Enseñar no era algo que Jesús hacía en su tiempo libre, entre milagro y milagro. Era una de sus actividades primordiales. Y el reino avanzaba más por las enseñanzas de Jesús que por sus milagros. Su enseñanza fue, seguramente, lo que dio lugar a su crucifixión. En demasiadas ocasiones los escritores de los Evangelios ponen énfasis en el hecho de que no fueron solo sus señales y maravillas las que hicieron que la gente creyera. Jesús tenía embelesadas a las multitudes y a los discípulos por lo que enseñaba y por la manera en la que lo hacía (Mateo 7:28-29).

Analiza conmigo tres situaciones en las que Jesús enseñó. Observa los detalles (el quién, qué, cuándo, dónde, por qué, cómo, e incluso el cuántos) en los siguientes versículos: Marcos 4:33-34, Marcos 6:34, Marcos 9:30-31.¿Ves la increíble prioridad que Jesús le daba a la enseñanza? En Marcos 4 Jesús le proveyó a la gente toda la enseñanza que podía asimilar, hablando la Palabra hasta que estuvieron llenos. Luego desarrolló eso más profundamente con sus discípulos, proveyéndoles incluso una mayor percepción cuando estaba solo con ellos.

Me pregunto qué veía Jesús cuando miraba la multitud descripta en Marcos 6 como ovejas sin pastor. ¿Veía en ellos culpa y lamento por sus errores del pasado? ¿Eran personas que vagaban sin sentido, vidas sin propósito ni dirección? ¿Personas bajo presión? ¿Vidas sin esperanza de un día mejor? En otras palabras, mientras Jesús escaneaba las expresiones de la multitud, ¿observaba lo mismo que tú y yo en los rostros de nuestros jóvenes hoy? Sea lo que fuere que haya visto, su solución era enseñar. De hecho, Jesús les enseñó muchas cosas.

La escena que particularmente me conmueve está en Marcos 9. Allí encontramos al Hijo de Dios, con el poder de perdonar los pecados de los que estaban ese lugar, de sanar cada enfermedad, de aumentar las existencias de comida, incluso las provisiones de una fiesta (considera Juan 2). En ese momento él podía haber literalmente salvado al mundo. Pero en ese momento él no quería que ninguno supiera quién era. ¿La razón? Estaba enseñándoles a sus discípulos. En ese momento no había nada más importante que enseñar. Así es como se considera la enseñanza cuando las vidas de los aprendices dependen de lo que uno les está enseñando.

Jesús explicaba sobre el reino de Dios y lo que significaba seguirlo. Jesús estaba comunicando ambas verdades en público y únicamente a sus discípulos, y usaba cualquier cosa con significado que tuviera a su disposición: parábolas, historias, lecciones simples, momentos espontáneos de enseñanza, preguntas de la gente, y hasta (por lo menos) un sermón largo.

Pero el método de Jesús nunca eclipsó el mensaje. Hasta la alimentación de los cinco mil no opacó la enseñanza de que Jesús era el pan de vida. De hecho, esa lección dio lugar a un éxodo de seguidores que se fueron arrastrando los pies y gruñendo porque sus enseñanzas eran muy difíciles de aceptar. Incluso una supercomida ilimitada, que sirvió de escenario para una de las más grandes lecciones de todos los tiempos, no logró atraer a esas personas. Contenido y aprendizaje mandaban ese día. Y era contenido difícil de retener.

Jesús mismo construyó una enseñanza en el ciclo perpetuo de la Gran Comisión, un hecho que nosotros los líderes no debemos ignorar. En Mateo 28, les dice a sus discípulos que su trabajo y el nuestro es hacer más discípulos enseñándoles a obedecer todo lo que nos ha mandado (enseñado). La palabra griega para discípulo es mathetes, que significa «aprendiz». Ser un discípulo es aprender, y luego producir más aprendices.

Aquí hay algunos indicadores para hacer de la enseñanza con propósito una realidad en tu grupo:

  • No le temas a una agenda apretada. Jesús no lo hizo. Las vidas de tus jóvenes dependen del contenido de la Palabra de Dios. Tu enseñanza debe reflejar eso en la planificación, presupuesto y creación de tu calendario.
  • No temas aprender. El aprendizaje conduce a la fascinación, esta abre el apetito para más aprendizaje y puede hacer que los duros escépticos ablanden su corazón para Dios.
  • No le temas a lo obvio. Hacer preguntas inductivas (quién, qué, cuándo, dónde, por qué, cómo) puede parecer rutina cuando las respuestas resultan obvias en las Escrituras. Pero las preguntas obvias deben formularse y responderse para llevar al grupo al siguiente nivel de descubrimiento: excavar más profundo. (Y nunca sabes cuándo un joven está viendo esta información por primera vez).
  • Siéntete en libertad de aclarar esas preguntas básicas que se le hacen al pasaje, diciendo: «Bueno, primero algunas preguntas obvias». Algunas veces Dios puede usar el detalle más pequeño u obvio en las Escrituras para hablarnos. El Pórtico de Salomón, todo un movimiento y una iglesia grande en Minneapolis, fue construida a partir de preguntas obvias como ¿Dónde? y¿Qué clase de ministerio tenía lugar en Hechos 5?
  • No le temas a la pizarra. Ver la información organizada de manera distinta a los párrafos en las páginas de la Biblia puede encender focos, ese tipo de lamparita que se ve sobre las cabezas de los chicos cuando finalmente se les hace un clic. La acción de escribir en una pizarra las observaciones del grupo sobre las Escrituras posiciona al material en un lugar importante. E inmediatamente hace que participen otros sentidos, con lo que se utiliza más poder cerebral para procesar la información, lo que incrementa la probabilidad de que recuerden toda la información y mejora las oportunidades de que sean cambiados por la información.
  • No dejes que el método reemplace al mensaje. La buena noticia es que hoy en día contamos con muchos medios creativos que nos ayudan a enseñar las Escrituras. La mala noticia es que hoy en día contamos con demasiados medios creativos que nos ayudan a enseñar las Escrituras. No importa qué método utilicemos, pero asegurémonos de no perder el punto central.

Extracto del libro Cómo Enseñar la Biblia Con Creatividad

Por Barry Shafer

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