Pasaje clave: Levíticos 13 al 15.

Encontrarás en estos tres capítulos nuevas indicaciones de Dios para tratar con la enfermedad de la lepra, con las erupciones de la piel, con la menstruación y con la eyaculación de semen… ¡¿Queeeé?!
Sí, estas leyendo bien.
Aún en estas cosas Dios le indicó a su pueblo medidas higiénicas y sanitarias para la prevención de enfermedades y para evitar que estas se propagasen entre el pueblo. Y por supuesto, en cada una de éstas ordenanzas, estaba implícito el llamado a vivir en santidad.

La Enfermedad de la Lepra

¿Qué era lo primero que debía hacer la persona que notara algún tipo de mancha “extraña” en su piel? (13:2).
¿Cómo reconocería el sacerdote la diferencia entre la lepra y alguna erupción de la piel? (13:3 al 6, 16-17, 23, 28, 33-34, 38-39).
¿Qué diferentes orígenes podía tener la lepra? (13:7 al 15, 18 al 22, 24 al 27, 29 al 36, 42 al 44).
Y si realmente tenía lepra, ¿qué se hacía con la persona? (13:45-46).
¿Qué hacían con la ropa y con los objetos contaminados con lepra? (13:47 al 55).
¿Y con una casa contaminada con lepra? (14:36 al 45).
¿Qué sucedía con aquel que se quedara en esa casa? (14:46-47).
¿Cómo se purificaba la persona que había sido declarada limpia por el sacerdote? (14:2 al 32).
¿Cómo se purificaban los objetos declarados limpios? (13:53-54, 58. 14:48 al 53).

¡No entiendo!
¿Por qué la persona con lepra tenía que ser alejada de todos y vivir fuera del campamento?
¿Y por qué las cosas y casas contaminadas con lepra debían ser quemadas o destruidas?
Si Dios es paciente y misericordioso, ¿por qué, entonces, da órdenes tan duras y terminantes?

Creo que hay dos razones fundamentales:
 1º. Una razón sanitaria. Porque la lepra es una enfermedad contagiosa y en ese tiempo no había cura. Diezmaba poblaciones enteras y por lo tanto, para preservar la salud del resto del pueblo, los enfermos no podían vivir con los sanos.
 2º. Una razón espiritual. Porque la lepra es un símbolo del pecado. Como la lepra, el pecado es contagioso, el pecado enferma y el pecado mata. El poder del pecado está en nuestro interior y en cualquier momento puede manifestarse.

¿Qué pasa cuando descuidas tu relación personal con Dios?
Cuando “te olvidas” de la Palabra de Dios, cuando “no tienes ganas” de orar, cuando pasas la mayor parte del tiempo con personas no cristianas o cuando no quieres congregar. El pecado comienza a manifestarse.
Pero no aparece de golpe. Es como la lepra. Primero son unas pequeñas llaguitas y luego se extiende por todo el cuerpo.
Sientes “pequeños” orgullos, “pequeños” deseos de hacer lo que se te da la gana, “pequeñas” envidias, “pequeñas” ambiciones, “pequeños enojos”, “pequeños rencores”, “pequeñas mentiras”, “pequeñas venganzas”, “pequeñas adicciones”.
Son “pequeños” pecados para algunos, “cosas de pibes” para otros, pero si no tratas con ellos, rápidamente te contaminarán y lo “pequeño” se hará grande y te dominará totalmente.
¿Qué hacia la persona enferma? Iba al sacerdote para ser examinada.
Hoy necesitas ir a Jesús para que te limpie. Y necesitas ir a tus líderes y pastores para que te ayuden a tratar con aquellos pecados que te tratan mal.

Piénsalo.

Jesús venció al pecado en la cruz. Tú y yo no podemos “ganarle” al pecado sin el poder de Cristo. El pecado tiene poder y puede vencernos fácilmente si no tomamos en cuenta la victoria de Jesús. Pero si vives en Cristo, si tienes una fuerte comunión con Él, si mantienes tu vida llena de su Palabra y en tus debilidades buscas el poder de Jesús, el pecado estará bajo tu autoridad.

Extracto del libro «Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes: Éxodo-Levítico»

Por Edgardo Tosoni

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