Cuando accidentalmente te muerdes la lengua es difícil pensar que el «dolor» es algo bueno. Pasa lo mismo cuando tienes una ampolla en el dedo gordo del pie… Pero ¿qué pasaría si no sintieras dolor? ¿Cuántas veces te arrancarías pedazos de lengua o te quemarías la espalda al bañarte? El dolor físico es un perfecto sistema de alarma que evita que haya mayores daños. Lo que nos dice es: «¡Será mejor que dejes de hacer lo que estás haciendo!»

¡Y adivina qué! El dolor emocional nos da el mismo tipo de mensajes. Si sufrimos continuamente —sentimos ira, envidia o resentimiento— puede que el dolor emocional nos esté diciendo: «¡Será mejor que dejes de pensar de ese modo!» Es decir:

  • ¡No esperes que tus amigos estén siempre de acuerdo contigo!
  • ¡No hagas que tu felicidad dependa de tus amigos!
  • Perdónate. Olvida tus errores y sigue adelante.

Tratándose del dolor emocional, el mensaje es normalmente que cambies tu punto de vista. Cuando ves las cosas de otra manera a menudo el dolor desaparece. ¿Cómo podemos ver las cosas de otra manera?

En pocas palabras: Tratándose de dolor físico, si seguimos haciendo lo mismo, seguirá doliendo. Tratándose de dolor emocional, si seguimos haciendo lo mismo, seguirá doliendo.

¿PARA QUÉ NECESITO PROBLEMAS?

La mayoría de las veces no actuamos hasta que tenemos un problema, o peor, ¡un auténtico desastre!

EJEMPLO: Juegas basketball en el equipo de la escuela. Normalmente fallas los tiros libres porque… ¡nunca practicas! Entonces, una noche participas en el gran juego. Tu equipo está un punto abajo y resta un segundo en el reloj. Todo depende de tus dos tiros libres. ¿Y qué ocurre? ¡Fallas ambos! Una vez que has acabado de dar puñetazos a la pared, elaboras un plan. Durante los siguientes tres meses lanzarás cada noche doscientos tiros a la canasta. Mejoras más y más. Pronto eres el mejor tirador del equipo. ¿Por qué? Sencillamente porque tuviste un problema.

EJEMPLO: Tus calificaciones de matemáticas han ido de mal en peor. Has reprobado tres exámenes al hilo y tu maestro te dice: «Si repruebas otra vez tendrás que repetir el año». ¡Ahora tienes un problema! De repente necesitas un plan para matemáticas. Consigues que un amigo te ayude dos veces a la semana. Estudias más de lo que acostumbras. Al poco tiempo estás aprobando todos los exámenes, ¡y descubres que no es tan difícil! ¿Por qué? ¡Porque tuviste un problema!

La vida es así. Nos la vamos pasando hasta que un problema se complica. Finalmente hacemos algo al respecto. Pronto estamos mejor de lo que estábamos antes del problema. Aprendemos más de los desastres que del éxito. Los desastres llaman nuestra atención ¡y nos ponemos en acción!

En pocas palabras: Los problemas no necesariamente son malos.

DECEPCIONES

¿Cómo enfrentas las decepciones? Vas a una entrevista para un trabajo de medio tiempo y a quien contratan es a tu amigo. Tal vez compras un coche nuevo y te lo roban a la semana. O te enamoras del chico de la casa de junto y él se enamora de la chica de enfrente. Cuando ocurren cosas como éstas puedes optar entre:

  • Preguntarte: «¿Por qué siempre me pasan cosas malas?» Esto hace que te hundas en la autocompasión; es una elección de perdedores. Cuando sentimos pena por nosotros mismos no hacemos nada para solucionar los problemas.
  • Decirte: «No es mi culpa». Esta es otra excusa para no hacer nada. Aunque no sea tu culpa, la pregunta es: «¿Qué vas a hacer al respecto?»

Preguntarte: «¿Qué puedo aprender de esto?» Esta es la manera de regresar a la batalla. Preguntarte: «¿Qué más puedo hacer?» «¿Quién me puede ayudar?». Así obtienes un plan para hacerlo mejor la próxima vez.

Si tú crees (incluso si actúas como si creyeras) que cada hecho de tu vida tiene un propósito, entonces aprenderás de las decepciones. No estamos aquí para ser castigados. Estamos aquí para ser educados. En pocas palabras: Uno nunca está vencido hasta que renuncia.

CULPAR A LOS DEMÁS

  • Fred dice: «No tengo amigos. ¡Nadie me comprende!» Si hablas así estás evadiendo la responsabilidad. Mientras Fred siga culpando a los demás pasará solo muchos sábados por la noche.
  • Mary dice: «Sé que soy desdichada. Es culpa de mi madre». Esa es una receta para lograr más tristeza. Culpar a tu madre no ayudará.

Siempre que falles en algo hazte estas preguntas: «¿Fui responsable en parte por esto? ¿Cómo puedo asegurarme de que no vuelva a ocurrir?» Estas son interrogantes que la gente exitosa se hace a sí misma. Lo importante no es lo que te pasa, sino qué piensas de ello.

CASO 1: Mi amigo John Foppe nació sin brazos. Tiene una maestría en comunicación y ofrece conferencias a empresas y escuelas de todo el mundo. Él nunca se pregunta: «¿Por qué nací sin brazos?», sino «¿Qué voy a hacer al respecto?». Todo lo que hacemos con las manos —peinarnos, contar dinero, manejar, abrir la puerta— él lo hace con los pies. Es divertido comer con John en un restaurante de comida china. Mientras que los demás clientes comen con cuchillo y tenedor —pensando que los palillos son muy complicados— John maneja los palillos como un campeón, ¡con los dedos de sus pies! John dice: «Yo acepto cómo soy. Sin los retos que he tenido que enfrentar no sería la misma persona».

CASO 2: Tony Christiansen es experto salvavidas, campeón nadador, cinta negra de segundo grado en Tae Kwon Do, campeón corredor de autos, hábil piloto, exitoso hombre de negocios y padre de tres hijos. Tony no tiene piernas. Las perdió en un accidente de ferrocarril a los nueve años. La filosofía de Tony es: Nunca digas «no puedo».

Mientras creas que tu vida es un desastre, seguirá siendo un desastre. Imagina que tu papá de repente dice a la familia: «Conseguí un nuevo empleo. ¡Nos mudamos a Suecia!». Y tú dices: «¡Oh, no! Perderé a todos mis amigos. Mi vida está arruinada. ¿Dónde podría conseguir unos tacos decentes en Suecia?» Mientras pienses que tu vida está en ruinas serás desdichado. Luego, un día cambias de parecer. Dices: «¡Esta es una aventura que pocos tienen la oportunidad de vivir! Aprenderé sueco. Probaré comida diferente. ¡Tal vez mis amigos puedan ir a visitarme!».

En pocas palabras: Todos los «desastres» de tu vida son, más que desastres, situaciones que están esperando que cambies tu manera de pensar acerca de ellas. Cuando cambias tu actitud, tu vida cambia.

Extracto del libro Sé Un Adolescente Feliz

Por Andrew Matthews

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