Cuando un niño sabe que sus sentimientos y preocupaciones serán escuchados y entendidos, sus emociones se hacen menos urgentes. Entonces el niño insistirá menos en sus demandas, y será más abierto y flexible en la búsqueda de soluciones a los problemas. También será menos frecuente que se enfrasque en actitudes de culpar, argumentar o negar. Mejorará en su capacidad de sentir empatía, y en su disposición hacia otros, y se hará más responsable de sus acciones.

Comentario de Esteban Obando:

Recuerdo un día cuando mi hija tenía 8 años. Ella citó a toda la familia (formada por mi esposa, su hermano de 5 años, y yo), y nos pidió «una reunión familiar» para decirnos «las cosas que no nos gustan de los demás». Mi primera reacción fue de risa (sin caer en la burla, por supuesto), y la segunda fue de pereza. La reunión finalmente duró cerca de 2 horas, en las que yo hablé 4 minutos, mi esposa 6, mi hijo 30 segundos, y mi hija (quien nos había citado a la reunión) el resto del tiempo. No te engañaré. Fue una reunión agotadora. Pero al terminar, la sonrisa en el rostro de mi hija fue tremendamente gratificante. Sus ideas habían sido escuchadas y validadas, y, a raíz de estas cosas, ella tiene una mejor comunicación con nosotros hoy en día. ¡Escuchar funciona!

Daniel Goleman, quien ha sido un pionero en el tema de la inteligencia emocional, refiere que esta inteligencia tiene que ver con el conocimiento de las propias emociones y el manejo de las mismas, en la motivación propia, en el reconocimiento de las emociones de los demás, y en el establecimiento de emociones positivas con otras personas.

Según otro autor, Izard, a lo largo de la infancia los niños y niñas toman conciencia de sus propias emociones y de las causas de las mismas; es decir, establecen relaciones sobre el porqué de las diferentes emociones, en ellos y en los demás. Simultáneamente, comienzan a reconocer en la expresión facial diferentes emociones, y a establecer acciones en torno a lo que observan en la expresión de los demás.

El desarrollo emocional en el ser humano es un tema bastante complejo, pero permíteme compartirte tres aspectos importantes que pueden ser útiles a la hora de comprender de forma más específica la competencia emocional de un niño o niña:

1. La comprensión emocional: Estas se comienzan a desarrollar desde edades tempranas. Los niños se desenvuelven, desde su nacimiento, en situaciones que generan distintas emociones. Así, comienzan a ajustar sus reacciones para adecuarlas a las diferentes situaciones que enfrentan, y a los propios deseos de alcanzar metas determinadas.

Además, la cultura juega en esto un papel muy importante, porque influye al definir que hay determinadas reglas para expresar las emociones. Los niños y niñas adquieren el conocimiento y la comprensión de estas reglas a través de los modelos y del aprendizaje reciproco.

2. La regulación emocional: Las diversas situaciones vividas por los niños y niñas facilitan el desarrollo de competencias que les permitan regular las emociones generadas por estas situaciones. A medida que el niño o niña madura, va adquiriendo la habilidad de hacer frente a las crecientes exigencias sociales.

El niño debe ir entendiendo el porqué de lo que siente, y cuál sería la reacción más adecuada ante esa situación, evaluando así la forma más apropiada de enfrentarse a las distintas exigencias externas.

Los niños que logran hacer una evaluación de la situación y de la emoción que sintieron, alcanzan niveles de madurez e introspección que les permiten determinar más adecuadamente qué tipo de reacciones han de tener con otras personas, y las consecuencias que estas reacciones tendrán.

3. La empatía: La empatía se define como la capacidad que tiene una persona de entender una situación emocional de otra, y de emitir respuestas relacionadas con el sentir de esa persona.

A medida que el niño va creciendo va desarrollando la empatía, y se espera que a medida que los niños tengan más experiencias, también tengan mayor capacidad de entender las diversas reacciones y comprender el porqué de las mismas, en primera instancia en relación consigo mismos, y posteriormente en relación a los demás.

Comentario de Esteban Obando: ¿No es esto a lo que se refería el apóstol Pablo cuando dijo: «Alégrense con los que están alegres; lloren con los que lloran» (Romanos 12.15)? En palabras modernas, bien pudo haber dicho: «Sean empáticos los unos con los otros». ¡La empatía está recomendada en la Biblia!

¿Qué puedo hacer yo como líder?

Los líderes y maestros podemos ayudar a nuestros niños a desarrollar su inteligencia emocional a través de la forma en que ejercemos nuestro liderazgo y el modo en que abordamos las situaciones que se nos presentan. ¡Todo nuestro comportamiento le enseña algo al niño! Además de esto, algunas otras cosas que podemos hacer por él son:

  • Ayudarlo a identificar qué emociones está sintiendo y por qué.
  • Guiarlo para que pueda establecer una conexión entre sus sentimientos, sus pensamientos, sus palabras y sus acciones.
  • Fomentar que pueda hacer asociaciones para que tome conciencia del modo en que sus sentimientos influyen sobre su comportamiento.
  • Ayudarle a que se responsabilice de sus actos y enfrente apropiadamente las situaciones que se le presenten.
  • Ayudarlo a que pueda expresar y canalizar sus emociones de manera saludable.

Extracto del libro Manual de Consejería Para el Trabajo Con Niños.

Por Esteban Obando y Autores Varios

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