6) El amor ágape es un acto de la voluntad.

Creemos que la mejor definición que jamás hayamos leído acerca del amor (aparte, naturalmente, de 1 Corintios 13, pero ese pasaje tiene que ver más con una descripción que con una definición; no nos confundamos) es la que señala que «el amor es el acto consciente de la voluntad que busca el bien y el bienestar de la persona amada sin ninguna referencia a su dignidad o mérito».

Queremos insistir en este punto y subrayarlo con total claridad: el amor ágape es un acto de la voluntad. Amar a nuestros hermanos y amar a nuestros enemigos es un mandamiento. El Señor Jesús no dijo que nos daba un nuevo sentimiento. Por el contrario, afirmó que nos estaba dando un nuevo mandamiento (Juan 13:34). Los mandamientos van dirigidos a nuestra voluntad, no a nuestras emociones.

Todos somos conscientes de que nos resulta imposible cambiar o alterar nuestras emociones. Sin embargo, sí podemos modificar nuestras acciones. Es más, podemos y, de acuerdo con el amor ágape, debemos hacerlo. Somos responsables de ello.

No podemos pedir que nuestras emociones manifiesten simpatía o se conmuevan cada vez que nos encontramos ante un creyente o cualquier otra persona que nos hace mal. No obstante, podemos pedirle a nuestra voluntad que, según la definición que hemos dado del amor, busque el bien y el máximo beneficio de esa persona.

James C. Hunter, en su libro La paradoja, afirma: No siempre puedo controlar mis sentimientos hacia los demás; pero lo que puedo controlar es mi comportamiento hacia ellos. Así de simple. Los estudiosos del comportamiento humano han demostrado que actuar en base a nuestra voluntad produce un efecto de cambio sobre nuestras emociones en el mediano plazo. Por el contrario, esperar que éstas cambien para poder empezar a actuar de forma positiva hacia otros nunca llega a suceder. El autor cristiano Jay Adams, en su bien conocido libro Capacitado para orientar, lo explica del siguiente modo:

Se podría decir algo acerca del sistema nervioso humano con respecto al comportamiento y a los sentimientos…. Básicamente, este sistema tiene dos aspectos. Uno es el emocional e involuntario. El otro, asociado con la acción voluntaria y resolutiva de problemas, tiene que ver con el comportamiento. La importancia de este hecho es que es en el comportamiento [de la persona] donde se pueden efectuar cambios de forma directa, debido a que el comportamiento, en contraste con la emoción, está controlado por el lado voluntario, no por el involuntario del ser humano…

Aunque no hay ningún acceso directo voluntario a las emociones, se puede llegar indirectamente a éstas por medio del sistema voluntario, debido a que unas extensas fibras recubiertas en la corteza permiten una correlación unificada de ambos sistemas. Las alteraciones voluntarias del comportamiento llevarán a cambios emocionales involuntarios. Por ello es importante comprender que los sentimientos arrancan de las acciones.

Somos conscientes de la, tal vez, excesiva longitud del párrafo anterior. Sin embargo, hemos considerado importante tener una explicación científica de esta perspectiva, dada por un consejero cristiano. Esta explicación nos ayudará a entender mejor y a no malinterpretar la siguiente frase: «Actúa del modo en que quieres ser, y acabarás siendo del modo en que actúas». Ignoramos si este pensamiento ha sido articulado por una persona cristiana o no, pero cristaliza perfectamente lo que Jay Adams explicaba en su libro: actúa sobre tu voluntad y verás cómo posteriormente tus emociones cambian. Por eso, decimos que el amor ágape es un acto de nuestra voluntad, independiente de nuestras emociones.

Félix acostumbra a predicar acerca del amor ágape. En más de una ocasión, después de hablar sobre este tema, algunas personas se dirigen a él para expresarle su desacuerdo. De manera tajante afirman que lo que Félix propone es que obremos de una manera hipócrita. Félix considera que no es así en absoluto.

El diccionario define hipócrita como aquel que finge lo que no es o lo que no siente. El amor ágape no ignora ni pretende ignorar la existencia de posibles sentimientos negativos hacia la persona a la que dirige sus acciones de amor. Cuando amamos con amor ágape, no negamos la existencia de esos sentimientos, antes bien los reconocemos, aceptamos que están ahí, que son negativos. Pero a pesar de ellos, en obediencia al mandamiento de Dios, actuamos como él nos pide y buscamos el bien y el bienestar de la persona amada. Hipocresía sería negar esos sentimientos. El amor ágape es actuar a pesar de ellos.

Extracto del libro “Raíces”.

Por Félix Ortiz.

Lee Para Líderes – Los Efectos del Amor Ágape 1

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