El servicio es algo muy importante para cada familia. Cuando servimos juntos, nos da una conexión enlazada de experiencias compartidas que nos une como grupo. Estas experiencias no solo nos pueden unir como familia, sino que también pueden tener un impacto significativo en nosotros y nuestros hijos, que nos impulsa a participar en el servicio todo el resto de nuestras vidas. Mis padres siempre nos involucraron en sus ministerios y después de varios años viendo el impacto del servicio que hacíamos juntos, decidí unirme al equipo Inca Link y servir a los más necesitados como misionera. Supe que este era el camino indicado para mí.

Servir como familia no solo nos impulsa a servir toda la vida, sino también afecta muchas áreas de nuestras vidas en general. El servicio afecta nuestra vida psicológica, académica y ocupacional, y también nos puede dar herramientas cruciales que podremos usar toda la vida. Servir con mi familia durante todos estos años me afectó de muchas maneras positivas. Me dio un corazón para servir a otros, y me mostró que todos pueden ser útiles para el reino de Dios.

Me di cuenta de que quería dedicar mi vida al servicio cuando tenía 16 años. Mi familia estaba sirviendo con un ministerio llamado Ganas. Este ministerio era para niños cuyos padres los habían abandonado, y cuyas madres estaban en la cárcel. Servimos allí por más de un año, hasta que una de las mujeres que trabajaba en Ganas le contó a uno de los voluntarios que servía con nosotros, que el encargado de Ganas, Carlos, estaba prostituyendo a los niños. Ella tenía una foto como prueba… Ese voluntario que servía con nosotros fue directamente al INFA (Instituto Nacional de la Niñez y la Familia) y les entregó la información que esta mujer le había dado… La verdad es que con todo el papeleo que el gobierno tuvo que hacer y las investigaciones oficiales, todo se hizo muy largo. Pasaron meses hasta que pudieron cerrar Ganas, y en ese lapso Carlos desapareció.

Cerraron Ganas y todos los niños quedaron vulnerables y desamparados. Dijeron que iban a buscarles lugares seguros donde vivir, pero nunca pudimos comprobar eso. Yo estaba totalmente desconsolada… sabía que la vida que les esperaba en las calles o en otros hogares quizá no era mucho mejor. Estaba en mi cuarto llorando y rogando a Dios que ayude a estos niños. Le decía: “¿Cómo puede pasar algo así? ¿Porque no hay alguien que pueda ayudar a estos chicos?”. Ese fue un momento crucial en mi vida: fue el momento en que me di cuenta de que Dios quería usarme para ayudar y servir a niños como los de Ganas. Si no hubiera estado sirviendo con mi familia en ese ministerio, nunca hubiera reconocido las necesidades que hay en este mundo, y nunca me hubiera dado cuenta de que necesito ayudar. En estas circunstancias, decidí estudiar sociología en la universidad.

A los 18 años entré a la universidad de mis sueños en Texas, Estados Unidos… La etapa universitaria es una etapa crucial. Es el momento en el que adoptamos e incorporamos los valores que nos han enseñado y formamos patrones de por vida. Los padres no deben esperar la etapa universitaria para recién ahí pedirles a sus hijos que acomoden sus agendas y le den un lugar al servicio. El valor del servicio debe enseñarse mucho antes porque éste otorga enseñanzas que nos ayudan en todas las etapas de la vida.

Cuando tenía 7 años, la banda de mi mamá, Corban, decidió ir de gira a la selva de Perú. Corban es una banda misionera, entonces iba a lugares remotos donde ninguna otra banda llegaba. En esta instancia particular estábamos yendo muy adentro de la selva, a lugares muy remotos y la única manera de llegar era por el río Amazonas. Alguien de la banda compró pasajes para que viajáramos en lo que llamaron “un crucero”. La verdad es que este “crucero” era en realidad un buque que se usaba para llevar ganado y bienes de una parte del país a otra. Con todos los animales, los bultos, y más de doscientos pasajeros, estábamos muy apretados…

A veces pensamos que, si servimos con nuestros hijos, ellos van a sufrir, y no queremos que nuestros hijos sufran. Pero la verdad es que los niños son muy flexibles y resistentes. En ese viaje de servicio a la selva, la peor parte del viaje para mis padres fue el “crucero”, pero cuando volvimos a casa, y nos preguntaron cuál había sido nuestra parte favorita, mis hermanos y yo contestamos, “¡el crucero!”… Los niños tienen ideas frescas y diferentes que nos pueden dar una nueva perspectiva de cómo estamos ayudando cuando estamos sirviendo.

