NO EXISTE UN PATRÓN ÚNICO

Tengo un llamado ministerial con adolescentes, pero mi cónyuge no. ¿Puedo seguir trabajando con ellos, o debo dejarlo para trabajar juntos en un ministerio como una célula de matrimonios jóvenes?

No hay una «receta mágica» para saber cómo integrar el matrimonio y el ministerio juvenil. Lo que funciona para una familia puede ser devastador para otra, y aun para esa pareja en otro tiempo. Por lo tanto, cada pareja tiene que descubrir qué funciona para ellos basados en sus dones y llamados únicos y el momento de la vida en el que se encuentren.

Tim, por ejemplo, ama los juegos, campamentos y de­portes en equipos. Esto es exactamente lo que menos me gustaba del grupo juvenil cuando era una adoles­cente. Afortunadamente, no me forzó a hacerlo como él. Por el contrario, me entusiasmó a involucrarme de acuerdo a mis dones y pasiones: como preparar y diri­gir estudios Bíblicos y teniendo largas y profundas con­versaciones con los estudiantes.

La meta predominante no es hacer juntos el ministe­rio juvenil sino que cada uno use sus tiempos y talen­tos de modo que agrade a Dios y cumpla su llamado en sus vidas. En este sentido, un matrimonio tiene la oportunidad de hacerlo mejor juntos, parezca lo que parezca, que si lo hace cada cual por su lado. Por tanto, si quieres hacer esto bien, una buena comunicación y una constante revisión es más que importante.

LA CLAVE ES LA COMUNICACIÓN

Estoy por casarme y quiero tener un buen matrimo­nio que refuerce nuestro trabajo con los adolescentes, ¿pero específicamente cómo lo hacemos?

Comunicación —expresar con honestidad lo que piensas y escuchar a la otra persona — puede ser un tra­bajo duro, pero eso es lo que hace funcionar al matri­monio. Es tan fácil de asumir que sabes lo que la otra persona piensa o quiere cuando en realidad no lo sabes.

Por ejemplo, nuestro amigo Aarón no quiso hablar con su esposa Angie sobre su llamado a estudiar al Ins­tituto Bíblico porque «sabía» que ella no quería que lo hiciera. Cuando finalmente se lo dijo, ella se dio cuenta de que Dios le había dado el mismo deseo a ella, solo que tampoco quería decírselo a él.

Extracto de «Consejos desde el Frente»
Por Annette Gulick


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