La Biblia no trata de probar la existencia de los demonios como tampoco trata de probar la existencia de Dios; sencillamente informa sus actividades como si sus lectores aceptaran que existen. Los primeros dirigentes de la iglesia tampoco tuvieron problemas con la realidad y personalidad de los demonios.
Lucas 11:24-26 nos ayuda a tener una visión clara acerca de los malos espíritus. Después que Jesús echara fuera un demonio que había enmudecido a un hombre, Sus enemigos le acusaron de echar fuera demonios por el poder de «Beelzebú, el príncipe de los demonios» (Lucas 11:15). Durante la discusión de los demonios que siguió, Jesús les explicó esto en los versículos 24-26.
Podemos aprender varias cosas sobre los malos espíritus de este pasaje:
1. Los demonios pueden existir dentro o fuera de los seres humanos, pero parece que prefieren habitar en un ser vivo. Hubo una ocasión donde un grupo de ellos le pidieron Jesús que les permitiera entrar a un hato de cerdos (Marcos 5:12). Algunos espíritus, aparentemente, se quedan en ciertos lugares geográficos que han sido usados con fines satánicos. Satanás y sus demonios son espíritus y, para poder gobernar en el mundo físico, necesitan personas dispuestas a obedecerles haciendo lo que ellos manden. La gente engañada, realiza efectivamente, la obra de Satanás. Dios también es Espíritu (Juan 4:24) y cumple Su voluntad en el planeta Tierra obrando por medio de la Iglesia, Su pueblo.
2. Los demonios pueden viajar a voluntad, en su calidad de seres espirituales los demonios no están sometidos a las barreras del mundo natural. Las paredes del edificio de tu iglesia no la mantienen a salvo de la influencia demoníaca; solamente la oración y la autoridad espiritual pueden hacer eso.
3. Los demonios son capaces de comunicarse entre ellos. En el pasaje de Lucas 11 es obvio que, los malos espíritus pueden comunicarse unos con otros. También pueden hablar con los humanos a través de una persona, tal como lo hicieron por medio del endemoniado en Marcos 5:1-20.
4. Cada demonio tiene su propia identidad. Fíjate en el uso de los pronombres personales en Lucas 11: «Volveré a mi casa de donde salí» (versículo 24). Estamos tratando con personalidades pensantes y no con fuerzas impersonales; por eso los métodos mundanos de investigación no sirven para revelar su existencia. La Biblia sola es nuestra fuente sobre la realidad y la personalidad de los malos espíritus.
5. Los demonios son capaces de recordar y hacer planes. La habilidad de los demonios para pensar y hacer planes queda demostrada en que pueden irse de un lugar, volver, recordar lo que pasó antes y planificar su regreso con otros.
6. Los demonios son capaces de evaluar y decidir. El hecho de que el espíritu malo reparara en que su blanco humano estaba «barrido y adornado» (versículo 25), muestra que pueden evaluar a su víctima. Los demonios ganan acceso a nuestras vidas a través de nuestros puntos débiles.
7. Los demonios son capaces de unir fuerzas. En Lucas 11 un espíritu se unió a otros siete, haciendo las cosas más difíciles para la víctima. En Marcos 5 se juntaron tantos demonios en un solo hombre que él se llamaba a sí mismo «Legión» (versículo 9), palabra que designa a un grupo grande de soldados.
8. Los demonios varían en grados de maldad. El primer demonio del pasaje de Lucas 11 trajo, al regresar, a otros siete espíritus «peores que él» (versículo 26). Jesús indicó que hay diferencia en la maldad de los espíritus cuando dijo respecto de uno: «Este género con nada puede salir, sino con oración y ayuno» (Marcos 9:29). La idea de las diferencias de poder y maldad encaja bien con las jerarquías que Pablo menciona en Efesios 6:12.
LUCHANDO CON LA MALDAD QUE NOS RODEA
¿Cómo interfieren en nuestras vidas estos malos espíritus? He aquí un ejemplo sencillo. Imagínate que estás al principio de una calle larga y angosta que tiene casas de dos pisos a ambos lados. Jesús está parado al final de esa calle; tu vida cristiana es el proceso de caminar hasta El por esa larga calle de la madurez en El. No hay absolutamente nada en la calle que pueda impedir que llegues a Jesús de modo que cuando recibes a Cristo, fijas tus ojos en El y empiezas a caminar.
Pero dado que este mundo sigue bajo el dominio de Satanás, las casas a ambos lados de la calle están habitadas por seres dedicados a impedir que llegues a tu meta. Ellos no tienen poder ni autoridad para bloquear tu camino, ni siquiera para hacer que camines más despacio, de modo que se cuelgan de las ventanas y te llaman, esperando distraer tu atención de la meta y perturbar tu avance.
Una de las maneras en que tratarán de distraerte es llamándote y diciendo: «¡Oye, mira para acá! Tengo algo que deseas mucho en realidad. Tiene buen sabor, se siente rico y es mucho más divertido que tu aburrida caminata por la calle. Ven, entra, da un vistazo». Eso es la tentación: sugerir a tu mente maneras de servirte a ti mismo en lugar de servir a Dios.
A medida que sigues caminando hacia Cristo, puede que se te ocurran pensamientos como «soy estúpido, tonto, feo; nunca conseguiré hacer algo que valga para Dios». Los demonios de Satanás son maestros en acusar, especialmente después de haberte distraído mediante la tentación. En un momento dicen «prueba esto, no hay nada malo con ello». Luego, cuando sucumbes a la tentación, inmediatamente te acusan «¡mira lo que hiciste! ¿cómo puedes pensar que eres cristiano cuando te portas de esa manera?» La acusación es una de las armas principales de Satanás en su intento por distraemos de la meta.
Otros mensajes que te arrojan mientras vas caminando por la calle que lleva a Cristo son como lo que sigue: «no tienes que ir hoy a la iglesia. No es importante orar y leer la Biblia todos los días. Hay ciertas cosas de la Nueva Era que no son tan malas». Esto es engaño, el arma más potente e invalidante del diablo. El diablo presentará, a menudo, estos mensajes como si nosotros los pensáramos: «hoy no tengo que ir al grupo de jóvenes; no tengo que orar; no tengo que leer la Biblia», etcétera. Satanás sabe que seremos engañados más fácilmente si puede hacemos creer que estos pensamientos son nuestros y no suyos.
¿Qué persigue el enemigo cuando hace que sus demonios te fastidien, te tienten, acusen, ridiculicen, y cuestionen desde las ventanas y puertas ubicadas a lo largo de tu camino? Quiere que te detengas, que te demores, te sientes y, si fuera posible, que dejes de caminar hacia Cristo. Quiere influir en ti para que dudes de tu capacidad para creer y servir a Dios. Recuerda que el diablo no tiene, en absoluto, poder ni autoridad para evitar que tú sigas avanzando, firme y continuamente, en tu camino a Cristo. El diablo no puede volver a ser tu dueño porque fuiste redimido por Jesucristo y estás por siempre en El (1 Pedro 1:18-19).
Pero si Satanás logra que escuches los pensamientos que planta en tu mente, puede influirte. Si permites que te influya por mucho tiempo mediante la tentación, la acusación y el engaño, puede controlarte. En el Capítulo 11 hablaremos más respecto de cuánto puede controlar el diablo a un cristiano.
Extracto del libro Rompiendo Las Cadenas Edición Para Jóvenes
Por Neil T. Anderson y Dave Park