La actualización de los métodos

La posmodernidad descalificó muchos métodos que en la modernidad eran efec­tivos. Hace unos años Maleo Petterson decía: «Es hora de dejar los métodos de los cincuenta en el museo y movilizar a nuestros adolescentes para servir en los noven­ta». Ahora estamos al otro lado del año dos mil. El cambio de milenio acrecienta la necesidad de preguntarnos: ¿Por qué hacemos lo que hacemos? ¿Funciona? Si estamos de acuerdo en que las tendencias sociales progresan y varían y en que la problemática adolescente de nuestro tiempo y espacio es particular tendremos que estar de acuerdo en afirmar que nuestros métodos deben ser revisados, al punto de adquirir verdadero contacto con la realidad de nuestro contexto. La planeación de las actividades debe prever la utilización de recursos propios de nuestro tiempo. Si admitimos que la sociedad está mediatizada y reconocemos que el noventa por ciento del tiempo los adolescentes están en contacto con la música de las «FM» no podemos tardar en darnos cuenta de que nuestro programa debería considerar qué tiene la radio que podemos traer a nuestras actividades. La discusión de películas de video, la distribución de videoclips con mensajes cristianos, la concurrencia u organización de conciertos, el uso de tecnología, páginas de Internet y demás acti­vidades deben planearse activamente como parte de la estrategia «espiritual» de la iglesia. Los ejemplos de componentes audiovisuales son muchos, pero lo cierto es que para los adolescentes que no fueron criados en la iglesia el sistema «reunión de predicación» es una píldora muy difícil de tragar.

Pluralismo, globalización, posmodernidad, nuevo milenio, revolución, variedad, son todos conceptos y realidades que nos reclaman un esfuerzo mayor a la hora de establecer nuestros métodos y por eso los líderes que trabajan con esta cultura emergente tienen que estar bien empapados de reflexión en este sentido.

La siguiente es una lista de preguntas que se hacen los líderes que no quieren dejar que las nubes de estancamiento nublen su visión y sus estrategias:

  1. ¿Hasta qué punto mi metodología de trabajo es el resultado de mi contexto socioeconómico y mi tradición religiosa?
  2. ¿Hasta qué punto estoy dispuesto a leer, aprender y cambiar para llevar a cabo un ministerio juvenil cada vez más efectivo?
  3. ¿Qué puedo hacer para entender mejor a mis adolescentes?
  4. ¿Cómo puedo ajustar mejor mi ministerio a los propósitos básicos del minis­terio juvenil?
  5. ¿Está mi diagrama de variables ordenado últimamente?
  6. ¿Hay algún grupo o alguna edad que está siendo descuidada o necesita un liderazgo distinto?
  7. ¿Qué características del liderazgo efectivo están más flojas en mi vida y cómo puedo seguir creciendo en ellas?
  8. ¿En qué andan mis jóvenes y los que quiero alcanzar ahora?

Si como ministros juveniles nos aseguramos de permanecer respondiendo a estas preguntas con humildad y poniendo en práctica los cambios necesarios que fluyan de sus respuestas con audacia, será más fácil seguir avanzando.

Extracto del libro “El Ministerio Juvenil Efectivo”

Por Lucas Leys


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