Además, David derrotó a Hadad-Ezer, hijo del rey Rejob de Sobé, cuando Hadad-Ezer trató de restablecer su dominio sobre la región del río Éufrates. (2º Samuel 8:3).

EI capítulo 8 de 2º Samuel es el fragmento que cualquier ser humano quisiera tener en su biografía. Es una lista de victorias, victorias y más victorias -todas dadas por Dios- que tuvo el rey David. Lógicamente, las victorias enumeradas son militares.

En mi caso, me gustaría que fuesen victorias académicas, sociales, fami­liares. En tu caso, no sé; pero, sin importar el área de tu vida, estoy seguro de que la idea de ser constantemente victorioso te debe seducir.

Hadad-Ezer era un rey bastante bien armado, pero en la guerra perdió mil carros, siete mil jinetes, veinte mil soldados de infantería. Leyendo la historia de este rey, recuerdo a tantos otros enemigos del pueblo de Dios que a lo largo de la historia fueron absolutamente derrotados por el poder del Cielo.

Ese mismo poder está a tu disposición hoy. Tus enemigos espirituales pue­den ser pisoteados, y podrían desaparecer de tu horizonte si dejaras esa batalla en las manos de Cristo.

El apóstol Pablo hablará de ese tema en su carta a Timoteo. Le dirá: “Pelea la buena batalla de la fe”. (1º Tim.6:12). Sabemos (no sé si lo entendemos) que Cristo ya venció a nuestro enemigo. Nuestra lucha es contra nuestro propio yo. Ese es el único enemigo al que debemos combatir. Para pelear no debemos usar nuestras armas, sino el poder de Dios, que es el único secreto para una victoria segura.

Hadad-Ezer podía confiar en su fortaleza militar; tenía motivos para hacerlo. Pero no hay fuerza en el universo que consiga derrotar a un frágil ser humano tomado de la mano de Dios. La Biblia no dice cuántos carros, soldados y jinetes tenía David; suponemos que no eran trescientos hombres (como tenía Gedeón), pero tampoco eran cien mil.

El poder de Dios no solo vence a los enemigos directos, sino también aniquila a aquellos que quieren ayudar a los que se oponen a sus hijos. Los sinos de Damasco quisieron ayudar al derrotado Hadad Ezer, y 22 mil de ellos murieron también por el mismo poder.

No tienes por qué temer: un Dios todopoderoso está dispuesto a guiarlo, paso a paso, hasta tu victoria final.

Extracto del libro 365 Vidas

Por Milton Bentancor

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