HAY QUE CREER QUE OTRAS PERSONAS PUEDEN HACER COSAS MAYORES

¿Te da miedo o te preocupa entregar tu ministerio? ¿Ya sabes a quién entregar el testimonio? Bueno, para mí, uno de los versos más increíbles de la Biblia es cuando Jesús les dice a sus discípulos: «El que cree en mí las obras que yo hago también él las hará, y aun las hará mayores» “(Juan 14:12). ¡Qué fantástico, ¿verdad? Sin embargo, siendo honesto, muchos de nosotros no pensamos así de quienes podríamos entregarles nuestro ministerio. Mu­chas veces los observamos como si fueran menores o, en el mejor de los casos, iguales que nosotros. Por eso, ¿cuándo fue la última vez que escuchaste a un pastor decir: «Hoy predica Juanito». La verdad es que es mucho mejor que yo. Él hará cosas en esta iglesia mucho más allá de lo que yo hice»? Volviendo a lo anterior, a pesar de que eran peleones, celosos, dudaban, etc., Jesús les dijo a sus discípulos que harían cosas más grandes que las que él hizo. Por lo tanto, hagamos lo mismo. Si Dios confía en nosotros, ¿por qué no podemos hacerlo con los demás? Creo que eso puede empezar cuando oramos por el éxito de ellos más que por el nuestro. Entreguemos, pues, el testimonio con el compromiso de apoyarles para que cosechen más victorias de lo que podamos imaginar.

HAY QUE ENTENDER QUE NO SE TRATA DE «LA PRÓXIMA GENERACIÓN»

Permítame terminar con un mito que siempre está dando vueltas en la iglesia. Entregar el testimonio no se trata de haber corrido todo lo que puedes porque ya eres viejo. George Barna, sociólogo e investigador de la iglesia norteamericana, escribió lo siguiente: «Tuvimos nuestra oportunidad e hicimos lo mejor con la misma. Fue un pri­vilegio liderar al pueblo de Dios y desafiar a la sociedad a unirse con él en su camino. No obstante, fue un privi­legio concedido, no ganado; uno que inmediatamente se debería entregar a la próxima generación».

Ahora bien, aunque Barna intenta entusiasmar a esta generación de líderes para que «suelten las riendas y entreguen el testimonio», creo que esto no debe termi­nar así. No es un proceso productivo esperar hasta que ya seamos viejos y que hayamos hecho nuestro trabajo para entregarlo. Por ejemplo, hay pastores y líderes de jóvenes que llevan años sin soltar siquiera la oración de apertura en la reunión de jóvenes. Esto no debiera seguir así. De modo que, como líderes juveniles, empe­cemos a dar un ejemplo diferente a la cultura de la igle­sia para que cambie su perspectiva al respecto. Si decimos que los jóvenes no son la iglesia del «mañana» sino la del «presente», pongamos en práctica esas pala­bras. Entreguémosles ese testimonio a ellos, démosles una palmada fuerte en la espalda para que entren al «cuadrilátero» a pelear en el ministerio con sus camaradas y amigos. Por otra parte, muchos expertos de la Biblia creen que casi todos los discípulos eran jóvenes. A pesar de eso, Jesús puso el testimonio en sus manos muy temprano para que desarrollaran su ministerio. Si lo hizo el Señor, sigamos su ejemplo.

Por último, déjeme preguntar algo más: ¿qué queremos lograr? Bueno, por mi parte, tengo que admitir que soy una persona muy pragmática: pienso en la meta, y como dijo Pablo: «Así que yo no corro como quien no tiene meta; no lucho como quien da golpes al aire. Más bien, golpeo mi cuerpo y lo domino» (1 Corintios 9:26-27). De modo que quiero llegar a la meta; pero eso no es fácil de cumplir. Debo soltar a veces lo que más me gusta hacer para que otros tomen mi lugar en el minis­terio. Y aunque a veces no siempre lo hago, si es mi in­tención que ellos maduren en Cristo. Por tal motivo, a todos los líderes les sugiero que no dejen que los años pasen para tomar esta decisión. Deben empezar hoy mismo.

Extracto del Libro “Consejos desde el Frente”

Capítulo por Aarón Arnold


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