CULTURA DE HELICÓPTERO

Probablemente has oído hablar de los «padres helicópteros», que están encima de sus hijos para mantenerlos a salvo de todo peligro imaginable. Ellos mantienen un ojo vigilante en los pequeños (y no tan pequeños), protegiéndolos, aislándolos de los bordes calientes, fríos y afilados de la vida. Los padres helicópteros tratan de proteger a sus hijos, no solo del peligro físico, sino también del fracaso y las consecuencias negativas de todo tipo.

El incremento de los padres helicópteros se corresponde con una cultura emergente de protección en todos los ámbitos. Mien­tras estaba creciendo durante los años 1970, los cinturones de se­guridad fueron una mejora. Los medicamentos de venta libre se producían en botellas que cualquier persona, incluso los niños pe­queños con pocas habilidades motoras, podían abrir. Los letreros de «No fumar» eran la excepción, no la regla. Las estructuras de los juegos en el parque y el tobogán estaban hechas de metal oxidado, y los tiovivos y los subibajas todavía existían. Los cascos los usaban los pilotos de carreras y los profesionales de BMX, no los niños que dan una vuelta por el barrio después de la escuela en sus bicicletas. Solo el equipo ganador de las Ligas Menores de béisbol recibía tro­feos, no todos los niños que se ponían un uniforme.Voy a proseguir antes de que me ponga demasiado nostálgico.

La seguridad de los juguetes, alimentos y envoltorios son aho­ra noticia de primera plana. Las etiquetas de casi todos los pro­ductos en las tiendas contienen letras pequeñas que absuelven al fabricante de la responsabilidad. Las empresas gastan miles de millones cada año en los controles de calidad y el cumplimiento regulatorio a fin de evitar un litigio o una acción judicial. Inclu­so las iglesias hacen todo lo posible para proteger la seguridad de sus fieles, ya sea mediante la realización de revisiones profundas de los antecedentes de los trabajadores involucrados en el minis­terio de niños o teniendo un seguro de responsabilidad para el caso de que alguien se lesione dentro de la propiedad de la iglesia.

La protección se ha convertido en una forma de vida en nuestra cultura… y se puede argumentar que gran parte de ella es, en definitiva, algo bueno. Nadie quiere que su hijo jue­gue con un juguete recubierto de sustancias nocivas o sea mal­tratado por un guardián no calificado. Sin embargo, no nos debe sorprender que la obsesión de nuestra cultura por la segu­ridad le haya dado forma a dos generaciones de padres que son profundamente adversos al riesgo cuando se trata de sus hijos.

¿Es posible que nuestra fijación cultural en materia de seguridad y protección también haya tenido un profundo efecto sobre la capa­cidad de la iglesia para discipular a la siguiente generación de cris­tianos? ¿Los estamos preparando para una vida de riesgo, aventura y servicio a Dios, un Dios que les pide que den su vida para su reino? ¿O estamos formando chicos cristianos a salvo y conformistas, que están impacientes por ser libres o acurrucados en el sótano jugando World of Warcraft durante horas y horas, aterrorizados de salir al exterior?

He aquí algunas de las críticas que los jóvenes cristianos y anti­guos cristianos dirigen a la iglesia:

A. Los cristianos demonizan todo lo que esté fuera de la iglesia. La próxima generación siente que muchos cristianos caracterizan cada cosa no cristiana como mala. Por ejemplo, ellos perciben que el mensaje subyacente de la iglesia acerca de los no cristia­nos —partidarios de otras religiones, ateos y agnósticos— es que estas personas son categóricamente malvadas.

B. Los cristianos le tienen miedo a la cultura popular, en especial a sus películas y música. Muchos jóvenes cristianos se quejan de que han sido condicionados a temerle «al mundo». El problema es que a medida que exploran «el mundo», llegan a creer (con o sin razón) que no es un lugar tan desesperanzado o te­rrible como se les ha dicho. Ellos descubren películas, música y otras artes y medios de comunicación que a veces describen la realidad de la experiencia humana mucho mejor que la iglesia.

C. Los cristianos mantienen una falsa separación entre lo sagrado y lo secular. Muchas de las entrevistas realizadas entre los jó­venes cristianos se centraron en la falsa dicotomía que perci­ben entre la iglesia y el mundo exterior. Nuestra investigación muestra que esta generación no ve una división entre lo sagra­do y lo secular, por lo menos no en la misma manera en que lo hacen sus padres.

D. Los cristianos no quieren lidiar con la complejidad o la realidad del mundo. Para los jóvenes cristianos, la iglesia puede sentirse rígida e irreal. Los puntos de vista negro y blanco de los cristia­nos parecen no reflejar el mundo tal como es en realidad. «Re­sulta complicado» es una frase que le oigo mucho a los jóvenes. A menudo me impresiono por su habilidad para exponer ar­gumentos bien afinados, resaltar las variaciones de significado y los matices… al menos cuando se trata de algo importante para ellos. Para estos jóvenes, los asuntos sobre «el mundo», las relaciones y la fe son ricos y texturizados.

Extracto del libro Me Perdieron

Por David Kinnaman

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