solas? ¿Por qué se pierden?¿Por qué permite Dios que se pierdan? ¿A dónde se va una oveja cuando se pierde?
Este pastor es con toda probabilidad el dueño de las ovejas. Es probable que haya visto nacer a la mayoría. Es un rebaño medio y lo común en aquella época era que un rebaño de ese tamaño tuviera un pastor que fuese a la vez su propietario y cuidador. De las cien. Él las valora a todas, las conoce y reconoce sin dificultad y está pendiente de ellas.
¿Por qué entonces se pierde una oveja?
Las ovejas no son animales muy inteligentes. Su sentido de la orientación es pobre. No han nacido para andar sueltas por ahí.
En Israel el terreno es escarpado, es un lugar peligroso para las ovejas si andan sueltas. El pastor debe ir por delante para examinar el terreno por el que después las ovejas le seguirán. Valles, montañas, peñascos, precipicios, hay que ir con cuidado. A veces las pierde de vista. Pero a su voz, todas las ovejas obedecen. Él grita desde lejos, ellas le siguen.
Tienen que limitarse a oír y obedecer. Se les va la vida en ello.
Si Jesús tuviera que definir qué es ser parte de su rebaño diría esto: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen” (Juan 10:27).
Sencillo: Oír, ser conocido, seguir.
Sigamos.
Las ovejas no han nacido para andar sueltas, forman parte de un rebaño, siempre. Han nacido para tener un pastor.
Los seres humanos no hemos nacido para ser independientes. Esa es la gran estafa cósmica en la que vivimos. Esa es la primera tentación, desde Adán. Queremos ser nuestros propios dueños: Seréis como Dios.
Creemos firmemente en nuestra independencia, pero en realidad, no hemos nacido para estar solos. Estar solo es estar perdido.
Nunca verás a una oveja que no tiene pastor. Todas seguimos a alguien. Todos escuchamos una voz a la que seguimos. ¿Cuál es la voz que decidimos seguir? Esa es la pregunta.
¿Quién pastorea tu vida? El dinero, la fama, la posición, la seguridad, el miedo, las expectativas de otros, la sexualidad mal entendida, el bienestar, los placeres, una vocación, un sueño frustrado, una herida, entretenimiento…
Todas ellas quieren dirigir nuestras vidas, quieren decirnos cuál es el camino. Jesús los llama asalariados. Aparentes pastores que te guían pero que no buscan tu bien y cuando venga el lobo no darán su vida por ti.
Hay muchos lobos sueltos en el campo pero hay uno al que todos nos debemos enfrentar tarde o temprano: La muerte. Y frente a eso solo Jesús, el buen pastor, dará la cara. Los demás, las otras voces, te dejarán vendido y te demostrarán que nunca les importaste demasiado.
Pero Jesús es el buen pastor, y el buen pastor, su vida da por sus ovejas.
Reconozcámoslo: Oímos voces. Esas voces constantes en nuestra cabeza reclaman nuestra atención y obediencia porque el ser humano nunca está exento de ser un seguidor, siempre sigue. Siempre adora a alguien, y las aparentes decisiones libres que toma son respuestas de obediencia a alguna de esas voces.
Creemos que somos libres, cuando quizá solamente estemos siendo engañados por seguir una voz que en realidad no nos pastorea sino que nos guía al desastre, a la muerte.
Por eso. No podemos estar sin pastor.
El pastor en algún momento se da cuenta de que le falta una. Y se preocupa.
Casi sin pensarlo toma una decisión: deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, casi como un acto reflejo.
¿Qué valor tiene esa oveja perdida en comparación con las otras que no se han ido, que parecen más prudentes? ¿Vale la pena que el pastor se arriesgue dejando las 99 en un aprisco improvisado de arbustos en mitad de la montaña para intentar rescatar a solo una sin garantía de éxito? ¿qué mueve al pastor? Los números no, sin duda, el interés propio tampoco.
¿Cuál es su valor? Comparativamente no vale nada, o muy poco.
Esa oveja no es importante en sí misma, pero en el momento en el que el pastor deja las noventa y nueve, esa oveja vale un rebaño, porque el pastor lo decide así. Es la decisión libre del pastor la que le da valor a la oveja. La oveja, si el pastor no sale a buscarla, solo es carne para lobos.
Pero el pastor la ama, la ha visto nacer, la quiere, no por su valor objetivo sino por decisión propia.
A veces contamos la historia al revés.
Decimos: El ser humano vale mucho, por eso, Dios no tuvo más remedio que amarnos y dar su vida por nosotros. No tuvo opción. Somos tan especiales que si Dios no nos amase no sería bueno ni inteligente. ¡El cielo está tan vacío sin mí! Yo valgo, por eso Dios me ama.
Pero la realidad es muy distinta: Dios me ama, por eso yo valgo.
Si Dios no me amase, si Dios no existiese, si no estuviera ahí observándome, preocupado por mí desde la eternidad, solo sería un puñado de átomos (en realidad unos cuantos más) que está condenado a saber que existe en algún sentido y que en algún momento desaparecerá y solo habrá sido un soplo.
Pero si le importo a Jesús, si valgo para el Creador, entonces mi valor es Eterno, no por mí, por Él.
La base objetiva de mi autoestima está en el valor que Dios me da, en la importancia que Él decide darme y el precio que me pone. Él mismo, su propia vida, por mí. Se entrega por una oveja perdida y desobediente a la que ama tanto como a un rebaño entero de ovejas que no se pierden. ¡Gracias Dios por amarme así! Lo dejaste todo y decidiste cumplir con una misión de rescate. ¿Quién sería capaz de despojarse de todo eso por una simple oveja hasta encontrarla?
Solo Jesús. Por amor. Para darme valor.
Y ¿de qué depende que un pastor encuentre a la oveja? Sin duda, no de la capacidad de la oveja. No puede encontrarse a sí misma y está desorientada. El único mérito que podría tener sería quejarse, quejarse fuerte, hacer ruido y poco más.
Un pastor encuentra a la oveja si es un buen pastor.
La torpeza de la oveja la ha apartado del redil pero aunque en su experiencia quizá esté muy lejos, su pastor conoce el terreno y corre en su búsqueda, no tardará en encontrarla, sabe dónde buscar.
Si tu pastor es Jesús, Jesús es muy bueno, sabe hacer su trabajo, da igual cuánto corras, da igual cuán perdido estés según tu perspectiva.
Él te encontrará. Lo hizo conmigo, lo hace contigo. Porque es el Buen Pastor.
Conoce el terreno del alma, del mundo, de tu pasado y presente. A ti te parece un terreno peligroso, Jesús lo conoce bien, Él sabe qué hacer. ¿Quién es tu pastor?
PARA VOLAR
1. ¿Qué explicación razonable tiene que un pastor deje 99 ovejas para ir a buscar 1 que se ha perdido por méritos propios?
2. ¿Cómo reconoces la voz del pastor?
¿Cómo sabes que no es la tuya propia o la de otro?
3. ¿Qué ideas o sugerencias le darías a una oveja para que cogiera destreza en el seguimiento y no se perdiera?
Crea una lista de consejos para ovejas torpes.
Extracto del libro «Perdido»
Por Alex Sampedro