EN LAS FILAS DE EMPUJE

Fue toda una revelación para los discípulos el descubrimiento de que «aún los demonios se nos sujetan en tu nombre» (Lucas 10:17). Este pasaje nos da la idea de un grupo de soldados que se ponen en posición de atención y que acatan con precisión las órdenes de su comandante. Jesús nos estaba diciendo que los demonios son los soldados y, en Cristo, nosotros somos los generales. Los demonios deben hacer lo que les mandemos en el nombre de Cristo.

A veces vemos, erróneamente, a Dios y Su reino en un lado y a Satanás y su reino en el otro. Ambos reinos parecen muy poderosos y, aquí, nos encontramos nosotros, en el medio, atrapados, como en el juego de «tirar de la cuerda». A veces parece que Dios está ganando y, otras, el diablo parece tener la ventaja. Nosotros aparentemente no tenemos ni voz ni voto en cuanto a quién ganará la batalla.

Pero no es así la cosa, la autoridad espiritual no es como el juego donde tiramos de la cuerda compitiendo a nivel horizontal; la autoridad espiritual es una cadena de mando vertical. Jesucristo tiene toda potestad en el cielo y en la tierra (Mateo 28:18). Él está por encima de todo. Él ha dado Su autoridad y poder a Sus hijos para que sean usados en Su nombre (Lucas 10:17); nosotros estamos bajo Su autoridad. ¿Qué pasa con Satanás y sus demonios? Están aplastados, sujetos por la autoridad que Cristo nos ha dado. No tienen derecho a mandar en nuestras vidas como tampoco el soldado de mandar al general a limpiar la letrina.

Entonces ¿por qué el reino de las tinieblas ejerce tan mala influencia en el mundo y en las vidas de tantos jóvenes cristianos? Porque el diablo es un excelente mentiroso. El poder del diablo no es igual al de Dios; Satanás ha sido totalmente derrotado, pero si logra engañarte para que creas que tiene más poder y autoridad que tú, ¡vivirás como si así fuera! A ti se te ha dado autoridad sobre el reino de las tinieblas, pero si no lo crees ni la usas es como si no la tuvieras.

LA CREDENCIAL DE AUTORIDAD DE JESUS EN EL MUNDO ACTUAL

Los cristianos actualmente disfrutan del mismo derecho a afirmar la autoridad de Cristo en el mundo espiritual que tuvieron aquellos discípulos que fueron personalmente enviados por El. Tenemos, efectivamente, una ventaja aún mayor en materia de guerra espiritual que los primeros discípulos debido a la muerte, resurrección y ascensión de Cristo y el derramamiento del Espíritu Santo. Ellos estuvieron con Cristo (Marcos 3:14-15) pero nosotros estamos en Cristo.

Esa era la gran noticia de Pablo en el comienzo de la carta a los Efesios. Fíjate cuántas veces menciona nuestra posición en Cristo: «Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo» (versículos 3 y 4)… «para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado, en quién tenemos redención por su sangre» (versículos 6 y 7)… «dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempo, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra» (versículos 9 y 10)… En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad, a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo. En él también vosotros habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa» (versículos 11-13).

Pablo quiso asegurarse de que nadie iba a pasar por alto este punto. Todo lo que tenemos es debido a nuestra relación personal con Cristo y Su Espíritu que habita en nosotros. Habiendo establecido firmemente la realidad de nuestra posición en Cristo, Pablo expresó en la siguiente oración el deseo de su corazón el cual era que los creyentes estuvieran llenos del Espíritu (Efesios 1:18-20).

Necesitamos que nuestros ojos interiores se abran porque nuestro problema no es que no estemos en Cristo, sino que no lo vemos ni lo entendemos. Al no entender quiénes somos, no vivimos la libertad y el fruto que acompañan a nuestra posición en Cristo.

Pablo sugiere también que nuestro problema en materia de autoridad en el mundo espiritual no es que estemos excluidos de la suprema grandeza del poder de Cristo, sino que, simplemente, no nos damos cuenta. Mientras no captemos que la autoridad de Cristo está a nuestra disposición, no ejerceremos esa autoridad en nuestras vidas y viviremos encadenados.

La razón por la cual Cristo nos dio Su autoridad fue para demostrar al reino de las tinieblas quién es el que manda realmente en este mundo. Pablo escribió: «A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo… para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales» (Efesios 3:8-10), «los lugares celestiales» no se refiere a un lugar físico sino a un ámbito espiritual.

¿Cómo estamos dando a conocer la victoria de Cristo a «los principados y potestades en los lugares celestiales»? No muy bien en la gran mayoría de los grupos de jóvenes. Algunos seguimos diciendo: «¿Cuáles principados y potestades? No estamos seguros que existan siquiera los demonios ¿Cómo, entonces, vamos a realizar nuestro trabajo en el mundo si no creemos lo que dice Dios sobre el reino de las tinieblas?»

Otros nos escondemos en un rincón suplicando: «¡Oh Señor, por favor, ayúdanos! ¡El diablo nos está rugiendo!» Y Dios responde: «Yo he hecho todo lo que iba a hacer. Derroté y desarmé a Satanás en la cruz. Les di toda la autoridad en Cristo que necesitan. Ahora, abran sus ojos. Dense cuenta de quiénes son y asuman su responsabilidad con la autoridad que ya tienen».

Extracto del libro Rompiendo Las Cadenas Edición Para Jóvenes

Por Neil T. Anderson y Dave Park

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