-Bien -respondió Natán- Haga Su Majestad lo que su corazón le dicte, pues el Señor está con usted. (2º Samuel 7:3).

Me gusta el ministerio de Natán. Conoce a David y, siendo su consejero espiritual, le dice exactamente lo que le tiene que decir, sin esconderle nada. Pero lo dice de una manera tal que llega hasta el corazón del rey. ¡Qué bueno sería si hoy nosotros tuviéramos la capacidad de Natán para decir las cosas que necesitamos decir!

La parábola de la oveja robada que le contó al rey cuando lo reprendió por haberle robado la mujer (Betsabé) a Urías, es brillante. Le dijo exactamente lo que debía decirle, pero sin atacarlo innecesariamente.

Cuando decimos la verdad, por más correcta y necesaria que sea, de una manera ordinaria, brusca o para que duela, la primera reacción que consegui­mos es que el corazón y la mente de nuestro oyente se cierren. Nadie es feliz escuchando una afirmación que lo demuele social y espiritualmente.

En otro momento, Natán da una respuesta a David desde su punto de vista. El rey quiere construir un templo para guardar el arca que acaba de traer a Jerusalén. Natán responde que sí, como vemos en el versículo de hoy. ¿No te parece que era la única respuesta correcta para la situación?

El nuevo rey de Israel había derrotado a todos sus enemigos y es próspero en todos los aspectos relacionados con el reino. ¿Qué motivo habría para que el profeta pensara de manera diferente? ¿Quién de nosotros se animaría a suponer que Dios no iba a bendecir ese proyecto? ¿No era una idea perfecta?

El problema está en que Dios pensaba diferente, y se lo hace saber a Na­tán esa misma noche. En ese momento, el mensajero ¿e comporta como un Instrumento divino. Se desdice de sus palabras, y regresa al palacio a decirle al rey que no será él quien construya el Templo. El gesto de Natán es un gesto de espiritualidad, de obediencia, de sumisión.

Reconocer que mi posición anterior fue una opinión personal, y no la palabra venida del Cielo, es la mayor expresión de humildad que un siervo de Dios puede tener. No sé qué dijiste ayer. No sé cuán lógico pudo haber sonado lo que has dicho, pero Natán nos enseña que, si Dios se manifiesta en forma contraria, mi responsabilidad es retroceder.

Extracto del libro 365 Vidas

Por Milton Bentancor

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