Un hombre que tenía lepra se le acercó y se arrodilló delante de él. -Se­ñor, si quieres, puedes limpiarme -le dijo. (Mateo 8:2).

Este hombre tenía muy en claro quién es quién en la historia, en el universo y en todos los aspectos de la vida. No pide permiso, no se preocupa con lo que los otros pensarán, no está interesado en su apariencia. Como está, delante de todos, contra todas las reglas y en actitud de adoración, llega a los pies de Jesús para decirle que, si él quiere, lo puede limpiar.

Exactamente ese es el espíritu que la Biblia espera de quien se acerca a Cristo. Lamentablemente, hacemos caso al enemigo de Dios, que nos quiere convencer -y lo hace- de que necesitamos arreglar nuestra situación, mejorar nuestra vida, solucionar nuestro problema para acercarnos a Dios. Si el leproso intentara curarse para recién entonces presentarse ante Cristo, moriría sin la posibilidad de salvación.

Por más esfuerzo que hagas, nunca conseguirás limpiar tu vida del pecado. La idea de Dios es que llegues a él exactamente cómo estás. Tú eres pecador, así como el leproso era leproso. No hay medio pecador ni medio leproso. Ve a los pies de Jesús, así como estás.

Llegar a los pies de Jesús exige la postura correcta. No hay ninguna posibi­lidad de demandarle absolutamente nada; todo lo que podemos hacer es pedir y suplicar Nosotros pedimos partiendo de su misericordia Él nos responde basándose en su amor.

Llegar a los pies de Cristo es entender que él es Señor y que tiene el poder. Por eso, como el leproso, ante su santa y todopoderosa presencia nos arro­dillamos. En la vida espiritual, cuánto más tiempo estamos arrodillados, más fuertes seremos.

El pedido del leproso es realizado en el tono exacto en el que el Cielo es­cucha. La adoración reconoce el poder de Cristo, y su voluntad. Si él quiere, me puede limpiar. Como los amigos de Daniel frente al horno del rey, la actitud correcta es: Dios puede salvarnos del horno, de la enfermedad y los problemas. De rodillas, deja que Cristo realice el milagro que él quiere hacer en ti.

Extracto del libro 365 Vidas

Por Milton Bentancor

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