#3. “DIOS DEBERÍA SOLUCIONAR MIS PROBLEMAS”.

Resulta paradójico que tantas jóvenes crean esta mentira, al tiempo que también llegan a creer que “Dios no se involucra realmente en mi vida”. ¿Cómo pueden ser ciertas ambas afirmaciones?

La mayoría de las jóvenes con quienes conversamos admitieron ser conscientes de que no deberían esperar que Dios solucionara sus problemas, pero reconocieron sin dificultad que sus acciones evidenciaban una creencia profana de que debería hacerlo. Así lo resumió una joven:

“Yo sé que no debería creer que Dios está obligado a solucionar mis problemas, pero muchas veces los cristianos pensamos así. La mayoría de personas que no tienen una vida de oración buscan a Dios cuando necesitan que Él les solucione un problema”.

CÓMO ORAN LAS ADOLESCENTES

La mayoría de las adolescentes que oran con regularidad confiesan que gran parte de su tiempo de oración lo dedican a pedirle a Dios.

  • 77% oran por un amigo o pariente enfermo.
  • 72% piden a Dios por sus necesidades personales.
  • 51% oran por asuntos mundiales.
  • 23% piden cosas materiales.

La oración ha de ser una comunión con Dios en dos direcciones. Debe incluir oírlo, alabarlo, darle gracias, esperar en Él, meditar en su Palabra y pedirle. Si gran parte de tu vida de oración se dedica a las peticiones, es probable que hayas creído la mentira de que “Dios debe solucionar mis problemas”.

Incluso muchos cristianos que sí tienen una vida de oración tienden a presentarle a Dios simplemente una lista de “tareas” en vez de gozar de una vida devocional equilibrada que incluya alabanza, acción de gracias, confesión, y oír al Señor. Esta mentalidad reduce a Dios a un genio cósmico que existe para agradarnos y servirnos. Además, da a entender que el propósito en la vida es ser libre de problemas, es decir, deshacerse de todo lo que sea difícil o desagradable.

A Dios le interesa más transformarte para que tú reflejes a Cristo que solucionar todos tus problemas. Dios no es ajeno a tus problemas. Él no está sentado en el cielo esperando a ver si logramos sobrevivir. No, el Dios de la Biblia es “nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (Sal.46:1). Sin embargo, su interés principal es formarnos en la semejanza de su Hijo Jesús, quien “por lo que padeció aprendió la obediencia” (Hb.5:8).

De hecho, la Biblia nos enseña que Dios usa las pruebas y dificultades en nuestra vida para ayudarnos a crecer. Santiago 1:2-4 dice que debemos gozarnos en nuestras pruebas, porque Dios prueba nuestra fe para que crezca y se fortalezca. Y Romanos 5:3-4 nos dice que “la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza”. Así que aun en nuestras pruebas y sufrimiento, ¡Dios obra en nuestras vidas!

Algunas de ustedes acertaron en sus apreciaciones sobre la importancia de someterse al sufrimiento que Dios permite en nuestra vida: Está bien pedirle a Dios que solucione tus problemas, pero tienes que ver más allá del problema y darte cuenta de que quizá Dios intente enseñarte algo por medio de ese problema. En realidad, tienes que humillarte y aceptar su voluntad. Hazte a un lado y di: “lo que tú pidas Señor”.

El enfoque de nuestra vida de oración no debe ser “esto es lo que quiero, Dios”, sino “¿qué quieres de mí, Señor?” En nuestro objetivo de llegar a ser como Cristo, debemos orar como Él oró. En su momento de mayor prueba, Jesús rogó: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú” (Mt.26:39). Aunque no oímos con frecuencia oraciones que reflejen esta clase de sumisión y obediencia, estamos llamadas a seguir el ejemplo de Cristo.

Yo (Nancy) viví mi primera gran prueba en este sentido el fin de semana de mi cumpleaños número veintiuno. Había estado de visita en casa de mis padres con mis seis hermanos. El sábado por la tarde, mis padres me llevaron al aeropuerto para tomar un vuelo de regreso a Virginia, donde yo servía en el equipo de una iglesia local. Como mi papá tenía pensado jugar tenis con unos amigos después de llevarme, llevaba puesta su ropa deportiva. Esa fue la última vez que lo vi.

Después de aterrizar en mi destino, una familia conocida salió a mi encuentro en el aeropuerto. Me dijeron que habían recibido una llamada de mi madre. Cuando yo le devolví la llamada, ella me contó que mi padre había sufrido un ataque cardiaco en el campo de tenis, y que había muerto antes de tocar tierra. Estaba con el Señor.

Era difícil de creer; apenas tenía 53 años, y mi madre solo 40. Sin aviso alguno quedó viuda con siete hijos, entre los ocho y los veintiún años. Mi papá amaba al Señor con fervor, y participaba activamente en el ministerio. Mis hermanos, mis hermanas y yo lo adorábamos, admirábamos su sabiduría y ejemplo de padre. Nunca más podríamos volver a sentarnos alrededor de la mesa para hablar con él, nunca más estaría ahí para aconsejarnos en las decisiones más importantes de nuestra vida, nunca asistiría a las bodas de sus hijos ni tomaría en sus brazos a ninguno de sus nietos.

A pesar de todo, al momento de oír la noticia de su partida, el Señor trajo a mi mente la paráfrasis de un versículo que había leído días antes: “Dios es bueno, y todo lo que hace es bueno” (Sal.119:68). Tras una pérdida tan grande, Dios en su gracia me recordó algo que mi padre había pasado años enseñándonos: que podemos confiar en Dios. Y en ese momento, Él afirmó mi corazón con la verdad de que la muerte de mi papá no era un “accidente” ni un error, sino que era parte de un buen plan que Él llevaba a cabo para glorificarse y ayudarme a ser más como Jesús.

Miro hacia atrás y estoy muy agradecida por haber tenido un papá que me enseñó a confiar en las determinaciones divinas, en vez de insistir en que Él solucione todos mis problemas. Fue un gran regalo que él me dejó.

VERDADES PARA EXTINGUIR MENTIRAS

Mentira: Dios debería solucionar mis problemas.

Verdad:

  • A Dios le interesa más transformarte que solucionar tus problemas (Hb.5:8, Stg.1:2-4, Ro.5:3-4).
  • Tu vida de oración no debe centrarse en lo que tú quieres, sino en lo que Dios quiere (Mt.6:33, 25:39).

Extracto del libro “Mentiras Que Las Jóvenes Creen”

Por Nancy Leigh DeMoss y Dannah Gresh

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