Hace unos años yo (Neil) estaba hablando en una iglesia sobre el movimiento de la Nueva Era; me basaba en este pasaje: «Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios» (1 Timoteo 4:1). Después de terminar mi mensaje se arremolinó la gente alrededor mío pues querían oír más sobre la libertad de los problemas espirituales causados por los ataques de demonios.

Sentada en las bancas de atrás estaba una joven de 22 años que había llorado, incontrolablemente, desde que había terminado el servicio. Varias personas habían tratado de consolarla, pero ella no dejaba que nadie se le acercara. Por último, un miembro de la directiva de la iglesia se abrió paso entre la multitud que me rodeaba y dijo «¡lo lamento, pero el doctor Anderson tiene que venir acá ahora mismo!»

Mientras me acercaba a la joven podía oír que decía entre sollozos «¡él entiende, él entiende!» Pudimos sacarla del templo, llevándola a una oficina. Luego que se calmó, le di un turno para reunimos. Cuando Nancy llegó a su cita conmigo, vi que su cara estaba marcada por feas heridas abiertas «me he estado rasguñando así, y no puedo controlarlo» —admitió avergonzada.

Nancy me contó su horrible niñez que abarcaba desde un padre que la maltrataba hasta una abuela que se identificaba como bruja negra. «Recibí mis guardianes, guías espirituales, cuando tenía tres años» —siguió contando— «eran mis compañeros, me decían cómo vivir y qué decir. Nunca me pregunté si tener espíritus guías era normal hasta que mi mamá me llevó a la escuela dominical. Entonces, empecé a sospechar que mis compañeros interiores podían no ser lo mejor para mí. Cuando pregunté a mis padres sobre esto, mi papá me pegó ¡Nunca volví a preguntar!”

Para tratar la creciente tortura que sus guías espirituales producían en su vida, Nancy recurrió a una rígida disciplina personal. Se entregó a Cristo como Salvador suyo cuando cursaba la enseñanza media pero, en lugar de irse, sus «guardianes» continuaron molestándola.

Nancy se alistó en el cuerpo comando de la Armada después de terminar la enseñanza media para disciplinarse más aún. Decidida a ser el comando femenino más rudo, ganó premios por su disciplina, pero su tormento espiritual seguía empujando su mente y sus emociones al borde del abismo. Ella no quería contarle a nadie de su batalla mental por miedo a que la trataran como loca. Por último, la presión la venció y ella se quebrantó. Aceptó calladamente una baja por razones de salud y se retiró a una vida solitaria de torbellino y sufrimientos internos. Este era el estado de Nancy cuando vino a la iglesia y me escuchó hablar de los espíritus engañadores

«¡Por fin alguien que me entiende!» —dijo Nancy llorosa. Le pregunté: «¿Querría liberarse de sus espíritus guías?». Hubo una larga pausa. «¿Se irán realmente o, cuando vuelva a casa, me van a atormentar de nuevo?»

«Serás libre» —le aseguré. Una hora después Nancy estaba libre y abrazándonos con una libertad que nunca había conocido antes. Exclamaba gozosa «¡ahora puedo invitar gente a mi casa!»

Lo que le pasó a Nancy no es raro. Hemos atendido a más cristianos esclavizados al lado tenebroso del mundo espiritual de lo que ustedes pueden imaginar. Hemos descubierto que muchos cristianos están totalmente sin preparación para tratar con el mundo tenebroso del reino de Satanás o para atender a quienes están esclavizados a dicho reino.

DIOS TE QUIERE MADURO Y LIBRE

Hay dos conceptos que determinan la victoria y la fructificación del cristiano. El primero es la madurez.

Pablo escribió: «Sino que, siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo… a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo» (Efesios 4:15,13). Dios nos ha dado todo lo que necesitamos para crecer y madurar en Cristo (2 Pedro 1:3).

Sin embargo, el diablo trata de impedir que crezcamos. Él y sus demonios harán todo lo que puedan para evitar que nos demos cuenta de quiénes somos y lo que tenemos en Cristo. Ellos son fuerzas espirituales invisibles, no enemigos físicos contra los cuales podamos luchar con fuerza humana (Efesios 6:12) pero debemos triunfar sobre el lado oscuro antes de poder madurar plenamente.

El segundo concepto de la vida cristiana triunfante es la libertad.

Pablo declaró: «Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud» (Gálatas 5:1). Este pasaje no solamente nos asegura que Dios nos quiere libres, sino que, también, nos advierte que podemos perder nuestra libertad si no nos afirmamos en nuestra fe.

Antes de recibir a Cristo éramos esclavos del pecado, pero, debido a la obra de Cristo en la cruz, el poder del pecado sobre nosotros quedó roto. Satanás ya no es nuestro dueño y no tiene derecho a decimos qué hacer. Él es un enemigo derrotado, pero está dedicado a evitar que nos demos cuenta de eso. Él sabe que puede bloquear nuestra victoria de cristianos si logra engañamos para que creamos que no somos sino fracasados pecadores dominados por nuestras costumbres.

En la medida que Satanás pueda confundimos con sus oscuras mentiras, no seremos capaces de ver que las cadenas que una vez nos ataron están rotas. Somos libres en Cristo, pero si el diablo logra engañamos para que creamos que no lo somos, no viviremos la libertad que es nuestra herencia. No existe la madurez instantánea, pero es completamente posible liberarse de las paralizantes mentiras de Satanás, cosa que puede hacerse en poco tiempo ¡Una vez que la persona es libre, es maravilloso ver con cuánta rapidez madura!

Extracto del libro Rompiendo Las Cadenas Edición Para Jóvenes

Por Neil T. Anderson y Dave Park

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