PALABRAS DE KAREN LACOTA

Estudios indican que actualmente cerca del 37% de los adolescentes latinoamericanos de entre 15 y 19 años de edad abandonan la escuela a lo largo del ciclo escolar, y que casi el 50% de ellos lo hacen a temprana edad (antes de completar la educación secundaria) en tanto que en varios países la deserción se produce al terminar ese ciclo e iniciar la enseñanza media.

A todos aquellos que trabajamos con las nuevas generaciones, estos datos estadísticos debieran preocuparnos o, al menos, ocuparnos. Deberíamos pensar cómo podemos contribuir, desde nuestras posiciones de influencia, a alentar y proveer el acompañamiento necesario a los adolescentes que se encuentran en situación de riesgo de abandono escolar dentro de nuestro grupo y en la comunidad a la cual pertenece nuestra congregación.

Para ello necesitamos primeramente identificarlos y conocer su entorno… y reconocer que este problema es real. Y comprender que, como líderes, debemos contribuir a la prevención e intervención de la deserción escolar, acompañando a nuestros adolescentes a lo largo de esta etapa. Es necesario un compromiso genuino de nuestra parte con el fin de ayudar a nuestros adolescentes a que desarrollen sus habilidades emocionales y cognitivas, crezcan en conocimiento y sabiduría tal como lo hacía Jesús, y alcancen el propósito de Dios para sus vidas.

  • Factores personales. Dos de los principales problemas que propician la deserción escolar son la baja motivación entre los estudiantes y la baja autoestima. También muchos desertan porque no les gusta estudiar, y otro grupo porque reprueban las materias. Otro posible factor de deserción es el embarazo, el cual también afecta al padre para la continuidad de sus estudios. Además, se incluyen en esta categoría los problemas con las drogas y el alcohol.
  • Factores económicos. Los bajos ingresos económicos en los hogares son uno de los principales motivos para la deserción escolar, ya que impiden que los niños y adolescentes puedan acceder a los recursos necesarios para la escolaridad, o los empujan a trabajar y, por ende, a abandonar la escuela.
  • Factores familiares. Aquí se hace referencia principalmente la falta de apoyo de la familia para que prosigan con sus estudios. Además, la baja escolaridad de los padres influye en el ambiente familiar para no promover la educación de sus hijos.
  • Docentes. La falta de capacitación de los docentes, las condiciones precarias de trabajo y la enseñanza descontextualizada influyen también para que los estudiantes abandonen la escuela.
  • Otros factores. En este último apartado se incluyen los aspectos sociales, los estereotipos de género, la desnutrición infantil, la baja asignación presupuestaria del Estado para la educación pública, la falta de materiales académicos y de inmuebles apropiados, los riesgos en la comunidad, como las pandillas, y los problemas asociados a la edad, el nivel cultural y el origen étnico.

Además, el abandono escolar se torna un problema social que condena a la población a percibir bajos ingresos y favorece también el desempleo. Los adolescentes que han abandonado la escuela se encuentran realizando trabajos informales, poco remunerados, o temporales, al tiempo que muchos (o la mayoría) de ellos están desempleados, lo cual a su vez genera otros problemas sociales como la delincuencia.

¿Qué podemos hacer entonces, como líderes, ante una situación tan compleja? ¡No te desanimes! Hay determinadas acciones concretas que puedes realizar desde tu posición como líder o consejero, a fin de alentar a tus adolescentes y jóvenes a la finalización de la secundaria y la continuidad de los estudios a nivel universitario. He aquí algunas ideas…

  • Trabaja en fortalecer la autoestima del adolescente. Los logros y los fracasos personales, las palabras negativas o de afirmación, las comparaciones con otros y los modelos que tenga a su alrededor, todos estos factores contribuyen a la formación de la autoestima del adolescente. Por lo tanto, debes trabajar en resaltar sus habilidades, en reconocer sus puntos fuertes, en afirmarlo con palabras de elogio y reconocimiento, en enseñarle a lidiar con el fracaso, y principalmente en fortalecer su identidad como Hijo de Dios.
  • Ante el fracaso escolar, dialoga con los padres para animarlos a acompañar a sus hijos, alentarlos y afrontar el problema juntos. También muéstrale al adolescente tu apoyo. Podrías ofrecerle ayuda o guiarlo hacia alguien que puede darle unas clases de refuerzo académico.
  • Ayúdale a establecer metas a corto plazo. Las metas deben ser realistas y alcanzables para el adolescente. Deben ser objetivos que pueda conseguir, para ir de a poco aumentando sus expectativas de lo que puede lograr. Una vez que alcance cada objetivo es importante celebrarlo, así comienza a asociar el esfuerzo con el triunfo.
  • Refuerza verbalmente sus conductas positivas. Dile frases como: «¡Lo hiciste bien!», «¡Sabía que lo lograrías!», o «Eres muy bueno con…». Las palabras de refuerzo dan aliento y afianzan la confianza en sí mismo. También puedes pensar en otras clases de refuerzos, como invitarle a tomar un helado, regalarle un libro, etc.
  • Ponte en su lugar y anímalo a enfrentar los fracasos. Comparte con el adolescente algunas de tus experiencias personales de fracaso y cómo les hiciste frente. Pide también a otros jóvenes o adultos que compartan las suyas. Escuchar esto alentará al adolescente a seguir adelante, y a entender que, al igual que él, otros también han pasado por situaciones difíciles y han superado sus limitaciones.
  • Muéstrale la realidad. Generalmente los adolescentes no dimensionan las consecuencias y el impacto de sus decisiones. Por eso será importante que les des ejemplos de personas que abandonaron sus estudios y que luego se han arrepentido de haberlo hecho. Muéstrales también las oportunidades que tienen aquellos que prosiguieron obteniendo títulos universitarios.
  • En caso de que el adolescente decida abandonarlos o esté imposibilitado de seguir con sus estudios secundarios, ayúdale a encontrar otras alternativas de estudio, tales como cursos acelerados o capacitaciones en algún oficio.

Por otro lado, procura ganarte la confianza y el respeto del vecindario, barrio o ciudad de tu congregación. Una buena forma de hacer esto es propiciar dentro de la iglesia espacios de aprendizaje abiertos a la comunidad. Puedes comenzar identificando los talentos y habilidades que poseen los jóvenes y adultos de tu iglesia, e invitarlos a que de manera voluntaria los pongan al servicio de la comunidad. Por ejemplo, la iglesia podría invitar a los adolescentes del barrio a clases gratuitas de guitarra, a una escuela de fútbol, o a un curso de enseñanza de inglés básico. ¡La iglesia y la comunidad juntas pueden hacer mucho por lograr un cambio positivo en las vidas de tus adolescentes!

Extracto del libro “Manual de Consejería Para el Trabajo con Adolescentes”

Por autores varios.

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