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Edificar un ministerio juvenil en crecimiento no es lo mismo que mantener un grupo de amigos jóvenes cristianos. Mantener un grupo y construir un ministerio están en las puntas opuestas de la recta ministerial. Me acuerdo de cuando por pri­mera vez corregí el lenguaje en nuestra congregación y empecé a pedirles a los líde­res del equipo no llamar más a nuestro grupo así: «grupo». Esa es una palabra cerra­da, les expliqué. Piensen en la joven que viene por primera vez y escucha hablar del grupo de jóvenes de la iglesia. Ella no es parte. Si usamos la palabra ministerio, aun­que de primera impresión no la entienda, sabe que esto es para ella. Dejar de llamar al grupo «grupo,» nos ayudó a tener una mayor mentalidad de misión y darnos cuen­ta de que Dios no nos llamaba a tener un grupo sino un ministerio a la juventud.

Pero más allá del lenguaje, la ausencia de las seis claves es el gran síntoma para diferenciar iglesias orientadas a mantener un grupo de jóvenes e iglesias orientadas a construir un ministerio a la nueva generación. Como dijimos al principio de este libro, no es que los elementos no estén presentes sino que su presencia y conexión es difu­sa para la mayoría de los participantes. La siguiente tabla marca algunas de las dife­rencias entre mantener un grupo de jóvenes y edificar un ministerio juvenil efectivo:

Manteniendo un grupo de jóvenes Construyendo un ministerio juvenil
• Motivados por la actividad • Motivados por propósitos
• Ocupados en solo un área • Ministerio integral
• Líderes que se autoabastecen • Se satisfacen las necesidades esencia­les de los adolescentes
• Foco introvertido – contentos con una elite • Foco extrovertido – compasivos con los perdidos
• Crecimiento mínimo o cíclico

• Canciones y juegos sin propósito

• Crecimiento consistente

• Adoración y actividades divertidas y atractivas con un fin.

• Mantener las tradiciones • Se pregunta ¿por qué? y ¿está trabajando?
• Ocupado en la propia agenda • Enfocado en el trabajo del reino

 

Todos los elementos de este contraste están discutidos en alguna parte de este libro. Pero a veces es más fácil definir lo que debemos ser por lo que no debemos ser. En este caso, al construir un ministerio juvenil las iglesias locales dejan de ser:

  • Un freezer: no debemos pensar que nuestra tarea es meramente «mantener» a los jóvenes para que no se echen a perder. Nuestra tarea es equipar a una gene­ración para ser sal y luz de la tierra (Mateo 5:13-14).
  • Un circo: no estamos para entretenerlos sanamente. La diversión es un exce­lente medio pero al hablar de la actualización de los métodos y la programación atractiva no quiero decir que debemos trabajar para que los chicos estén contentos y crean que sus líderes son muy populares. La iglesia debe equipar a líderes efec­tivos que trabajan en la transformación de esta generación a la imagen de Cristo.
  • Un convento: donde construyamos una realidad tan alternativa que nuestros chicos no sepan dialogar misericordiosamente con sus pares no cristianos y no sepan dar respuestas entendibles acerca de su fe. Las iglesias locales deben ser estaciones de servicio donde los líderes nutren a sus jóvenes con los valores del evangelio para ir a dialogar con su cultura y mostrarle el camino de Dios.
  • Una escuela: no estamos para simplemente llenarlos de información bíblica. Nuestra tarea no es tanto informativa como formativa. Recuerda los jóvenes no son vasos que se llenan sino fuegos que se encienden.

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