EL CONSEJERO DE NIÑOS Y SUS CARACTERÍSTICAS

Leemos en Proverbios 15.4 que: «La lengua que brinda consuelo es árbol de vida…». Y cuando pensamos en la consejería de niños en el ámbito de la iglesia, pensamos en un maestro. El maestro es la persona que está cerca del niño, y es quien le enseña, pero también es quien lo pastorea, es decir, quien cuida de la vida espiritual del pequeño.

Por tratarse de una persona que cumple un rol tan crucial en la vida y en el desarrollo espiritual de los pequeños, es evidente que un maestro de niños no puede ser «cualquiera». No quiero asustarte, pero el ser llamados a servir entre los niños implica estar dispuestos a ser evaluados por el mismo Jesús, quien nos advirtió sobre el destino de aquellos que son de tropiezo para el desarrollo espiritual de los más pequeños (Marcos 9:42).

Un maestro no es alguien que «entretiene» a los niños mientras los padres están el culto. Un maestro está para enseñar la Palabra de Dios. Un maestro está para pastorear y cuidar espiritualmente a cada niño. Un maestro está para aconsejar, y para guiar al pequeño en sus inquietudes, sus dudas y sus temores.

Cuando nos involucramos con los niños, ya no somos jóvenes o adultos que pasan desapercibidos, sino que tomamos una relevancia especial en las vidas de los pequeños. Ellos nos observan, nos oyen, miran nuestros gestos, y prestan atención a nuestras actitudes, dentro y fuera de la clase. Por eso nos transformamos en «modelos», en referentes para ellos. No nos referimos, por supuesto, a modelos perfectos, ¡porque ninguno de nosotros es ni puede ser perfecto! Pero debemos ser conscientes de que somos modelos para los niños, y debemos estar preparados para mostrarnos como «modelos reales» de lo que es ser un seguidor de Jesús, como cristianos que caminan cada día con Dios, que buscan su presencia en oración, que se alimentan de Su Palabra, que son obedientes a los consejos del Señor, y que aplican los principios bíblicos en su propia vida.

Dice Enrique Rojas (psicólogo y psiquiatra español): «Es esencial la tarea del educador. Se educa más por lo que se es, que por lo que se dice. Las palabras mueven, pero el ejemplo arrastra… la exposición atractiva de otra vida incita a imitarla de alguna manera». Queda claro, entonces, que el maestro es una influencia espiritual para la vida del niño. Pero, además del maestro, hay personas en las iglesias que coordinan el área de niños. En cada congregación se los llama de una manera diferente, pero son las personas que acompañan la tarea de los maestros. Estas personas también deben ser conscientes de que son referentes espirituales para los niños.

Cuando un niño tiene problemas, o está atravesando una situación difícil, es bueno que en primera instancia la charla con el niño la tenga el maestro, que es quien comparte tiempo domingo a domingo con el pequeño. Pero, frente a situaciones que requieran otro tipo de consejería, es necesario que haya personas más capacitadas en el tema que lo puedan hacer. Esto no quiere decir que la consejería más específica solo la puedan llevar adelante profesionales como docentes, psicólogos, psicopedagogos o especialistas de diferentes áreas. (¡Aunque contar con estos profesionales en el área de niños sería sumamente valioso! El aporte de diversos profesionales frente a las distintas situaciones nos puede ayudar a tener una mirada más completa y poder ayudar mejor al niño.) Pero lo que quiero decir aquí cuando me refiero a «personas más capacitadas», es que deben ser personas muy maduras espiritualmente y con un alto compromiso con la pastoral del niño, más allá de que sean profesionales o no. También es importante que quien realice la consejería sea un adulto cercano al niño, alguien que lo conozca, para que el pequeño tenga la confianza necesaria como para abrir su corazón y expresarse con tranquilidad.

Extracto del libro Manual de Consejería Para el Trabajo Con Niños.

Por Jessica Ibarbalz

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