Muchas cosas que nos encontramos parecen atractivas a nuestros ojos, pero nos lastiman, nos humillan, y queman en nuestro interior. De eso se trata este libro. Lo hemos escrito para que no te involucres, o para ayudarte a salir de las garras de la pornografía. Este será un camino que no transitarás solo Estaremos acompañándote con nuestras oracio­nes, experiencias y consejos.

La he visto. Me ha gustado. La he odiado.

Me ha atrapado. La he buscado. Le he huido.

La he vencido. Me ha ganado. Me hace sentir mejor. Me hace sentir peor.

Me confunde. Me atrae. Me engaña. Me seduce. La rechazo.

La aborrezco. La deseo. La necesito. Me enoja. Me frustra. Me golpea.

Me lastima. Me encanta. La defiendo. La condeno.

La dejo. La extraño. Me derrota. Me conquista. La supero.

No lo sé…

Parece que incluso mi peor debilidad es más fuerte que yo.

¿DE QUE ESTAMOS HABLANDO?

Como te anticipamos, este libro trata sobre la pornografía. Muchas personas la consu­men. El problema con la pornografía es que crea un mundo ficticio. Las imágenes que presenta son artificiales y muy lejanas de la realidad.

Las conductas y la escenografía que muestra son irreales y por eso se genera una realidad distorsionada. Ahí está el engaño. Las escenas que se ven son armadas y arregladas sobre la base de un diseño hecho por expertos en produc­ción visual (video, fotografía y dibujos animados o anime). Tanto los gestos como las posiciones y las expresiones de placer son fingidos. Es toda una estrategia de mercadeo.

Te presentan un producto deseable, pero entre líneas te han lanzado una serie de mentiras peligrosas. Esa es la carnada, y escondido detrás está el anzuelo para que te quedes enganchado. Hay muchas mentiras que presenta la porno­grafía. Un ejemplo es que hace parecer que lo más valioso es el tamaño. Tanto en los hombres como en las mujeres, la cuestión está centrada en el cuerpo: en el tamaño del pene del hombre, y en el tamaño de los senos de la mujer. Esta absurda ley impone que es primordial, para poder disfrutar del sexo, tener un gran tamaño.

Otra mentira es la cuestión de la duración de las relaciones sexuales, que hace parecer que lo ideal es que el tiempo sea interminable.

Estos y otros engaños promueven compara­ciones y producen fuertes sentimientos de inferioridad (porque es probable que uno no tenga ese cuerpo ni experimente una relación sexual tan prolongada).

Las mentiras de la pornografía denigran a la mujer y humillan al hombre. Si no reconoces estas mentiras, y en cambio las aceptas, ellas distorsionan tu comprensión de la sexualidad.

El verdadero problema es que, al incorporar estas imágenes a tu sistema, tu forma de ver el sexo se corrompe. Esto te induce a satisfacerte a ti mismo a tu antojo, a tu ritmo, a tu agrado.

Por supuesto, Dios diseñó las relaciones sexuales no solamente con el fin de la procrea­ción, sino también con el fin de proveer placer en el matrimonio. Y eso es muy diferente a hablar de placer egocéntrico, pensando nada más que en ti mismo.

Cuando programas tu sistema con este engaño, tu forma de disfrutar las relaciones con amista­des del sexo opuesto, la manera de desarrollar un noviazgo, o incluso las relaciones sexuales en tu futuro matrimonio habrán contami­nado también.

El sexo no es como la pornografía dice que es. Además, al no saber qué hacer con toda la energía que ella genera, la pornografía crea una salida fácil a través de la masturbación, como un escape o descarga. La masturbación se presenta como “la única solución”, y se convierte en una compulsión.

La pornografía invade progresivamente todos los momentos de tu vida. Comienzas a vivir para ella. ¡Ten cuidado! Si consumes pornografía, entonces te estás dejando atrapar por un engaño.

El sexo como Dios lo diseñó no produce remor­dimientos, cargos de conciencia, sentimientos de culpa, de inferioridad, de soledad, o de suciedad.

Dejemos de ser ilusos. La pornografía es una industria que maneja billones de dólares en todo el mundo, lucrando con tus debilidades.

A Dios le importa mucho tu vida sexual. Él está altamente interesado en que seas exitoso en esta área, en que puedas gozarla y no desperdiciarla.

La decisión es tuya. No creas las mentiras. Mejor vive a la luz de la verdad. No muerdas el anzuelo, aunque parezca atractivo.

“La voluntad de Dios es vuestra santificación: que os apartéis de fornicación; que cada uno de vosotros sepa tener su propia esposa en santidad y honor, no en pasión desordenada, como los gentiles que no conocen a Dios; que ninguno agravie ni engañe en nada a su hermano, porque, como ya os hemos dicho y testificado, el Señor es vengador de todo esto. Dios no nos ha llamado a inmundi­cia, sino a santificación. Así que, el que desecha esto, no desecha a hombre, sino a Dios, que tam­bién nos dio su Espíritu Santo”. (1 Tesalonicenses 4.3-8).

Extracto del libro No Muerdas el Anzuelo

Por Adrián Intrieri

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