5. La influencia demoníaca es evidente solamente cuando hay conductas violentas, exageradas o pecados graves.

Hoy sigue habiendo casos de actividad demoníaca como la de aquel terrible endemoniado llamado «Legión» de que habla Lucas 8:26-39 pero la gran mayoría de los jóvenes cristianos que sufren ataques espirituales llevan vidas bastante normales mientras que experimentan graves problemas interiores para los cuales no se encuentra causa ni solución. Puesto que piensan que el ataque satánico solamente afecta a los asesinos o a los que cometen crímenes sexuales violentos, estas personas comunes y corrientes se preguntan qué está mal en ellos y por qué no pueden «andar mejor».

La primera y mejor estrategia de Satanás es el engaño. Pablo advirtió: «porque’ el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz. Así que, no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras» (2 Corintios 11:14-15). El principal problema no está en las pocas personas raras o violentas, sino que, antes bien, el sutil engaño e invasión de parte de Satanás en las vidas de los creyentes «normales» es lo que nos impide ser efectivos.

6. La liberación de la atadura espiritual es el resultado de una confrontación de poderes con las fuerzas demoníacas.

La liberación de los conflictos y ataduras espirituales no es un encuentro de poderes sino un encuentro con la verdad. Satanás es un mentiroso y trabajará encubierto a como dé lugar, pero la verdad de la Palabra de Dios lo pone al descubierto a él mismo y a sus mentiras. Sus demonios son como cucarachas que corren a esconderse en la sombra cuando se prende la luz. El poder de Satanás reside en la mentira y cuando su mentira es expuesta por la verdad, se desmoronan sus planes. El poder de Satanás fue roto en la cruz. Él es un enemigo derrotado.

Entonces, ¿cómo puede ser tan efectivo? Permíteme que te lo ilustre con una anécdota de mi niñez.

Cuando yo —Neil— era chico, vivía en el campo; mi papá nos llevaba a mi hermano y a mí a la granja del vecino. El vecino tenía un perro pequeñito que ladraba mucho y me asustaba aún más. Yo salía corriendo cuando el perrito aparecía ladrando, mientras que papá y mi hermano se quedaban firmes en su lugar, ¡adivinen a quién perseguía el perrito! Yo me subía al techo de la camioneta mientras el animal me ladraba desde el suelo.

Todos podían ver, menos yo, que el perrito no tenía poder sobre mí salvo el que yo le daba al no pararme firme frente a él. Ni siquiera tenía poder para hacerme subir al techo de la camioneta, sino que yo me subía ahí debido a lo que yo creía. Ese perro me dominaba usando mi mente, mis emociones, mi voluntad y mis músculos, todos los cuales estaban motivados por el miedo. Llegó el momento, por fin, en que me llené de valor, salté del techo de la camioneta y le tiré una piedra al perrillo. ¡He aquí, salió corriendo!

Satanás es como ese perrito ladrador: engaña a la gente para que le teman más que a Dios. Su poder radica en la mentira. Él es el padre de las mentiras (Juan 8:44) que engaña a todo el mundo (Apocalipsis 12:9) y, en consecuencia, todo el mundo está bajo la influencia del maligno (1 Juan 5:19).

El diablo nada puede hacer respecto de quién eres en Cristo, pero si logra engañarte para que creas sus mentiras sobre ti y Dios, ¡te pasarás mucho tiempo arriba del techo de la camioneta! No tienes que gritar más alto ni ser más fuerte que el diablo para liberarte de su control. Basta con decirle la verdad. Cree, proclama y compórtate según la verdad de la Palabra de Dios; así arruinarás la estrategia de Satanás.

Esta idea ejerció un efecto espectacular en nuestra consejería. Sucedía que al dejar al descubierto un conflicto espiritual de alguna persona que estaba siendo aconsejada, esto se volvía en un encuentro de poderes. Las personas perdían la conciencia, salían corriendo fuera de la sala o empezaban a conducirse como si hubieran enloquecido. El primer enfoque común era lograr que el demonio se expusiera a sí mismo para, luego, mandarle que se fuera. Este proceso era muy difícil para la persona y, pese a que se progresaba, el proceso tenía que repetirse.

Hemos aprendido de la Biblia, y de nuestra propia experiencia, que la verdad, no el poder, es lo que libera a las personas. El poder de Satanás radica en la mentira; el poder del creyente radica en conocer la verdad. Tenemos que ir en pos de la verdad, no del poder. Además, las personas esclavizadas no son liberadas por lo que haga el consejero sino por lo que ellas hacen. La garra de Satanás que apresa tu vida no es quebrada por lo que crea Neil o Dave o tu pastor o líder de jóvenes, sino por lo que tú crees. Y lo que tú crees debe ser la verdad. Fíjate en los siguientes versículos:

  • «Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres» (Juan 8:32)
  • Jesús dijo: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida” (Juan 14:6)
  • «Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad» (Juan 16:13)
  • «No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal…. Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad» (Juan 17:15-17)
  • «Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad» (Efesios 6:14)
  • «Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero… en esto pensad» (Filipenses 4:8)

Cuando Dios disciplinó por primera vez a la iglesia de los primeros días (Hechos 5) lo hizo en forma espectacular y dramática. Dos personas cayeron muertas cuando quedó al descubierto su pecado ¿De qué se trataba: drogas, sexo? No, la cuestión era la verdad. Pedro confrontó a Ananías y Safira: «¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo?» (versículo 3). Dios quería que la iglesia supiera que Satanás el engañador puede arruinamos si logra que le creamos y vivamos la mentira. Por eso es tan importante que lleves «cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo» (2 Corintios 10:5).

Extracto del libro Rompiendo Las Cadenas Edición Para Jóvenes

Por Neil T. Anderson y Dave Park

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