Por precio fuisteis comprados; no os hagáis esclavos de los hombres (1º Corintios 7:23)

No hay manera de escaparse de la realidad de que muchos jóvenes consumen drogas. Este drama nos pega a todos, estemos o no involucrados directamente en el asunto. Cuando pienso en estas sustancias y en el abuso que hacen de ellas muchos jóvenes, viene a mi memoria una enseñanza proveniente de los esquimales.

Siguiendo su tradición, estos habitantes del polo norte hacen algo muy interesante para cazar lobos: cubren una cuchilla o navaja grande y bien afilada con sangre de animales y dejan que la sangre se congele alrededor de la cuchilla. Vuelven a sumergir la cuchilla en sangre y nuevamente dejan que se congele, repitiendo el mismo procedimiento tres o cuatro veces. Una vez que la sangre congelada cubre bien la cuchilla, la colocan en el hielo con el filo hacia arriba y allí la dejan en un lugar que resulte accesible a los lobos.

Cuando un lobo se acerca a la cuchilla, comienza a lamerla tratando de gustar la sangre. Primero lo hace despacio y después de manera vigorosa. El gusto de la sangre congelada es como una golosina para los lobos. Lo que el lobo no se da cuenta es que mientras lame la sangre, su lengua se está congelando a la vez que se descongela la cuchilla. El gusto de la sangre, más su lengua insensibilizada por el frío, hacen que el lobo no se dé cuenta que ya está al filo de la cuchilla. ¡Y menos todavía cuando ya está abierto su apetito! Su gusto por la sangre hace que no advierta que ahora ha comenzado a lamer su propia sangre. A la mañana siguiente, no lejos de allí, los esquimales encuentran muerto al lobo.

Muchos jóvenes comienzan con las drogas por la misma razón por la que el lobo comienza a lamer la cuchilla. Al principio parece seguro. El gusto de la sangre incita al lobo a probar más y más, pero luego termina matándolo. Pablo escribió a los romanos que la paga del pecado es muerte (Romanos 6.23), y yo creo que no se refería solamente a la muerte física o al infierno. El pecado es siempre autodestrucción. El pecado hace que tu vida espiritual se seque.

PERO, ¿CÓMO COMIENZA EL PROCESO?

¿Por qué hay jóvenes que se drogan? No hay una única respuesta. Sin embargo, hay distintas circunstancias que se repiten una y otra vez cuando alguien se mete en drogas. Hace años que trabajo con jóvenes. He visto a jóvenes volverse adictos a las drogas, hablé con varios de ellos durante su adicción y tuve el privilegio de ver a varios de ellos salir del problema. Les hice la pregunta del por qué. Las primeras respuestas que me dieron sobre por qué se habían metido en las drogas fueron: la presión de los amigos, el probar algo nuevo, la curiosidad, el miedo, el deseo de estar ‘en onda’, la rebeldía hacia los padres o la pura diversión. Casi todas parecen razones lógicas para cualquier adolescente. ¿Qué joven no quiere ser aceptado por los amigos, independizarse de los padres o divertirse? Sin embargo, al hablar con ellos en un nivel más personal e íntimo, admiten que al recurrir a las drogas lo hacen para cubrir alguna necesidad profunda, no por el simple gusto de la sustancia. La pregunta decisiva es si verdaderamente consiguen cubrir esa necesidad. ¿Será que a través de los vicios obtenemos lo que estamos buscando?

Tomadas en conjunto, las adicciones son la primera causa de muerte en el mundo. También son la primera causa de defectos congénitos, es decir, de consecuencias negativas que pueden pasar de una generación a la siguiente, y de muertes por accidentes de tránsito, incendios, ahogamientos, suicidios, asaltos, casos de abusos a menores, violencia en el hogar. Las cárceles e instituciones de salud mental están abarrotadas de jóvenes adictos.

Esta es la escalofriante realidad de lo que se ‘logra’ con las drogas. Algunos jóvenes seguirán insistiendo que las drogas son inofensivas. No saben lo que dicen, porque la verdad es que en cada experiencia con las drogas la persona pierde algo. Cualquiera sea la sustancia, drogarse produce una alteración de los sentidos que resulta en alguna, varias o todas las siguientes pérdidas:

1. Perder la habilidad de entender racionalmente. Bajo el efecto inicial de euforia, la persona ya está demasiado estimulada como para hacer pleno uso del razonamiento. Pasado el efecto inicial, la persona siente profundo sueño, depresión, irritabilidad, pánico o algún otro síntoma secundario, y tampoco está en pleno uso de sus facultades mentales. El doctor Alan I. Lesher, director del Instituto Nacional sobre Abuso de Drogas, en los Estados Unidos, asegura que ‘las investigaciones más recientes muestran que hasta el uso ocasional de drogas como la cocaína afectan al cerebro: éste manda señales al cuerpo solicitando dosis más grandes de la droga ingerida, y además la persona pierde agilidad para funcionar.

2. Perder el sentido de personalidad e identidad. Especialmente las drogas con efectos alucinógenos hacen que la persona adicta pierda el estado de conciencia y prácticamente olvide quién es y cómo se comporta habitualmente. Los que recurren a las drogas para ‘olvidar’ o escapar suelen buscar conscientemente este efecto deshumanizante. Pero luego la alteración produce mayor confusión y culpa.

3. Perder completamente la dimensión moral. Bajo el efecto de las drogas la persona distorsiona las barreras entre lo que está bien y es seguro, y lo que es malo y peligroso. Por ejemplo, es bien conocida la relación que hay entre las drogas y el sida, porque la persona drogada no toma precauciones ni con el uso de jeringas ni con los contactos sexuales. Entre los adictos es frecuente incurrir en conductas que en estado consciente no aprobarían, como matar a un ser querido o practicar la automutilación. Bajo el efecto de las drogas aumentan enormemente las posibilidades de cometer un crimen.

4. Perder la correcta percepción del espacio y de las distancias. También es bien conocida la relación entre los accidentes de tránsito y la drogadicción. Así como ocurre en una borrachera, algunas drogas confunden a la persona a tal punto que les resulta difícil mantener el equilibrio o calcular las distancias.

5. Perder la correcta percepción de colores, texturas y tamaños. Cuando la adicción avanza y se llega a las alucinaciones, todo comienza a resultar confuso. Obviamente esta es una situación muy peligrosa para cualquier individuo. La alteración cada vez mayor de los sentidos de una persona adicta suele producir severos trastornos psiquiátricos.

6. Perder la percepción del tiempo pasado, presente y futuro. Otro efecto conocido es el de la confusión en la dimensión temporal. Pasada la influencia temporal de las drogas, muchos jóvenes ni siquiera recuerdan lo que hicieron y pueden estar durante horas confundidos respecto a dónde están, por qué y hacia dónde iban.

Extracto del libro Rebeldes Con Causa

Por Lucas Leys

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