En la etapa de jóvenes maduros y universitarios, es muy común y saludable que conozcan mejor las injusticias de este mundo. Ellos son el futuro, y queremos que se indignen por las injusticias. Esta es la etapa donde tienen que aprender que la justicia del hombre no es adecuada. Que la justicia real queda solo en Dios. Es cuando esta cita de Shane Claiborne viene a la realidad: “Dios consuela al perturbado, y perturba al cómodo”. Queríamos que nuestros hijos mayores vean esta realidad.

Cuando yo era universitaria, vi un video corto cuyo contenido era citas de misioneros famosos. Entre esas había una de C.T. Studd, misionero británico que estuvo en China, India y África. Él dijo: “Algunos quieren vivir al alcance del sonido de una campana de iglesia. Yo quiero dirigir una casa de rescate a metros del infierno”. Me acuerdo que me motivó mucho el escuchar esta cita, y pensé “yo también”. Claro, después llegué a ser misionera y madre, y bueno, uno ya tiene que pensar siempre en lo mejor para nuestros hijos. Entre consejos y lecturas bíblicas, con el correr de los años supimos que Dios está en medio de los necesitados. Y si queremos que nuestros hijos vean a Dios, lo mejor que podemos hacer es llevarlos a donde Él está obrando, donde Él nos puede usar. Esto requiere de sabiduría por parte de nosotros como padres, para conocer bien a nuestros hijos y saber cuándo tienen la madurez de aguantar y procesar las injusticias más severas de este mundo.

Mi hija Mishayla describe el desconsuelo que sentía al ver la injusticia de la situación de Ganas (léelo AQUÍ). Es importante que acompañemos a nuestros hijos en esta frustración y lloremos con ellos y que, al mismo tiempo, les demos el ejemplo de que en Dios uno nunca pierde la esperanza.

Me acuerdo que hablamos bastante sobre el versículo de Miqueas 6:8. ¿Qué podemos hacer nosotros ante tanta impotencia? Miqueas tiene la respuesta: “¡Pueblo de Dios! Ya el Señor les ha dicho qué es lo que él espera que ustedes hagan. Ya él les ha enseñado lo que es bueno y espera que ustedes hagan. Lo que el Señor les pide es que practiquen la justicia, que sean misericordiosos y que vivan siguiendo fielmente sus instrucciones”.

Es muy importante despertar a nuestra responsabilidad ante un mundo perdido. Me acuerdo que una vez mi sobrina, también universitaria, cuestionaba la idea de que Jesús estaba con los pobres. Poco después de que conversamos sobre esto vi esta cita de Adbu’l- Bahá: “A veces quiero preguntarle a Dios por qué permite la pobreza, la hambruna, y la injusticia cuando Él podría hacer algo al respeto, pero tengo miedo de que me pregunte lo mismo”.

Y aquí llega otro dilema. ¿Nuestros hijos pueden ser parte del mundo, aunque no son del mundo? Juan 17:14-18 dice que, así como Jesús no era de este mundo y había sido enviado a este mundo, nosotros no somos de este mundo, pero nos está enviando a este mundo. Entendimos que, aunque no somos de este mundo, hemos sido enviados a este mundo para amar, cuidar, bendecir y ser ejemplo a los que nos rodean. Es en esta etapa de jóvenes universitarios cuando más tenemos que confiar en la obra de Dios en la vida de nuestros hijos, y en las semillas que sembramos todos estos años. Ya son grandes y hay que soltarlos.

En el capítulo anterior podemos ver que las experiencias de servicio que tuvo Mishayla como niña la ayudó a tener la convicción de servir toda su vida. Ahora bien, vale la pena recalcar que, de nuestros cuatro hijos, la única que decidió servir formalmente en el ministerio es Mishayla. Una vez más, no estamos enseñando que nuestros hijos deben aprender a servir desde pequeños para que lleguen a ser pastores o misioneros a tiempo completo. Estamos muy felices de que Mishayla vaya a dedicarse a las misiones con niños en riesgo en Perú, pero esto no es la meta para cada uno de nuestros hijos. Todos tienen su propio llamado. Lo que sí queremos enseñar es que el servir a otros en familia, enseña a nuestros hijos (y a nosotros como padres) la importancia de bendecir a otros durante toda la vida. Involucrarse en el servicio es simplemente un paso más para el crecimiento espiritual. Podemos involucrarnos de muchas maneras. Mi hija Olivia es periodista, y dentro de su trabajo hace todo lo posible para glorificar a Dios, y a la par trabaja sirviendo a los más necesitados de su comunidad.

Cuando todos mis hijos estaban en la universidad, siempre sirvieron a otros. Olivia y su esposo Mark sirvieron dentro del equipo de alabanza de una iglesia pequeña; Mishayla, cada miércoles durante tres años, iba a una comunidad pequeña y muy necesitada en las afueras de su ciudad, para pasar tiempo con niñas cuyos padres estaban en la cárcel o cuyas madres trabajaban todo el día y no podían pasar tiempo con sus hijas. Allí fue donde ella dice que maduró mucho espiritualmente. Josiah tocó el piano durante dos años en las reuniones de su universidad y también usó su liderazgo en el fútbol para fomentar una comunidad y hablar de temas candentes en cuanto al mundo en la cual vivimos. Alexa dice que también quiere servir donde vaya en el futuro. Como ven, cada hijo tomó su rumbo, con los valores y experiencias vividas en nuestro hogar. Aun ahora, cada vez que nos juntamos hablamos de cómo podemos amar mejor a nuestro prójimo.

Así como no esperaba que mis hijos me enseñaran a mí en esta etapa, tampoco esperé la montaña rusa que es ser mamá de un universitario. Como dice el famoso dicho: “Niños pequeños, problemas pequeños. Niños grandes, problemas grandes”. Es un tiempo donde se presentan muchas decisiones grandes, y uno como padre tiene que guiar más y mandar menos. En ninguna otra etapa se tiene que ejercitar el consejo de mantener la boca cerrada, los ojos abiertos, y las rodillas dobladas en oración, tanto como en esta etapa. Esperar que nos pidan consejo sobre alguna decisión en vez de solo tomar la decisión por ellos es muy difícil, pero muy importante. Ningún hijo es igual al otro, y Dios tiene un plan diferente para cada uno. Tengamos fe de que Él va hacer su obra, y que Aquel que la buena obra empezó, será fiel en completarla. Esperemos que como universitarios puedan tomar todo lo que les hemos enseñado (con palabras y con el ejemplo) y multiplicarlo entregándolo al Señor.

¿Cuándo estuviste en una situación que pensaste que iba a ser miserable, pero al final resultó ser una buena experiencia?

Si te tocara preparar un programa en algo en menos de una hora, ¿qué harías? ¿Qué pasos tomarías para estar mejor preparado?

A veces nuestro servicio tiene un rol secundario con respecto a otro servicio más importante. ¿Qué programa podrías hacer para servir a otros de manera que, aunque no fueras el foco principal podrías contribuir en un proyecto secundario?

Extracto del libro “Trabajemos en Familia”.

Por Rich y Elisa Brown

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