Pasaje clave: Deuteronomio 23 al 25.
Hoy también vamos a seleccionar algunos temas de los muchos que se tratan estos capítulos.
Prohibido Pasar.
¿Quiénes tenían la entrada prohibida a la congregación? (23:1 al 8).
Sí, vivir en aquel tiempo era realmente difícil. Para nosotros las cosas son diferentes. Dios nos ha dado mayor libertad (aunque esto implica mayor responsabilidad). Pero no porque nosotros seamos mejores que ellos, sino porque Cristo llevó en la cruz todas nuestras porquerías interiores y es su vida en nosotros la que nos da mayor libertad delante de Dios.
Somos parte de la congregación de Dios, del pueblo de Dios, porque la sangre de Jesús borró nuestros pecados y el Espíritu de Dios nos ha sellado como su exclusiva propiedad.
Dios no mira tu apariencia física, ni tu clase social, ni tu color de piel. Tampoco mira tus bolsillos, si tienes o no dinero. Él te recibe y te acepta solamente en Cristo. Dios mira únicamente lo que hay en tu corazón.
¿Cómo son tus pensamientos delante de Él?
¿Qué tipo de intenciones tienes?
¿Lo que sientes es de Dios o de tu propia carnalidad?
Si tu corazón no está limpio, confiésale tu pecado, cree que su sangre te limpia y entra a su presencia.
Si tu corazón está limpio delante de Él, ¡qué esperas! Entra con toda confianza a su presencia y alábalo con libertad. Él te está esperando. ¡Puedes pasar!
Si Prometes… no te Borres.
¿Cómo debía actuar aquel que le prometía cosas a Dios? (23:21-23).
A veces, en un arranque de consagración, en esas reuniones en las que por contagio todo el mundo llora, le hacemos promesas a Dios: “Te prometo, Señor que nunca más voy a pecar…”. “Te prometo que voy a tener comunión contigo todos los días…”. “Te prometo que voy a predicarles a todos mis compañeros…”. “Te prometo, Papá, que cuando venda la moto voy a ofrendarte el 50% de su valor”. “Si a la rubia de ojos verdes la enamoras de mí, te prometo que te serviré siempre”.
Pero cuando termina la reunión y pasa la emoción, ni te vuelves a acordar de lo que le prometiste a Dios. Pero Dios si se acuerda y te lo cuenta como pecado. ¿Por qué?
Porque prometer algo y no cumplirlo es actuar como un mentiroso, además de romper el compromiso que asumiste con Dios en esa promesa. Él valora tu promesa como algo muy, muy serio.
Es bueno prometerle cosas a Dios, hacer pactos con Él, siempre y cuando estemos completamente seguros que lo vamos a cumplir. De otro modo, lo mejor es callarse y no decir nada. Piénsalo.
Consecuencias Individuales.
¿Qué principio establece este versículo? (24:16).
Algunos que no conocen muy bien la Palabra de Dios dicen cosa como “¡vas a ser castigado por el pecado de tus padres!”. Esto es mentira.
Cada uno, individualmente, recibe la disciplina de Dios por sus pecados. Es cierto que los pecados de los padres traen consecuencias en la vida de los hijos, pero Dios no disciplina a los hijos por el pecado de sus padres ni a los padres por el pecado de sus hijos. Cada uno es responsable por sus propias acciones. Dios es justo.
Para Compartir…
¿Cómo compartirían para sus hermanos? (23:24-25, 24:19-22).
Unos compartirían permitiendo que sus hermanos coman libremente de sus plantaciones. Otros compartirían permitiendo que sus hermanos recojan aquello que ellos no podían llevarse.
¿Tienes un corazón dispuesto a compartir o te cuesta desprenderte de tus cosas?
¿Practicas el compartir para aprender a romper con tus actitudes egoístas o eres de los que quieren recibir todo sin dar nada a cambio?
¿En que medida notaste que otros fueron bendecidos cuando les compartiste lo que necesitaban?
Si aún no lo estás haciendo, ¿qué esperas para comenzar?
Extracto del libro «Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes: Números-Deuteronomio»
Por Edgardo Tosoni
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