Hay algunos pasajes claves que resultan fundamentales para poder entender qué es el amor ágape y cuáles sus características. Esos pasajes no son los únicos que hablan de él. Sin embargo, se destacan por encima de todos los demás. Nos referimos a: la parábola de la oveja perdida (Lucas 15:3-7); la parábola del padre que ama y perdona, más conocida como la parábola del hijo pródigo (Lucas 15:11-32); Juan 3:16 (¿nos resulta familiar?); y por último, Efesios 2:1-10. De la lectura de estos pasajes podemos desprender algunas características del amor ágape. Considerémoslas de forma detallada.

1) El amor ágape toma la iniciativa en buscar el bien de la persona amada.

En la parábola de la oveja, el pastor fue a buscarla. En la del padre que ama y perdona, éste echó a correr en cuanto vio a su hijo en la lejanía. En Juan 3:16 se nos dice que Dios tomó la iniciativa al enviar a su Hijo al mundo. De la misma forma podemos apreciar que Dios fue el que se acercó al hombre según el pasaje de Efesios.

El amor ágape da siempre el primer paso. No espera a que el otro tome la iniciativa, la toma él. El amor ágape se esfuerza por buscar y beneficiar al otro.

2) El amor ágape no se basa en los sentimientos.

Es más, este tipo de amor busca el bien y el bienestar de la persona amada a pesar de los sentimientos negativos que el objeto del amor pueda llegar a producir (más adelante hablaremos a fondo de este tema). No estamos hablando locuras. El pecado le produce a Dios una santa y justa indignación. El Señor es santo y no puede soportar el pecado ni transigir con él. En el segundo capítulo de la carta que Pablo escribió a los Efesios, el apóstol nos muestra que nosotros éramos ni más ni menos que enemigos de Dios. Sin embargo, y a pesar de ello, el versículo 4 declara que, a causa de su gran amor, Dios nos dio vida juntamente con Cristo.

El amor ágape no se genera en los sentimientos. No nos engañemos: actúa a pesar de los sentimientos negativos que el ser amado pueda producir en nosotros.

3) El amor ágape se plasma en acciones.

Más concretamente, se muestra en aquellas acciones que llevan como finalidad el bien y el bienestar de la persona que es objeto de nuestro amor. El pastor fue hacia la oveja. El padre perdonó al hijo y lo restauró a su anterior condición. Dios dio a su Hijo por nosotros, y junto con él nos proveyó la vida eterna.

Un conocido refrán en español afirma que «Obras son amores, y no buenas razones». La idea que queremos transmitir es que el verdadero amor, el amor ágape, se expresa por medio de acciones de amor y no únicamente a través de grandes sentimientos o magnas declaraciones que no se plasman en nada concreto.

4) El amor ágape es costoso.

A Dios, amarnos le ha salido caro; tuvo que pagar un precio tremendo para mostrarnos que realmente nos amaba. Ese precio, como todos nosotros sabemos, fue la vida de su propio Hijo. Jesús, por amor, y a pesar de que éramos sus enemigos, se despojó a sí mismo y se hizo como uno de nosotros. Una vez en nuestra propia condición, se volvió siervo, y estando en la condición de siervo, debió pagar un alto precio al humillarse hasta la muerte y, como dicen las Escrituras, muerte de cruz. Amar con amor ágape cuesta y es doloroso. Este es un tipo de amor sacrificial.

5) El amor ágape es incondicional.

Este amor más bien puede definirse como un amor «a pesar de» y no «debido a». No depende en absoluto de que el amado sea digno o merecedor de nuestro amor. Antes, por el contrario, en muchas ocasiones este amor se manifiesta hacia personas que no lo merecen y probablemente no sean dignas de ser amadas, ni de que se busque su bien y su bienestar.

¿Era la oveja merecedora del esfuerzo que hizo el pastor al salir a salvarla? ¿Era digno el hijo de ser perdonado después de todo lo que había hecho? Pablo ni siquiera nos da pie a plantearnos esta pregunta retórica. En el pasaje de su carta dirigida a los Efesios afirma tajantemente que «merecíamos el terrible castigo de Dios, igual que los demás». Para luego declarar que «Dios es tan misericordioso y nos amó tanto, que nos dio vida juntamente con Cristo». Nos dio vida juntamente con su Hijo «a pesar de».

Extracto del libro “Raíces”.

Por Félix Ortiz.

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