Una de las primeras personas con quien tuve —Neil— que tratar conflictos espirituales e influencias demoníacas fue Daisy. Ella era una cristiana, con graves problemas mentales y emocionales que se desarrollaron después que su padre se divorció de su madre. En un período de cinco años Daisy había sido internada en tres ocasiones en un hospital psiquiátrico. Luego de unas tres semanas de consejería encontró, por fin, el valor para contarme de las serpientes en su vida.

“¿Qué pasa con las serpientes?” —le pregunté. “Bueno, mire, por la noche, cuando estoy acostada, se arrastran sobre mi cuerpo” —confesó.

“¿Qué haces cuando llegan las serpientes?”. “Corro a mi mamá, pero siempre vuelven cuando estoy sola”. “Te voy a decir lo que harás” —proseguí—. “Cuando estés en tu cama y lleguen las serpientes, dirás en voz alta: ‘En el nombre de Cristo les mando que me dejen’”.

Daisy protestó: “No puedo hacer eso, no soy suficientemente madura ni fuerte”. No es cosa de tu madurez, sino de tu posición en Cristo. Tienes tanto derecho a resistir a Satanás y hacer que se vaya como lo tengo yo.

Daisy se retorció ante esa perspectiva: “Bueno, supongo que puedo hacerlo” —dijo suspirando y sonando como si hubiera aceptado beber aceite de castor.

A la semana siguiente cuando Daisy entró a mi oficina, exclamó: “¡se fueron las serpientes!”. ¡Qué bien! ¿por qué no me contaste antes de ellas? “Porque tenía miedo que también lo atacaran a usted. Ahora me doy cuenta que esto era solamente otro aspecto de la mentira de Satanás”. A los pocos meses Daisy estaba libre de la trampa del diablo y ejercía ministerio a los niños de la iglesia.

Antes que hablemos de la realidad y actividad de Satanás y sus demonios en el presente, tienes que entender tu posición de autoridad en Cristo sobre los poderes de las tinieblas. Santiago escribió: “resistid al diablo, y huirá de vosotros” (4:7). Pero si no le resistes, él no tiene por qué irse. Si te tapas hasta la cabeza con las sábanas, de puro miedo, y dices, “oh Dios, haz algo con estas influencias demoníacas”, los malos espíritus no tienen que irse. Tu responsabilidad es resistir al diablo basado en la autoridad que posees en Cristo.

LLEVANDO LA CREDENCIAL DE AUTORIDAD DE CRISTO

Cuando Jesús equipó a Sus discípulos para el ministerio, “habiendo reunido a sus doce discípulos, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios, y para sanar enfermedades. Y los envió a predicar el reino de Dios, y a sanar a los enfermos” (Lucas 9:1-2). Jesús sabía que cuando Sus discípulos empezaran a predicar y sanar enfermos, los poderes demoníacos tratarían de detenerlos, por lo cual les dio poder y autoridad sobre los demonios.

Jesús mandó después a setenta de Sus seguidores en una misión parecida y “volvieron los setenta con gozo, diciendo: “Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre” (Lucas 10:17). Estaban asombrados por la victoria que tuvieron sobre los espíritus malignos.

Pero Jesús rápidamente les recordó que había algo aún más importante que su autoridad sobre los poderes malignos: “Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos” (Lucas 10:19-20). Jesús decía que no se centraran en los demonios sino en Dios.

Esta es una buena advertencia para nosotros. Mientras aprendemos a usar nuestra autoridad sobre el reino de las tinieblas, podemos ser tentados a pasar todo nuestro tiempo estudiando el satanismo, el ocultismo, la Nueva Era y buscando demonios detrás de cada puerta pero la verdad es lo que nos libera, no cuánto sepamos de las mentiras de Satanás. No tendríamos autoridad en absoluto si no fuera por nuestra identidad de hijos de Dios y nuestra posición en Cristo. Quienes somos siempre es más importante que lo que hacemos.

EL DERECHO Y LA HABILIDAD

Jesús dio a la vez autoridad y poder a Sus discípulos ¿Cuál es la diferencia? La autoridad es el derecho a gobernar; es asunto de posición. Un oficial de policía tiene el derecho de detener el tráfico en el cruce de las calles porque tiene la posición de autoridad representada en su credencial. De igual manera Jesús dio a Sus discípulos Su credencial para que la llevaran consigo. Tenían el derecho de mandar a los demonios debido a su posición de seguidores de Aquel que tiene toda potestad en el cielo y en la tierra (Mateo 28:18).

El poder es la habilidad para mandar. El policía tiene la autoridad para detener el tráfico, pero no tiene la habilidad física de hacerlo así. Si trata de detener el tráfico por medio de su propio poder, probablemente lo atropellarán. Sin embargo, si pones en el medio del cruce de las calles un bloque de cemento de 20 metros cuadrados puede que no tenga la autoridad para hacer que los automóviles paren, pero, ¡ciertamente, tiene el poder para realizar la tarea!

Jesús dio a Sus discípulos la responsabilidad de proclamar las buenas nuevas y también las herramientas que necesitaban para hacer el trabajo. Si Jesús no les hubiera dado, a la vez, la autoridad y el poder en el mundo espiritual, los demonios se hubieran reído de sus débiles intentos y los hubieran hecho salir corriendo a esconderse. Puede que pienses, como Daisy, que no eres suficientemente maduro como para resistir demonios que tratan de interferir en tu vida y te dices “después de todo, apenas soy un adolescente. El diablo es más poderoso que yo”.

No tienes la habilidad de resistir a Satanás y sus demonios con tus propios recursos, pero en Cristo la tienes. Recuerda la historia de David y Goliat en que los israelitas miraron al gigante, llorando y dijeron “no podemos pelear con él” pero el joven David, probablemente un adolescente no más, miró a Goliat y dijo “¿Quién es este filisteo incircunciso, para que provoque a los escuadrones del Dios viviente?” (1 Samuel 17:26) entonces lo mató con su honda. El ejército vio a Goliat en relación a sí mismo y tembló. David vio a Goliat en relación a Dios y triunfó. Cuando te encuentres con los enemigos espirituales de tu alma recuerda: tú + Jesús = mayoría.

Un niñito, una abuela anciana o un adolescente tienen en Cristo la misma autoridad en el mundo espiritual que un pastor experimentado. Debemos gloriamos “en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne” (Filipenses 3:3).

Extracto del libro Rompiendo Las Cadenas Edición Para Jóvenes

Por Neil T. Anderson y Dave Park

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