Para desarrollar un ministerio efectivo que glorifique a Dios es necesario que todos los involucrados entiendan por qué y para qué lo hacemos.

Muchos líderes fallan porque, a pesar de tener una filosofía correcta de lo que se proponen, no logran que otros los acom­pañen con entusiasmo. Al conocer a miles de líderes con diferentes estilos de ministerio me he dado cuenta que lo destacable de los que son efectivos es que los miembros de sus grupos saben qué es lo que sus líderes se proponen. Los buenos líderes, por lo tanto, saben que no solo se trata de los propósitos de Dios para la iglesia sino de asegurarse que todos lo in­volucrados también lo sepan. Es más, saben que la gente se compromete con la misión de diferentes for­mas siempre y cuando la tengan clara. Es importante tener claro que algunos tenemos la facilidad de apren­der algo de una forma y otros de otra. Usualmente según nos quede más práctico. Por ejemplo, unos aprenden mejor por lo visual, otros por lo auditivo y otros definitivamente por lo afectivo. Por eso es necesa­rio usar diversos métodos para promocionar la direc­ción de nuestros ministerios.

Hay un código moderno que es casi imposible de evitar. Se trata de la promoción o la publicidad. Hoy todos sabemos lo importante que es la imagen y el cui­dadoso uso de las palabras para comunicar los benefi­cios de algo que se quiere ofrecer. Quizás algunos se asusten de la palabra publicidad, pero tenemos que re­cordar que hablamos de entusiasmar a otros con la mi­sión que Dios nos entregó: hacer discípulos y predicar su Palabra.

En este sentido, para desarrollar un ministerio efec­tivo que glorifique a Dios es necesario que todos los in­volucrados entiendan por qué y para qué lo hacemos. Las siguientes tácticas nos ayudarán:

PERSONALIZAR

Me parece curioso ver cómo en los últimos años en Estados Unidos es casi imposible entrar a una empresa grande sin leer cerca de la puerta principal un aviso que explique la misión y visión de la misma. Aprove­cho el anterior ejemplo para decirte que la Biblia ha ha­blado sobre eso muchos antes de que los gerentes de esas empresas usaran pañales. Proverbios 29:18 dice: «Dónde no hay visión, el pueblo se extravía». La Pala­bra lo afirma para que le saquemos el mayor provecho, pues es sabiduría divina. Por eso los ministerios juve­niles deben publicar lo que se proponen en un cuadro, cartel, calcomanía o tablero. Si la gente lo lee, sabrá cuál es el propósito del ministerio.

La declaración de misión no tiene por qué incluir pa­labras rebuscadas o versículos bíblicos. Es más, debe ser un párrafo corto o una frase sucinta. Si no lo puedes redactar todavía de esa forma, es porque no tienes claro lo que deseas lograr.

Para identificarse con una declaración de misión es ne­cesario personalizarla a través de una confesión propia e individual. Ahora bien, ten cuidado de añadir frases grandilocuentes o exageradas que no comunican nada y que además son irreales. Por ejemplo: «Nuestro propó­sito es impactar al mundo». ¿Qué es esto, por favor? ¿Al­canzar a toda la gente de nuestro planeta? Si es así, ¿cómo lo harás? Es mejor empezar con tu barrio, luego con tu localidad y quizá, más adelante, con tu ciudad. Hace poco recibí un comunicado de prensa de un joven pastor latinoamericano que decía que estaba impac­tando a su país. Me interesé por saber más de él, pero descubrí que ni siquiera los pastores de su ciudad lo conocían, que su ministerio apenas estaba empezando y que su periódico (la base de su ministerio) tenía tan solo un tiraje de dos mil ejemplares en un país de más de cien millones de habitantes. Esto nos enseña a ser más hu­mildes y a enfocarnos en el lugar dónde Dios nos puso, no más allá. Por último, no hagas la declaración de mi­sión hasta que no la tengas bien definida y escrita. Tam­poco la hagas solo. Involucra a la mayor cantidad de gente posible a que la confiese contigo.

COMUNICAR

La declaración de misión funciona como una brújula. Por otra parte, es bueno que todos los involucrados en el ministerio juvenil ya sean adolescentes, líderes vo­luntarios y aun los padres guarden siempre en mente lo que se supone que se debe lograr. Ahora bien, la decla­ración sirve de guía para que los programas se enfo­quen en las relaciones y en las metas a alcanzar. Cuando se comunica sabiamente la declaración, per­mite que el propósito llene la atmósfera del ministerio con un sentido de dirección y crecimiento verificable.

En este sentido, mientras más personas entiendan y se concentren en el propósito, más saludable llegará a ser tu ministerio. Recordemos que todos estamos en un «campeonato» en donde cada uno necesita saber hacia qué parte debe anotar los goles. En nuestro ministerio juvenil, por ejemplo, dedicamos un mes al año para ha­blar específicamente de los propósitos y de lo qué espe­ramos que ocurra en la vida de los jóvenes. Dedicamos cada viernes de ese mes para enfocarnos en uno de los propósitos con todos y cada uno de los diferentes jóve­nes, y luego hacemos una velada especial con los pa­dres para hablar de lo que nos proponemos.

Es increíble el impacto que tiene en nuestros adolescentes el hecho de que sepan cuáles son nuestras ex­pectativas con respecto a ellos. Con frecuencia creen que sus líderes solo pretenden que se porten bien, que no molesten en la reunión y que los hagan quedar bien con el resto de los adultos (Y bueno, tristemente esto sucede con los líderes que no tienen claro qué es lo que en realidad deben perseguir). Los jóvenes, y también sus padres, deben saber cuáles son nuestras expectati­vas y sobre todo las de Dios en el ministerio. Si los padres tienen esto claro, seguro que te ayudarán a alcanzar las metas que te has propuesto con tus chicos. También evitarás muchos problemas organizacionales si te mantienes en constante comunicación con ellos. Y para que todo marche aún mejor, platica de la misión con personas clave como el pastor, el vigilante del tem­plo, el tesorero, el ministro de alabanza y quién atienda las llamadas de la congregación.

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