NIVELES DE ATADURAS

Hay varios niveles de libertad y atadura espiritual. En un lado está el apóstol Pablo, cuya vida y ministerio cristianos fueron un gran ejemplo a pesar de su batalla con el pecado y Satanás (Romanos 7:15-25; 2 Corintios 12:7-9). En el otro lado está el hombre llamado Legión, que estaba totalmente controlado por los demonios (Marcos 5:1-20). Nadie cede el control al diablo de la noche a la mañana; ser engañado rindiéndose a su sutil influencia es un proceso gradual. No más 15% de toda la juventud cristiana está completamente libre de las ataduras de Satanás, a juzgar por lo que hemos visto. Estos son los jóvenes que viven consistentemente una vida llena del Espíritu y dan su fruto. El otro 85% lucha vanamente en uno de, por lo menos, tres niveles de conflictos espirituales.

Primero, el creyente puede llevar —por fuera—, una vida cristiana bastante normal mientras que —por dentro—, lucha con una corriente constante de pensamientos pecadores: lujuria, envidia, ambición, odio, apatía, etcétera. Esta persona casi no tiene vida devocional. La oración le resulta una experiencia frustrante y suele luchar para llevarse bien con la familia y los amigos.

La mayoría de los cristianos que se hallan en estas condiciones no tienen idea de estar en medio de un conflicto espiritual. Puede que no digan que oyen voces, pero admiten rápidamente tener problemas controlando sus pensamientos. Piensan que el problema es por culpa de ellos en lugar de reconocer que sus mentes están siendo bombardeadas por las ardientes flechas del enemigo. «¿Qué clase de persona soy yo, si esos pensamientos malignos son míos?» —se preguntan— y, así, terminan condenándose mientras que el enemigo sigue atacando. Calculamos que 65% de todos los cristianos viven en este nivel de conflicto espiritual.

El segundo nivel de conflicto se caracteriza por aquellos que ven una diferencia entre sus propios pensamientos y las «voces» malas y extrañas que parecen dominarlos. «¿Qué estoy pensando?», se preguntan alarmados cuando las ideas, pensamientos y fantasías pecadoras inundan sus mentes. No viven en victoria y están tan asustados al creer que se están volviendo locos que no comparten con nadie su problema.

Sin embargo, la mayoría de los cristianos en este nivel no logra ver su lucha como conflicto espiritual. Buscan consejería y tratan de controlar sus pensamientos, pero mejoran muy poco o nada. Calculamos que 15% de todos los cristianos caen en esta categoría. Muchas de estas personas están deprimidas, ansiosas, se sienten perseguidas, tienen rencores, se enojan y pueden ser adictas al alcohol, las drogas, la comida, etcétera.

En el tercer nivel de conflicto la persona ha perdido todo control. Las voces que hay dentro de su mente le dicen qué pensar, qué decir y qué hacer. Estas personas se quedan en sus casas, o caminan por las calles hablando con gente imaginaria o están internados en hospitales psiquiátricos o clínicas de rehabilitación. Casi 5% de la comunidad cristiana cae víctima en este nivel de engaño y control.

SENCILLAMENTE DI QUE NO

Hay tres maneras de responder a las tentaciones, acusaciones y engaños que los demonios nos arrojan mientras vamos caminando diariamente con Cristo. Y dos de ellas están erradas.

La primera, los jóvenes más derrotados son los que escuchan y creen los pensamientos demoníacos. Un espíritu malo nos susurra: «no oras, no lees tu Biblia ni das testimonio como debieras. ¿Cómo puede amarte Dios?”. Esa es una enorme mentira porque el amor de Dios es incondicional. Pero empiezan a pensar en sus fracasos, fallas y defectos, hasta que llegan a la conclusión de que, probablemente, no son muy dignos de ser amados por Dios; por lo tanto, de pronto, se sientan en el medio de la calle y no van a ninguna parte.

Estos cristianos están totalmente derrotados sencillamente porque han sido engañados para que crean que Dios no los ama o que nunca serán cristianos triunfantes o que son víctimas indefensas de sus pasados. No hay razón real que les impida pararse de inmediato y empezar a caminar de nuevo, pero se han creído la mentira y, así, no van a ninguna parte.

La segunda respuesta es igualmente inútil. Tratamos de discutir con los demonios: «No soy feo ni estúpido. Soy un cristiano triunfador». Nos enorgullecemos de no creer lo que dicen, pero «ellos» siguen diciéndonos qué pensar y qué hacer. Estamos parados en el medio de la calle, gritándoles cuando debiéramos estar marchando hacia adelante.

No tenemos que creer a los malos espíritus ni tampoco ponemos a conversar con ellos. La respuesta correcta es ignorarlos. Estamos equipados con la armadura de Dios; el poder maligno no puede tocamos a menos que bajemos la guardia. Nosotros, sencillamente, levantamos el escudo de la fe ante cada dardo de tentación, acusación o engaño que nos arrojan, rechazamos el ataque y seguimos caminando (Colosenses 2:6). Lleva cada pensamiento cautivo a la obediencia de Cristo. Elige la verdad frente a cada mentira y, en la medida que lo hagas, encontrarás que tú madurez y libertad crecen a cada paso.

ENCUENTRO CON LA VERDAD

Lee: Efesios 6:12; Lucas 11:24-26. Reflexiona:

  • ¿Cuáles son algunas de las formas en que los jóvenes perciben a Satanás y sus demonios? ¿Creen la mayoría de los jóvenes que existen Satanás y sus demonios? ¿Qué crees tú?
  • ¿Pueden los malos espíritus poner pensamientos tentadores en nuestras mentes? ¿Cuáles son algunas de las maneras en que somos tentados o distraídos para que no sigamos a Cristo?
  • ¿Cuáles son algunos de los pensamientos engañadores o acusadores que Satanás puede usar contra nosotros? ¿Cuáles son los engaños que él ha puesto en tu mente?
  • ¿Es posible que Satanás gane el control de un creyente? ¿Qué debe hacerse para detener la influencia de Satanás en nuestra vida?

Responde: En ninguna parte de la Biblia se nos dice que temamos a los demonios o al diablo. Ora y clama la protección y la autoridad que tienes en Cristo. Agradece a Dios que Satanás y sus malignos seguidores hayan sido derrotados por medio de la muerte, la sepultura y la resurrección de Cristo. Ora en voz alta cada día: «Por el poder y la sangre del Señor Jesucristo yo mando que se vayan de mi presencia todos y cada uno de los demonios».

Extracto del libro Rompiendo Las Cadenas Edición Para Jóvenes

Por Neil T. Anderson y Dave Park

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