Pasaje clave: Lucas 15:27.

El hijo mayor presta toda su atención al siervo con ojo inquisidor.
Y Él le dijo: (Sin anestesia) Tu hermano ha venido; ¿Cómo? ¿Ha vuelto? Vaya, el impresentable se ha presentado.
El siervo lo introduce como debe: “tu hermano”. No lo llama por su nombre, los nombres aquí no importan, importan las relaciones que tienen entre los personajes, eso es lo que da verdadera identidad; “tu hermano”.
Su hermano pequeño. Con el que había jugado hace años, su hermano, el que había huido con parte de los bienes de la familia, el derrochador, el que había deshonrado su nombre. Día tras día, año tras año, el rencor se apoderaba de él, con un sentimiento de autoafirmación y autojustificación, “yo seré el buen hijo”.
Ese, ese hermano, había vuelto. Y esa era la razón de lo que había allí montado, de lo que escuchaba e intuía.
Su hermano, no había otro, ha vuelto, por su propio pie.
No se dan más explicaciones, ha vuelto. Suficiente.
Está aquí. No hacen falta más razones.
Volver.
Todo esto que ves es porque él, ha venido.
Y tu padre. ¡Mi padre! Él lo ha organizado todo.
Las palabras del siervo ahondan cada vez más en un corazón duro y roto, tan cerca y lejos a la vez. “Padre” una palabra que debería generar seguridad y amor, en el hermano mayor produce rencor y desconfianza.
Había visto a su padre todos los días esperar al que no debía haber vuelto, llorar por él, soñar durante tantas cenas ¿Os imagináis que hoy volviera? – comentaba con melancolía.
No. No me lo quiero imaginar, es un impresentable, no vendrá, irá de mal en peor y se lo tendrá merecido.
Pero el padre esperaba, hasta que hoy ha hecho matar al becerro gordo.
Aún no lo vemos, pero la escalada de odio va en aumento, el agravio comparativo crece y crece, fruto de un corazón inseguro que no ha interiorizado el amor del padre. ¿Cómo es posible? No hay castigo, no hay reprimenda, no hay disciplina, y además hay un festín, una celebración, y todo esto sabe tanto a injusticia que el hermano mayor, haciendo memoria selectiva olvida todas las veces que ha comido bien en casa de su padre. El becerro es el colmo, un gasto más, una muerte, no solo la herencia, ahora también el becerro, el mejor de toda la hacienda. No había bastante con haber desperdiciado la herencia sino que ahora hacemos un sacrificio más, lo mejor que teníamos en la casa sólo por haberle recibido, sólo porque el impresentable se ha presentado.
Como aquel Jesús, que a los pecadores recibe y con ellos come, mientras los fariseos murmuran.
El hermano mayor, uno más. Quizá yo, uno más. Pero el siervo da un último detalle, el perdido ha vuelto bueno y sano ¿cómo? Encima vuelve sin consecuencias de la mala vida que ha tenido.
Ya no es un caso perdido. El padre lo ha recibido, y lo ha restaurado y limpiado.
Socialmente vuelve a ser bueno, no malo. La bondad del padre ha empapado, ha rodeado, ha bautizado a su hijo que ha vuelto. Y ahora está sano, no enfermo. Con capacidad de avanzar, de crecer, de ejercer su papel de hijo en la casa.
Todo lo ocurrido es la razón de la alegría de toda la casa. El amor incondicional del padre produce alegría en todos los corazones, ha inundado todo su señorío. Bueno, todo no. Las razones del gozo para unos, son la razón del enojo para otros.
El impresentable se ha presentado.

PARA VOLAR
1. ¿Qué te molesta más de tus hermanos?
¿Qué actitudes o acciones piensas que deberían hacer y sin embargo, nunca cumplen? Trata de ser honesto contigo mismo.

2. ¿Alguna vez te has sentido (o estás actualmente) molesto con Dios por cómo trata a alguien?
Trata de recordar algún caso. ¿Qué dice eso de ese alguien? ¿Y de Dios? ¿Y de ti?

Extracto del libro «Perdido»

Por Alex Sampedro

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