PALABRAS DE ESTEBAN OBANDO

La palabra «droga» inmediatamente evoca algo negativo para quienes la oyen, tanto dentro como fuera de la iglesia. Estaría de más decir que cualquier substancia que produce adiciones, y con la que una persona pierde el control, está fuera de los límites de lo deseable para cualquier persona. ¿Por qué entonces, si desde que los niños son pequeños se les ha inculcado que esto es negativo, las personas siguen consumiendo y perdiendo el control?

No seremos simplistas. No hay una lista de cosas que podamos hacer y luego esperar que todo el problema se arregle. Lo que sí nos hemos dado cuenta es que hay una serie de circunstancias que se repiten una y otra vez cada vez que alguien se mete en problemas con las drogas… Al preguntarles a aquellos chicos que han estado involucrados con drogas por qué lo hicieron, las respuestas más comunes tienen que ver con el probar algo nuevo, la presión de sus amigos, el divertirse, o el buscar escaparse de problemas y el divertirse. Permíteme enfocarme en esta última causa: el escape.

Las drogas son como «un viaje» a latitudes nuevas, donde los adolescentes pueden, durante algunos minutos o algunas horas, escapar de lo que viven. Las drogas aíslan al adolescente de su realidad, y este es, en muchos casos, el efecto buscado y deseado por ellos. Se trata de la misma situación que hemos visto al hablar de pornografía, sexo, suicidio, alcohol, y otros vicios…

Adolescentes con una profunda insatisfacción en sus vidas que, por ende, buscan desesperadamente maneras de escapar de esa realidad.

Roberto vino a mi oficina cuando lo cité después de una ausencia de casi 2 meses en nuestras reuniones. Entró, y me miró con desconfianza. Él tenía por ese entonces 18 años. Sabía que yo lo quería, pero estaba decepcionado con la estructura de la iglesia. Vivía en una familia divorciada, en la que su padre no ejercía el más mínimo rol. Para colmo, en su escuela había tenido muchos conflictos, y en casa su madre no había sabido darle contención a su situación. Cierto día, alguien le ofreció a Roberto marihuana en la calle. Ante toda esta tensión que tenía acumulada, decidió probarla… y experimentó el gusto de olvidarse de sus líos por un momento. Así siguió consumiendo, hasta que un día uno de los adolescentes que visitan nuestra iglesia lo vio y se lo contó a los demás. Inmediatamente se generó un ambiente de rechazo hacia Roberto, quien por ese entonces todavía seguía asistiendo a las reuniones, y él se dio cuenta enseguida. Muchos de sus «amigos» de la iglesia dejaron de serlo, y Roberto entonces decidió irse de la iglesia. Sus «amigos» nuevos, que eran quienes le ofrecían la marihuana, lo aceptaron sin preguntar, y le dieron así una «comunidad» de fumadores de marihuana a la cual Roberto amó pertenecer. Una comunidad sin diferencias, sin juicios, sin críticas. Ese día en mi oficina me explicó su nueva filosofía de vida, y fue realmente triste verlo partir con un pensamiento tan equivocado no solo hacia las drogas, sino hacia Dios, el mundo, los padres, la amistad y la vida eterna…

Las drogas no son solo un asunto de drogas. Afectan fuertemente todas las áreas de la vida. La madre de Roberto hablo con él en repetidas ocasiones, sin ningún resultado. Finalmente, Roberto se alejó de todos, hasta de su familia, y hoy vive solo en el pequeño cuartito que puede pagar. Una vez más, las drogas no son solo un asunto de drogas.

Haciendo un análisis del caso de Roberto y de los muchos otros «Robertos» que conocemos, me pregunto: ¿es la droga la que lleva a la persona a estas circunstancias? Creo que la respuesta es no, ¡y con esto no estoy defendiendo en absoluto el consumo de drogas! Lo que creo es que mucho tiene que ver con la contención que se le pueda dar a una persona que está tratando de escapar de algo. Por eso decimos que las drogas son un problema de la persona completa, en un sentido integral: espiritual, físico, emocional, y social.

Es llamativo también cómo elementos como las drogas, el alcohol, o el sexo desordenado siempre están presentes en las situaciones de riesgo social como los accidentes, los delitos, las reclusiones penales, los asaltos, el abuso, y la violencia.

Extracto del libro “Manual de Consejería Para el Trabajo con Adolescentes”. Por autores varios.

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