Esto fue un tiempo de servicio como familia que me tocó el corazón, aunque yo sólo era una niña de 7 años. No deberíamos impedir estos momentos importantes para los niños y adolescentes sólo porque pensamos que no son lo suficientemente grandes para la experiencia o porque tenemos temor de que vayan a sufrir. Los niños y preadolescentes pueden ser impactados por las experiencias de servicio, pero ellos también pueden ayudar a impactar las vidas de otros. Cuando tenía 10 años, mi familia viajó a una ciudad muy pequeña en la costa del Ecuador llamada Bramadora, para que mi papá pudiera predicar en una iglesia. Mis padres nos dijeron que solo podíamos ir con ellos si hacíamos algún servicio ministerial mientras estábamos allí. Durante todo el viaje, mis hermanos y yo hablamos sobre cómo podíamos servir, y finalmente decidimos que queríamos hacer un programa de Escuela Dominical para los niños mientras mi papá predicaba. Ahora bien, quiero repetir que yo sólo tenía 10 años, mi hermana mayor tenía 12, mi hermano 8, y mi hermanita menor 5, y no teníamos la menor idea de lo que hacíamos. Pero igual, los cuatro preparamos canciones para cantar, juegos para jugar, y yo preparé una prédica que había oído en la escuela. Ese día aprendí muchas cosas sobre el servicio.

En primer lugar, aprendí que, aunque sólo era una preadolescente, Dios me podía usar, y que Él puede usar a cualquiera… para su gloria. Muchas veces ignoramos a los niños, y no los dejamos participar en los ministerios… Pero aun con sus imperfecciones y errores, los niños pueden servir, y ese servicio no solo beneficia a otros, sino que los beneficia a ellos mismos en esa etapa y para toda la vida.

En segundo lugar, aprendí que preparar cualquier evento, ya sea una reunión, un estudio bíblico, una Escuela Bíblica de Vacaciones, o cualquier otro tipo de servicio, requiere mucha planificación para que sea efectivo.

En tercer lugar, aprendí que a veces Dios te llama a hacer algo que no es lo principal dentro de su plan. A veces Él necesita que tú hagas algo pequeño, para que otros puedan hacer algo más grande para su reino.

Aprendí todas estas cosas cuando sólo tenía 10 años, pero claro, solo cuando fui mayor pude ordenar en mi mente lo que había aprendido para que me ayudara el resto de mi vida. En la universidad fue cuando recordé estas experiencias y me di cuenta de cómo desarrollaron en mí una pasión para servir el resto de mi vida. En la universidad es cuando tuve que decidir por mí misma si iba a abrir espacios en mi vida para el servicio, o iba a dejar todo eso atrás. Como tuve tantas experiencias impactantes en mi niñez y adolescencia, no podía dejar atrás el valor del servicio, más bien decidí entregar mi vida a Dios para que me use como pueda con los más necesitados y marginados de este mundo… Ahora me doy cuenta de que estas experiencias me dieron la confianza y las herramientas para ser una líder, y me prepararon para la vida de servicio que sigo hasta hoy.

Hay muchos estudios que muestran que servir durante la adolescencia ubica a los jóvenes en un camino más sano y exitoso. El Child Trends Databank dice: “Los adolescentes que son voluntarios son menos propensos a embarazarse o usar drogas, y son más propensos a tener un rendimiento positivo en las áreas académicas, psicológicas, y ocupacionales”. Esto significa que servir con toda la familia no sólo les da una buena perspectiva del mundo y de las necesidades que hay en él, sino que también los ayuda en sus estudios, en su futuro trabajo, y en su bienestar emocional.

Humillarte a servir a los necesitados te ayuda a ver a las personas necesitadas no como personas que tomaron malas decisiones, sino como seres humanos que tienen potencial en la vida también. Esto incrusta en nosotros un respeto para estas personas, y nos hace menos críticos. Servir también nos da herramientas de liderazgo que afectan cada área de nuestras vidas y que nunca se olvidan.

Servir como adulta, sin que mis padres estén conmigo me enseñó mucho. Conocer la pobreza emocional, espiritual y material aun en un país desarrollado, me inspiró mucho en la universidad. Pude ver que, si mantenemos los ojos abiertos, veremos dónde Dios nos puede usar. También selló en mí la esperanza que solo se encuentra en Dios. Vi que con Dios o sin Dios encontraremos sufrimiento y dificultades, pero con Dios uno puede pasar esas circunstancias con esperanza, y eso hace toda la diferencia.

Ni yo ni mis hermanos podemos negar el fruto de haber pasado tiempo ayudando a personas necesitadas… Servir nos dio herramientas útiles que afectaron nuestro ser emocional, mental y espiritual. Llegando a la universidad, adopté los valores que nos habían enseñado en nuestra niñez… Estos valores fueron incorporados como parte del ritmo de nuestras vidas. Con tantos aspectos positivos, no deberíamos tener tanto miedo de involucrar a los niños, jóvenes, o a cualquier otra persona en los ministerios de servicio. Ya verás los frutos de estas prioridades en la vida de tu hijo universitario. Dios nos usa a todos, y es un honor poder ser usado por Él.

Extracto del libro “Trabajemos en Familia”.

Por Mishayla Brown Shannon

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