Si decimos que los jóvenes no son la iglesia del «mañana» sino la del «presente», pongamos en práctica esas palabras. Entreguémosles ese testimonio a ellos, démosles una palmada fuerte en la espalda para que entren al «cuadrilátero» a pelear en el ministerio con sus camaradas y amigos.

Cuando pienso en el ministerio juvenil y el compromiso que tomé con Dios de ser pas­tor de jóvenes hace casi quince años atrás, lo que me llega a la mente son unas palabras de la Biblia: «Corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante» (Hebreos 12:1). Pablo usó el tér­mino «carrera» varias veces en sus cartas para describir su ministerio y la vida cristiana. Por ejemplo, Stadion, palabra griega que aparece en 1 Corintios 9:24, se refiere a la típica carrera de aproximadamente ciento ochenta metros que se practicaba en los primeros Jue­gos Olímpicos de la antigua Grecia.

Sin embargo, nosotros, que trabajamos en el minis­terio juvenil, sabemos que no somos típicos y que el ministerio con los jóvenes requiere mucho esfuerzo. Es más, diría que es el ministerio que demanda mayor tiempo, donde vemos menos resultados y recibimos casi nada de agradecimiento. Por eso, la carrera que tengo en mente no es una tan corta y no se trata de una sola persona que corre hacia el premio. La carrera del ministerio juvenil es como una carrera de posta (o de relevos), donde uno corre por una distancia y ahí se entrega el testimonio, el bastón de metal a otro que sigue corriendo. Y bueno, no todo termina ahí. No es que le pasas el testimonio a otro y termines. Para nada, más bien es como una maratón mezclada con lucha libre. Sé que suena medio ridículo, pero déjame terminar. Es como una lucha entre dos equipos con­formados por dos o más personas. Entonces, cuando uno de los miembros se siente agotado o se lastima, otro lo alienta y toma su lugar por un tiempo. Luego continúa la carrera-pelea por lo que parece una eternidad. Exactamente 42.195 kilómetros. De modo que si realmente quieres tener un ministerio con los jóvenes que perdure y tenga impacto, corre esta maratón loca de lucha libre. ¿Cómo lo harás? Sencillo. Sigue algunos ejemplos de la vida de Jesús para que puedas entender más clara­mente las instrucciones.

HAY QUE ADMITIR QUE NO LO PUEDES HACER TODO

Si Jesús afirmó: «No hago nada por mi propia cuenta» (Juan 8:28); ¿por qué no decimos eso también? Por otro lado, ¿por qué en el ministerio nos cuesta tanto admitir que no lo podemos hacer todo? Quiero ser el primero en confesar que todos los días me levanto en la mañana y me pregunto: «¿Qué rayos estoy haciendo?» La mayoría del tiempo no me siento completamente capaz de cumplir lo que Dios me mandó hacer. No obs­tante, creer que lo podré hacer con su ayuda se llama fe. A lo mejor me creas hereje por el siguiente comentario, pero igual lo tengo que decir: no es suficiente tener fe en Dios. Nosotros somos parte de un cuerpo y eso sig­nifica que tenemos que trabajar juntos para lograr la meta de «acompañar a los jóvenes a una madurez en Cristo». Esto quiere decir que necesitamos a los demás no solamente cuando estamos cansados, heridos o des­motivados, sino para cosechar la mayor cantidad de éxitos posibles. Ahora bien, cuando ya no podamos ha­cerlo, debemos entregar el testimonio a otros para que continúen en la carrera; porque no hay personas que lo pueden hacer todo siempre. Aun Jesús pedía a sus dis­cípulos ayuda y apoyo para continuar. Esto me re­cuerda que el ministerio no nos pertenece, solo servimos en el mismo por un tiempo.

Para mí es increíble lo que ha pasado cuando he en­tregado el testimonio (el ministerio) a otros: me lo de­vuelven después y puedo correr aun mejor. Para terminar esta parte, no olvides que todo esto es una maratón. De modo que si descansas, es porque te hace falta mucho más.

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