Mefiboset se inclinó y dijo: «¿Y quién es este siervo suyo, para que Su Majestad se fije en él? ¡Si no valgo más que un perro muerto!» (2º Samuel 9:8).
Este es uno de los capítulos que más me gustan en la Biblia. David, pese a todos sus pecados y equivocaciones, se comporta con una bondad y una rectitud de carácter increíbles. Si nosotros viviéramos de la misma manera, el mundo sería un lugar inmensamente mejor.
Pero creo que lo que hace más fascinante este capítulo, es que David le hace bien a Mefiboset solo por ser el hijo de su amigo. El joven no merece absolutamente nada; es más, él mismo se siente como «un perro muerto». A pesar de su imagen propia, a pesar de toda su historia, a pesar de él mismo, David lo trata como a un príncipe, rico e influyente.
Cada vez que miraba sus propios pies, él recordaba la historia que le contaron desde su infancia: tuvimos que huir porque David iba a ocupar el trono de tu abuelo, que le correspondía a tu padre, y te caíste. Tienes ese problema por culpa de David. Tu vida es así por culpa de David.
Imagino que Mefiboset tenía hacia David una mezcla de miedo y rabia. Por eso vivía en un pueblito perdido llamado Lodebar, en medio de la nada y sin posibilidades de casi nada Toda una vida escondido en Lodebar, cuando su verdadero lugar era en la mesa del rey, en Jerusalén.
¿Entiendes que tú y yo somos Mefiboset? ¡Esta situación es tan parecida a nuestra vida en relación con Dios! Él nos busca para darnos lo mejor.
Todo era gris, triste y negativo, hasta que aquel día llegó el mensajero real. Es interesante notar que el rey mismo lo manda buscar. No espera que por una casualidad o por una situación fortuita los cruzara Ta vida. David manda a buscarlo, y Jerusalén se acerca rápida y peligrosamente en la mente del hijo de Jonatán; pero los planes del rey son los mejores posibles para el pobre Mefiboset.
Dios actúa de la misma manera: tú crees que eres como un “perro muerto”, Él te trata como a un príncipe.
Extracto del libro 365 Vidas
Por Milton Bentancor