La Biblia nos instruye a orar por nuestros hijos, es cierto, pero hay momentos en los que el desaliento y el desánimo es tal que parece que ni siquiera esta poderosa herramienta llegara a funcionar. Lo que nuestros ojos físicos ven y lo que nuestro corazón percibe acerca de la conducta y el futuro de nuestros hijos inmersos en una subcultura y todo lo que ello implica, nos impiden creer que algún día se producirá el milagro de liberación.
El rey David suplicó a Dios. “Pon mis lágrimas en tu redoma. ¿No están ellas en tu libro?” (Salmo 56:8). Una redoma es una especie de cuenco que en la antigüedad se usaba para guardar aceite o perfume, ambos elementos muy valiosos por ese tiempo. Adelante mamá o papá! El Señor es absolutamente fiel y guarda cada una de nuestras oraciones en su copa hasta que sea el momento de volcarlas a todas juntas y derramar su bendición. Ninguna de las oraciones que hagas por tu hijo se perderá o quedará en el aire. El Señor las atrapará en su mano hasta que sea tiempo…
A continuación presentamos algunas sugerencias y consejos sobre cómo y por qué cosas orar, aunque el tema es tan vasto que sabemos que hay muchas más. Podemos aplicarlas a los hijos de nuestros amigos, sobrinos, nietos o cualquier joven que esté confundido en un período de su vida.
1. Tenemos que entregar nuestros hijos al Señor. Por más obvio que parezca, debemos hacerlo definitivamente. Aunque los hayamos consagrado a Dios desde antes de concebirlos y los hayamos dedicado en el altar y entregado para que el Señor cumpla su propósito en ellos, llegará un momento en el que —en medio de nuestra lucha en oración a favor de sus vidas, aun en medio de la noche más oscura— tendremos que rendirlos completa y absolutamente en sus manos y dejarlo obrar a Él.
En esos momentos en que sentimos que ya hemos hecho todo lo que sabíamos o podíamos hacer y nada funcionó, hay una sola alternativa posible: entrega total. A veces entregar un hijo, aunque más no sea devolverlo a las manos de su Padre y Creador, puede parecernos que nos están desgarrando por dentro. Recuerda: Nosotros no podemos controlarlo todo, no podemos estar con ellos las 24 horas del día, no podemos meter la mano y alcanzar su corazón ni abrirles la cabeza para cambiarles los pensamientos, pero el Espíritu Santo de Dios sí puede.
2. Clamar por la restauración de las relaciones familiares. Muchas veces, aunque no siempre, los hijos actúan de forma rebelde para herir a sus padres porque hay algo que no les perdonan. Una excesiva severidad y falta de calidez en las relaciones padre/madre-hijo/hija se cobran la factura en la edad de la adolescencia. Lo contrario también es cierto: un niño que se cría en descuido y despreocupación, sin límites consistentes, también hace su reclamo a estas alturas. Puede que además esa familia o esos padres hayan pasado por situaciones de crisis por otros motivos, de modo que algo se ha quebrado. Y si se ha quebrado, Dios puede repararlo.
Extracto del libro “Tribus Urbanas”
Por María José Hooft
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