PALABRAS DE ESTEBAN OBANDO

La reacción de la iglesia frente al alcohol ha sido la misma durante años y años. Cuando yo era niño, las «opciones de pecado» para los jóvenes eran el alcohol, el cigarro, y el baile. ¡Y hoy en día aún seguimos usando esos ejemplos desde el púlpito cuando queremos hablar de tentaciones! Sin embargo, si somos francos, nos daremos cuenta de que el abanico de opciones ha crecido de una manera significativa. Tal vez justamente por la gran variedad de opciones que existen, es que el alcohol se ha transformado ya no en uno de los tres princípiales, sino simplemente en uno más. Entonces parece que no es gran cosa, que no es para tanto… En consecuencia, los cristianos hemos reducido (en nuestras mentes) el potencial peligro que representa el alcohol en las vidas de nuestros chicos y chicas, y nos hemos vuelto más «liberales» y menos «legalistas». Observa que he puesto entre comillas estas palabras porque, si bien prohibir el alcohol solo por prohibirlo es legalismo, también consumirlo solo por ir en contra del legalismo es libertinaje.

Lo que ocurre hoy es que nuestros adolescentes y jóvenes demandan razones de por qué consideramos que una cosa es, o no, pecado. Y me animaría a decir (con mucho cuidado) que incluso el punto esencial aquí no es determinar si el alcohol es o no es pecado. Lo que es importante es que el alcohol tiene el potencial para destruir, y que la gran mayoría de nuestros adolescentes (y muchísimos adultos) no tienen la madurez suficiente como para poder ver el peligro y establecer límites saludables.

Después de más de 25 años de ministerio, aún no encontré a nadie que me haya dicho que el alcohol ha sido una gran bendición para su vida. Por el contrario, me he encontrado con muchísimos casos en los que este vicio ha destruido familias y relaciones. ¿Quiere decir esto que, como iglesia, tenemos entonces que disparar contra el alcohol? Creo que no. Creo que tenemos que conversar con los adolescentes y dejarles saber justamente esos peligros.

En mi casa mis niños no toman una gota de alcohol. ¿Por qué? ¿Porque es pecado? No, esa no es la razón. La razón es que el alcohol puede ser un arma destructiva, y mis hijos aún no tienen la madurez necesaria para saber como usarla. Quiero que cuando sean adultos puedan llegar ante cualquier situación (entre ellas, el alcohol), saber determinar su peligrosidad, y saber hasta dónde pueden llegar sin caer en lastimarse a sí mismos y a sus semejantes. Este proceso es largo y complicado, pero creo que es más integral que solo darles una lista de cosas que no deben de hacer.

En la iglesia hemos pecado demasiadas veces por hacer esto. ¿Y qué sucede? Que nuestros jóvenes carecen de autonomía y recursos. Y si no tienen herramientas para poder discernir, fijar criterios, y tomar decisiones, entonces tendrán que improvisar en el momento… y así probablemente la presión los empujará a algo que nunca contemplaron en sus vidas.

Por eso debemos partir del «por qué». ¿Entienden nuestros aconsejados el «por qué» de las cosas? Recuerda que antes hablamos del desarrollo intelectual de los adolescentes. ¿Estamos listos, como iglesia, para responder desde la Biblia todas las preguntas de nuestros adolescentes? ¿O solo les daremos los resultados, la lista de qué hacer y qué no, sin que ellos mismos hayan pasado por el proceso de aprendizaje y reflexión? Les garantizo que la lista no funcionará bien si ellos no están convencidos de cuidar su cuerpo y de no someterlo a excesos o a pérdidas de control.

Creo que el fin de la iglesia debería de ser educar a los miembros para que puedan tomar por sí mismos decisiones que honren a Dios y la vida que Él nos ha dado. Y de educarlos para que, si hay algo que los lastima (como el abuso del alcohol), puedan huir de eso y protegerse. ¡Este principio se aplica a todas las áreas de la vida! Por eso es que creo que el consejero es justamente aquel que puede y debe poner en perspectiva las cosas, para que el adolescente, habiendo comprendido y estando convencido, pueda entonces tomar las mejores decisiones… esas que no lo lastiman, sino que ayudan a crecer.

¿Y QUE HAY DEL HERMANO DÉBIL?

Este tema tiene mucho que ver con la vida cristiana. Es cierto que el consumir incluso una medida razonable de alcohol puede lastimar, o hacer caer, a otras personas más «débiles». Sin embargo, creo que el abstenerse de beber algo solo por otra persona está en un nivel de espiritualidad y madurez un poco más elevado. Mi consejo sería que nunca le impongas nada a un adolescente «por amor a otros» sin antes haber trabajado en sus propias convicciones. Si un chico va a dejar de beber cuando haya cristianos presentes «para no hacerlos caer», te garantizo que beberá cuando no haya ningún cristiano presente. Y ese no es el resultado que queremos.

Primero debe venir la convicción personal. Luego vendrán otras disciplinas, como el amor al prójimo. No le exijas a nadie algo que aún no puede dar. Y recuerda que estamos hablando de adolescentes, cuyo nivel de madurez está en desarrollo. El argumento del «buen testimonio» sin las convicciones firmes, solo crea hipócritas y legalistas. Y estoy seguro de que tú no quieres eso para tus chicos y chicas.

Extracto del libro “Manual de Consejería Para el Trabajo con Adolescentes”. Por autores varios.

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