Poco después de la crucifixión de Jesús, dos discípulos estaban caminando hacia una aldea llamada Emaús, según parece desde Jerusalén. Hablando a mil por hora sobre los eventos que recientemente habían ocurrido, debatían con respecto a algunos rumores que corrían acerca de que la tumba de Jesús se había encontrado vacía. Mientras estaban absortos en la conversación se produjo un acercamiento extraño y silencioso. Ellos no lo sabían, pero era Jesús. Les preguntó de qué hablaban, lo que los llevó a darle una respuesta más o menos así: «¿En qué cueva has estado metido? ¡Eres el único en esta ciudad que no sabe sobre esto!». (Si Jesús hubiera querido convertirse en un Mesías chistoso, podría haber retrucado lo de la cueva). Sin embargo, lo que hizo después resulta llamativo. En lugar de recurrir a lo obvio, a la revelación instantánea, comenzó a enseñarles.

Y no fue una linda y sencilla leccioncita sino una experiencia de enseñanza con toda la potencia. Jesús comenzó desde el principio, con Moisés, y recorrió todo el Antiguo Testamento, incluyendo los profetas; se desplazó por las Escrituras con el objetivo de explicarles los sucesos de los que ellos estaban hablando. Impresionados por lo que escuchaban, los dos invitaron a Jesús a cenar con ellos. Y cuando él partió el pan, sus ojos se abrieron, y reconocieron que su nuevo acompañante era Jesús. En ese momento, desapareció. Los discípulos inmediatamente se miraron, y «se decían el uno al otro: «¿No ardía nuestro corazón mientras conversaba con nosotros en el camino y nos explicaba las Escrituras?»» (Lucas 24:32).

Los dos discípulos se podrían haber asombrado de otras cosas. Pero notemos lo que ambos mencionaron: la enseñanza de Jesús y cómo sus corazones ardían cuando les enseñaba. Incluso eso tuvo prioridad sobre la milagrosa desaparición de Jesús. Y ese es el blanco al que tenemos que apuntar: estudios bíblicos que permitan que Jesús dé la enseñanza de manera que eso provoque que los corazones de los jóvenes ardan dentro de ellos.

Aquí hay algunos puntos prácticos para darle forma al estudio.

  • Haz de tu tiempo de estudio un estudio real de las Escrituras. Analiza un libro de la Biblia (tal vez los capítulos de un libro para principiantes) o toma uno de los grandes temas de Dios, como la misericordia, la redención, la gracia, o el amor. O escoge un personaje violento como Jacob, Sansón, Pablo, o Pedro. No tengas miedo de enseñar sobre los profetas; Jesús no lo tuvo. Sea lo que fuere que escojas para enseñar, confía en el impacto que las Escrituras producirán. Todo está bien.
  • Cuenta con que Jesús se aparecerá repentinamente. A través de los evangelios vemos a Jesús explicando las Escrituras. Pero allí no termina la historia. Jesús se pone al lado de aquellos cuyos corazones están conectados, lo buscan y desean conocerlo. Debemos crear una atmósfera que demuestre que confiamos en que él aparecerá.
  • Mantén a los jóvenes conectados con la imagen central. Jesús fue desde el principio hasta el fin mientras les explicaba las Escrituras a los dos discípulos. Aun cuando estés en cero con los detalles, busca oportunidades para ampliar la visión de los jóvenes sobre la historia tan grandiosa de la redención.

JESÚS ENSEÑÓ CON APLICACIÓN

Tan perplejos como se solían ver los discípulos cuando escuchaban la enseñanza de Jesús, de pronto se mostraban entusiasmados cada vez que Jesús les pedía que hicieran algo. Desde conducir a la multitud antes de la alimentación de los 5000 hasta sanar enfermos por toda la tierra, los discípulos hacían cualquier cosa que Jesús les pidiera que hicieran. De hecho, cuando les pidió que hicieran arreglos para la Pascua, que se convirtió en la última cena, ellos siguieron las instrucciones específicas de Jesús hasta para encontrar el burro correcto. Tal vez encontramos el ejemplo más significativo en mitad de su ministerio, cuando Jesús envió a los discípulos a las aldeas a predicar el reino de Dios, sanar a los enfermos y echar fuera demonios, cuestiones básicas del Mesías. Y lo hicieron con sorprendente eficacia. Tanto, que hasta el gobernador Herodes tomó nota. (Considera Mateo 10, Marcos 6 y Lucas 9).

Estas excursiones llenas de dificultades mantuvieron a los discípulos intensamente sensibilizados a que cualquier cosa que Jesús les enseñara sería puesta en práctica. La aplicación (hacer precisamente lo que estaban aprendiendo, frecuentemente en situaciones de alto riesgo) se convirtió en la estructura en la que anclaron todas las verdades que Jesús les estaba enseñando.

Cualquier estudio bíblico que emprendamos debe reflejar la urgencia de que lo que estamos aprendiendo será necesario y utilizado; la sensación real de que nuestras vidas dependerán de ello. Una manera de asegurarnos de que lo lograremos es presentándoles a los jóvenes proyectos que constituyan un desafío, como lo hizo Jesús, y que les provean oportunidades para practicar las verdades que están aprendiendo. Eso también mantiene vivo el desafío ante los jóvenes y les proporciona un recordatorio regular de que los consideramos aptos para la tarea.

Aquí te transmitimos algunas maneras de desarrollar este principio con tu grupo:

  • Alterna entre ser y hacer. Estudia un capítulo de la Biblia una semana (ser) y haz lo que dice la otra semana (hacer).
  • Termina el estudio con un proyecto. Organiza un proyecto de servicio o una experiencia misionera que coincida con el tema de una serie de estudio. Por ejemplo, para terminar un estudio del libro de Santiago, planifica algunas visitas para establecer una relación con un asilo de ancianos, o para permitir a tu grupo ministrar a las «viudas en sus aflicciones» (Santiago 1:27).
  • Preparación premisionera. Organiza una capacitación para tu próximo viaje misionero que vaya más allá de una charla informativa acerca de qué llevar. Comprométete a estudiar un libro de la Biblia o un tema que despierte el corazón de tus jóvenes a la necesidad de las personas y prepáralos para el desafío espiritual y físico de esta experiencia.
  • Permanece atento al día a día. Dios proveerá proyectos desafiantes cada día para ti y tus jóvenes. Mantén tus ojos bien abiertos y descubrirás diversas oportunidades para aplicar lo que estás enseñando y aprendiendo con extraordinaria determinación.

Extracto del libro Cómo Enseñar la Biblia Con Creatividad

Por Barry Shafer

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