¡PIDE A LOS DEMÁS!
Cuando tenías cuatro años de edad eras muy bueno para pedir. «Mamá, ¿me compras un helado?» «Papá, ¿me compras un pistola de agua?» Quizá todavía seas muy bueno para pedir regalos, dinero, favores o cualquier otra cosa a tus papás. Pero tal vez te has olvidado de pedir ayuda a otras personas. Si has hecho todo tu esfuerzo para arreglar tu bicicleta, entender el programa de la computadora o juntar al equipo de futbol y estás completamente atascado, pregúntate a quién conoces que te pueda ayudar. Vecinos, maestros y amigos normalmente están más que dispuestos a ayudar. Pero no pueden hacerlo si no se los pides. Las personas pueden ser muy solícitas y generosas con su tiempo. Y pueden ayudar especialmente si ven que ya has hecho un gran esfuerzo. En pocas palabras: Si no pides, no recibes.
APRENDE DE LA GENTE
Tú aprendiste a hablar escuchando a tu familia y amigos. Aprendiste a caminar, comer, cantar y a hacer la mayoría de las cosas observando a la gente a tu alrededor. Ellos fueron tus modelos. ¡Y adivina qué! Esa técnica aún funciona. Si quieres mejorar en algún aspecto, estudia a otras personas. Observa cómo camina la gente segura, y camina como ellos. Escucha cómo habla la gente segura, y habla como ellos. Encuentra a una persona rica, ¡y ahorra como ella!
Si quieres ser un buen estudiante, un gran deportista o un músico de primera, encuentra un buen modelo. Haz preguntas. Métete en sus cabezas. Aprende a pensar como ellos piensan. Por supuesto, con el tiempo desarrollarás tu propio estilo, ¡pero un buen modelo puede ponerte en marcha!
CONFIESA ANTES DE QUE SE DEN CUENTA
Imagina que pediste prestado el auto nuevo de papá. Las últimas palabras que él te dijo fueron: «Hagas lo que hagas, no lo vayas a rayar». No pasan ni 20 minutos que saliste del garaje cuando le das a un semáforo y rayas la pintura de la puerta del conductor.
Cuando regresas a casa esa noche esperas que tu papá esté dormido. Así no tendrás que decirle. Desgraciadamente está viendo televisión, de modo que te dices: «Papá está descansando, no quiero molestarlo. Le diré más tarde». Al poco rato él apaga la televisión. Te dices otra vez: «No quiero arruinarle la noche. Le diré en la mañana». Cuando te levantas a la mañana siguiente papá está desayunando, y piensas: «Si le digo ahora le dará una indigestión. Mejor le digo después». Suena el teléfono. Es uno de los empleados de papá con la noticia de un problema en el trabajo. ¡Parece que papá está molesto por la llamada!
«Ahorita está enojado», te dices, «¡será mejor no decirle sobre el auto en este momento!» Enseguida papá se dirige al garaje, ve su auto y regresa precipitadamente a la casa. Ahora está realmente furioso. Ahora quiere matarte. Fíjate en lo que pasó aquí. Pospusiste lo inevitable. En vez de decir a papá desde el principio te sometiste a 12 horas más de estrés. Cuando él lo descubrió, ¡obtuviste más estrés!
Si cometes un error, el mejor momento para reconocerlo es lo más pronto posible. Eso disminuye tu sufrimiento y la gente, aun los papás, respetarán tu honestidad y tu valor. En pocas palabras: La vida funciona mejor cuando asumimos el control de la situación. Si cometiste un error grave, cuéntalo antes de que lo descubran.
Extracto del libro Sé Un Adolescente Feliz
Por Andrew Matthews