EL TRABAJO MULTIDISCIPLINARIO EN LA CONSEJERÍA
Por un prolongado tiempo acompañé a una joven que había atravesado por situaciones traumáticas durante su niñez y adolescencia. Si bien ella reconocía que lidiaba con inseguridad, temores y hábitos destructivos, cada encuentro parecía un círculo del que no lográbamos salir. Las mejoras en su vida más bien se asemejaban a un automóvil que recibe auxilio para poder llegar hasta el taller mecánico más próximo. Ella salía de cada sesión animada y dispuesta a mejorar, pero al cabo de unos pocos días nuevamente se encontraba cediendo ante sus debilidades. Cada encuentro era igual el primero. Estábamos las dos estancadas. Así es que, como te imaginarás, lidié con la frustración, e incluso me hice preguntas relativas a mi desempeño como consejera… ¿Qué estoy haciendo mal? ¿Acaso soy tan mala aconsejando? ¿Por qué acepté aconsejar a esta joven?
Espero que jamás te encuentres en una situación en la que tú también te plantees preguntas similares. Pero por las dudas, quiero compartirte que en situaciones así podemos experimentar una serie de emociones y cuestionamientos, tales como:
- Frustración: No me escucha. Termina haciendo lo que desea.
- Impaciencia: Espero que ya tome una decisión, ¡es tan sencillo! Solo necesita dar algunos pasos y, por supuesto, seguir mis consejos.
- Enojo: No comprendo por qué prolonga tanto esta situación. ¡Creo que ya me estoy cansando de su inacción!
- Decepción: Definitivamente no lo logrará conmigo…
- Culpabilidad: ¿Será que yo no estoy ayudando lo suficiente?
Es como una sensación de dar golpes al aire. ¡Escuchar y tratar de guiar a una persona sin ver mejoras ni crecimiento en su vida es muy desalentador! Tal vez tú no llegues a atravesar todo este camino. Tal vez experimentes solo uno, o algunos, de estos sentimientos negativos. Solo quiero que sepas que esto es perfectamente normal, ¡y nos pasa a todos en algún momento u otro!
Lo cierto es que las crisis personales de los adolescentes pueden ser muy complejas, y las situaciones similares pueden ser abordadas de diferentes formas dependiendo del lente con el que se las mire. Las personas somos diferentes y únicas, y nuestras experiencias, el ambiente donde crecimos, y quienes nos rodearon e influyeron sobre nosotros para bien o para mal, todos determinan en gran manera nuestra forma de ver y de percibir el mundo. De hecho, el ser humano en sí es muy complejo, no solo durante la adolescencia. De ahí la importancia de dar el cuidado que cada muchacho o muchacha requiere, y el amor al estilo de Jesús, quien dijo que amemos a los demás como Él nos ama (Juan 13.34). ¡Que gran responsabilidad!
Y es que Jesús nos dejó ejemplos de cómo brindar atención personalizada a aquellos que se acercaban a Él por un milagro, o por el deseo de conocerlo y oír sus enseñanzas. Nicodemo, el fariseo, fue uno de ellos. Se acercó a Jesús de noche, posiblemente para no ser visto por los demás. Sin embargo, Jesús no lo juzgó ni lo rechazó. Con amor y humildad entabló una conversación profunda con él. Más tarde sería este mismo hombre, que había tenido un encuentro con Jesús que cambió su vida, quien hablaría abiertamente en su defensa y confrontaría a los fariseos por no cumplir sus leyes (Juan 7.50-51).
Del mismo modo, cada joven que acude a nosotros para recibir ayuda debe ser atendido de acuerdo a su diseño individual. Los consejos y experiencias que dieron resultados con un chico o chica en particular, no necesariamente funcionarán con otro. En ocasiones podríamos vernos tentados a utilizar un mismo plan de acción para casos aparentemente similares. Sin embargo, para nuestra sorpresa y frustración, quizás no obtengamos los resultados esperados, ya sea un cambio de conducta o la toma de decisiones trascendentales en la vida de nuestros jóvenes, porque ninguno es igual a otro.
CONOZCAMOS NUESTROS PUNTOS FUERTES Y DÉBILES EN LA CONSEJERÍA
Ante la complejidad de los problemas que enfrentan nuestros jóvenes en la sociedad de hoy en día, se les hace difícil tener claridad al momento de tomar decisiones, así como mantener relaciones interpersonales adecuadas. De hecho, cada vez tenemos un número mayor de chicos que están en situación de riesgo. Consideremos, por ejemplo, a un adolescente que crece al lado de un padre alcohólico. Este muchacho será más propenso a beber a temprana edad y a manifestar inestabilidad emocional en el trascurso de su vida. O pensemos en una adolescente que ha sufrido algún tipo de abuso. Ella podría manifestar aislamiento, soledad e inseguridad. Un estudiante de escuela secundaria podría estar siendo amedrentado por otros compañeros sin que nadie se entere, hasta que un día recurre a una acción que podría llegar a ser extrema… Y los ejemplos podrían seguir y seguir.
De ahí que necesitemos reflexionar sobre nuestros puntos fuertes y nuestros puntos débiles durante el proceso de consejería. Debemos intentar brindar todas las herramientas posibles para que el joven o jovencita al que aconsejamos salga adelante, se supere y alcance el desarrollo óptimo de sus habilidades. Pero el intentar hacerlo todo solos únicamente producirá expectativas falsas y mucha frustración en nosotros como líderes juveniles. Esto es porque en muchos casos no podemos cubrir todos los aspectos de la problemática, ya que son más complejos y requieren otras acciones que nosotros no estamos autorizados o capacitados para tomar. Por lo tanto, debemos reconocer que no contamos con todos los conocimientos y destrezas en el uso de herramientas orientadas a prevenir, intervenir, y asistir durante el tiempo de la identificación o recuperación de las crisis. Aunque a muchos les cueste reconocer que no lo saben todo, o que no tienen la capacidad suficiente para guiar hacia una sanidad completa e integral, lo cierto es que todos los líderes tenemos limitaciones, ¡aun aquellos muy experimentados y que vienen trabajando con jóvenes y adolescentes desde hace años!
Extracto del libro “Manual de Consejería Para el Trabajo con Adolescentes”
Por autores varios.
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