Es muy difícil armar un rompecabezas sin la imagen de lo que debemos armar. Dice Proverbios 29.18 que el pueblo sin visión perece. Esta es una de las herramientas más maravillosas que Dios nos dio; sin embargo, pocas veces la aprovechamos bien.

Cuando los estudiantes universitarios empiezan una carrera, se imaginan ejerciendo esa profesión. Imaginan el día que reciben su título. Imaginan la alegría de alcanzar la meta. Eso es una visión.

Pero es bien sabido que, a la mitad de la carrera, la mayoría tiene problemas para seguir adelante. ¿Por qué? Porque después de tantas materias y tantos libros muchos se olvidan para qué estaban allí. Pierden la visión.

Luego, cuando se van acercando al final de la carrera, es más fácil imaginarse terminando. Comienzan a tener contacto con otros que se están graduando. Comparten la alegría de quienes terminan. Quizás ven cómo rompen huevos sobre la cabeza al que se gradúa (como hacen en mi país) o miran de cerca a los que llevan la toga académica en los países donde esa es la costumbre.

Para tener fuerzas hoy es indispensable tener en mente la meta futura.

Las personas que alcanzan éxito en lo que emprenden no son aquellas que dependen del azar sino las que no pierden de vista la meta que quieren alcanzar.

Tienes alrededor de medio siglo por delante. ¿A dónde quieres llegar?

Una pregunta divertida: ¿Qué palabras te gustaría que dijeran sobre ti en tu funeral?

En serio, ¿cómo querrías que te recuerden? ¿Qué cosas tienes en mente para tu futuro? ¿Estás seguro de que son cosas que Dios querría darte? Me encanta la definición de fe que da Hebreos 11.1: ‘La fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.’ Creemos en un Dios todopoderoso y lleno de amor y sabemos que tiene para nosotros un futuro bueno.

Les hago una confesión: tenía unos ocho o nueve años cuando pusieron un espejo grande y viejo en mi habitación. No tenía hermanos y por eso jugaba mucho tiempo solo. Estaba jugando frente al espejo cuando imaginé un gran auditorio que me escuchaba, y allí nomás solté mi primer sermón. Recuerdo que yo mismo me sorprendía de todo lo que podía hacer. Predicaba con pasión, movía las manos y levantaba la voz.

Estoy convencido de que Dios sembró esas imágenes. Esa figura quedó pegada a mi imaginación y refleja exactamente lo que hago hoy. Esas imágenes me ayudaron a definir lo que soy.

El diablo también sabe de la fuerza que tiene la imaginación. Por eso constantemente trata de enchufarnos ideas negativas e imágenes de fracaso. Lo hace a través de las palabras de tus compañeros de escuela o a través de tus profesores; lo hace cuando te lleva a compararte con falsas imágenes que vienen de los medios masivos de comunicación; y hasta puede usar a tus papás para aplastar tu visión del futuro.

El diablo quiere confundirte estimulando sueños falsos que no van a llevarte a nada excepto al egoísmo y al fracaso. Habrá muchos obstáculos entre ti y la meta a la que quieres llegar. Por eso debes tener tu propósito claro. Pinta el cuadro final. Con muchos colores, con brillo y sonido estéreo surround.

Cuando empiezas debes tener en mente el final; eso es lo que te mantendrá motivado a lo largo del camino.

Ponle un nombre a tus sueños, anótalos y compártelos con otras personas.

Extracto de «Cumplir tus Sueños»

Por Lucas Leys


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