Los adolescentes se dan cuenta de cómo sucesos que aparen­temente no tienen relación uno con otro, afectan adversamente sus vidas.

Desafortunadamente, muchos padres y madres no alcanzan a ver estas relaciones.

Lo que sucede en la conversación en la mesa a la hora de la cena, puede estar relacionado directamente con lo que suce­de en el automóvil cuando su adolescente tiene una cita. ¿An­da su hijo buscando amor y no lo encuentra en la casa? ¿Asu­me su hija, ya que su padre nunca muestra afecto y amor para su madre, que los hombres entienden el amor sólo a través de propuestas sexuales? Y si ella de repente aparece embarazada, ¿podría alguien creer que sus relaciones con sus padres tiene mucho que ver en el asunto?

Para comprender mejor como las relaciones en el hogar pueden afectar las relaciones amorosas de los jóvenes, tene­mos que comprender que todos nosotros ansiamos intimidad, aun cuando no estemos conscientes de ello, o no lo reconozca­mos como un motivo de muchas de nuestras acciones.

Dios ha puesto en la vida de cada persona un deseo de inti­midad con otros. De hecho, lo que llamamos revolución se­xual fue en verdad una revolución en la manera en que trata­mos de lograr la intimidad. No hay nada revolucionario en dor­mir en varios lugares. La gente siempre ha hecho eso. El gran cambio fue en la manera en que empezamos a entender las re­laciones. Estuvimos dispuestos a conformarnos con algo bara­to y vacío, aunque muy íntimo en un sentido, más bien que edi­ficar relaciones duraderas que fueren íntimas en varios nive­les: emocional, espiritual, intelectual, social, etc.

Una relación entre un hombre y una mujer debe ser íntima en todos los niveles, culminando en una intimidad física, des­pués que se ha declarado públicamente un compromiso para toda la vida. Pero la Gran Máquina Americana Automática de Ventas promete rápida intimidad que evita la solemnidad del compromiso. Los adolescentes, bombardeados por mensajes de felicidad a través de relaciones sexuales pueden no empeñarse en procurar la verdadera intimidad. Lo que es peor, puede que piensen que no es posible.

Un niño aprende en el hogar todo lo concerniente a relaciones. Un estudio hecho por la revista Psychology Today, solicitaba chicas de la escuela secundaria que evaluaran la relación con sus madres, incluyendo la cantidad de afecto compartido, cuán autoritarias eran sus madres, y cuál sería el rol de la madre mo­delo. Se le pidió a cada chica que también evaluara la relación con su mejor amiga.

Los encuestadores hallaron que cuando las chicas tienen buenas relaciones con sus madres, también las tienen con sus amigas. Las amistades que se forman, en parte, para suplir la falta de amor en el hogar, no parecen ser un substituto satis­factorio. «Las desviaciones del ideal en la relación de madre e hija, hacen difícil para las chicas desarrollar amistades estrechas.» Uno de los investigadores dice que ellas, «no tienen la oportunidad de desarrollar los niveles interpersonales de con­fianza y autonomía personal que son requisito previo indispen­sable para la capacidad de intimidad.

Pero la incapacidad de una chica para tener intimidad con otros, no disminuye su anhelo de intimidad. Es parte de la na­turaleza desear intimidad. Y cuando ella se da cuenta de que no es capaz de desarrollar intimidad con su madre, o con sus amigas, ¿a quién se vuelve? Hay una buena oportunidad de que ella se torne a los muchachos para hallar en ellos la felicidad e intimidad que anda buscando.

Desafortunadamente ella puede ver en las películas del vier­nes por la noche el mensaje que dice: «El sexo hace las rela­ciones grandiosas.»

Y quizá la parte triste de todo es que esas fuentes externas, tales como las películas, son los instructores sexuales aun para adolescentes cristianos. Un jovencito escribió dirigiéndose a su padre, «Usted quizá no lo sabe, pero yo he aprendido todo lo del sexo en las calles. Créame, este no es un buen lugar para aprender.

Otro chico escribió, «Papá y mamá: era responsabilidad de ustedes hablarme del sexo antes que yo descubriera el mal ca­mino. Ustedes no cumplieron con la responsabilidad que les fue dada por Dios. Se suponía que ustedes tenían que guiarme a mí en la buena senda.»

Extracto del libro “Lo Que Deseo Que Mis Padres Sepan Acerca de mi Sexualidad”.

Por Josh McDowell.

 Lee Sexo y sexualidad – La relación con los padres 1

 

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